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Zoe

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Zoe

¿Qué cómo me sentía al ver a Edgar junto a mí?, que decir a eso, me sentía como si hubiera nacido de nuevo y me había olvidado de que él me tenía encerrada y que solo estaba viviendo una historia de amor entre un criminal peligroso y yo.

—Cuando tenía doce años, a la salida de la escuela unos compañeros de clase me obligaron a entrar en los baños de los chicos, siempre sufrí bullying por el simple hecho de no tener padres y ellos aprovechaban para recordarme la falta que me hacían su presencia en mi vida— me emociono—. Bueno... como decía me llevaron dentro y unos chicos más grandes que yo, me acorralaron entre ellos y sus manos empezaron a tocarme el cuerpo, yo empecé a llorar porque no sabía cómo defenderme, no sabía cómo pedir ayuda y cuando empezaron a...— me detuve porque estaba a punto de derrumbarme.

—¿Te lastimaron? — Edgar preguntó confuso y muy serio.

—No llegaron a hacerme lo que estás pensando, pero de igual manera me sentía sucia en aquel entonces. Lo peor de todo, fue cuando fui a contárselo al director, este no me creyó, ya que los chicos venían de familias ricas y yo solo era alguien que el gobierno hacía un favor.

—Cálmate— me pide.

—Ese fue el motivo por el que hoy en día quiero ser educadora infantil. Tengo la necesidad de ayudar a esos niños que sufren de acoso a diario, los niños son el futuro de nuestra generación y que mejor dejarse la piel para que crezcan formando una sociedad sana.

—Los niños de hoy en día no escuchan los cuentos de las abuelas, nuestro mundo está siendo una pérdida con todo esto que ha salido nuevo.

Sonreí y me calmé—. Tienes razón. Ya no queda nada de esos cuentos.

—Es bonito tu propósito.

Lo miré y asentí—. Solo hace falta que me liberes para continuar con mi sueño.

Aclara la garganta y cambia de postura poniéndose de espaldas y sus ojos dejan de mirarme para observar el techo.

—Confiarás en mí, ¿y sabes por qué?

Llamé su atención.

—Por qué me gustas, te estás colando lentamente en mi ser y por muy malo que seas al fin y al cabo me estoy acostumbrando a ti.

—¿En serio?

—Sí.

Me sonrió y volvió a rodearme con sus brazos para hundir su rostro en mi cuello y es que no es el hombre frío que conocí en aquel agujero bajo el suelo, es completamente diferente y me gusta mucho.

Sus carnosos labios me empezaron a besar dejando un camino helado que me calentaba con cada beso, me causaba cosquillas y solo pude disfrutar de lo que me hacía.

—¿Con qué te gusto?, ¿eh? —Repite con cada beso.

—Sí, me gustas— me rio.

—¿Mucho?

—Mucho — susurré y este se detuvo para mirarme directamente a los ojos.

—¿Qué ocurre?

—Nada, solo que... olvídalo.

Me sonrojé y luego me lancé a su boca para degustarlo como nunca, era la primera vez que tomaba la iniciativa de hacerlo y me encantaba como él se sentía porque sus manos se aferraron a mí y me envolvió con su gran cuerpo.

Nos arropamos en la cama entre besos y caricias, mi boca lo enloquecía y este pierde el control de su fuerza y su agarre en mis nalgas me suben sobre él, haciendo que gima en su boca, nuestras lenguas se tocaban y luchaban entre ellas causando no solo nuestro deseo sino más allá de lo que se conoce cuando el calor quema nuestra piel.

—Me encantan tus besos— me separó un segundo para hablar, pero él volvió a cerrarla.

La cama parecía un desierto caluroso que nos perdimos en este, su sutileza de saber cómo palpar mi anatomía provoca en mi interior una guerra de placeres que hasta ahora desconocía que existían.

Estimula mis sentidos mandándome al infierno y ahí el fuego me consume en sus brazos, me tenía acorralada entre su corpulento cuerpo y su boca, era imposible salir ilesa de sus garras sabiendo que pronto empezaré a gritar de placer. Él sacó de mi garganta gemidos placenteros mientras mis pupilas se dilataban.

Detiene sus caricias y veo que se acerca a su mesita de noche para sacar un condón, se lo coloca y me sonríe para volver a la misma posición de antes y ya empecé a sentirme en las nubes, su dura y gran polla entra en mi apertura de golpe y siento como mis caderas se rompen, entrecierro los ojos para soportar el dolor que causó en mí, pero luego este desaparece y mi cuerpo se adapta al invitado que me embestía salvajemente, su mano derecha rodeó mi cuello y me presionaba levemente escuchando, como su hermosa voz gemía de placer al sentirme tan estrecha para él.

Jadeé de los exquisitos escalofríos que dejaba en mi ser, gemía y gritaba su nombre sin pudor. Me estaba follando tan duro que puso mi piel de gallina hasta que me vine y él conmigo y solo se escuchó nuestras respiraciones agitadas.

Dejó un beso casto en la comisura de mis labios y se alejó de la cama para entrar en el baño, dejando la cama vacía.

Lo seguí con la mirada y me extrañé cuando no dijo nada después de un increíble encuentro íntimo.

Sentí nostalgia y mi pecho se quemaba.

Sentí nostalgia y mi pecho se quemaba

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