Edgar
No era justo estar tan cerca y a la vez tan lejos de ella, me miraba como si hubiera visto al mismo fantasma, no es justo que después de tanto tiempo la vida o el destino quiso ponérmela en el camino cuando apenas estoy saliendo del sitio en el que ella misma me metió.
Noto su temblor, no su nerviosismo, siento su respiración entrecortada y siento también como sus ojos brillan intensamente, ya no era la niña de siempre, de la que me enamoré, ahora es toda una mujer, una hermosa y con grandes cualidades que me enamoran de nuevo, no dudé el girarme al oír ese nombre tan clavado en mi ser, no me lo pensé cuando vi que era mi Zoe, mi tesoro a la que llamaban, e intencionadamente mis pasos me acercaron a ella.
Cada mirada que nos dedicábamos estaba llena de sentimientos, lo sé. Sus manos oprimían su vestido y sus labios se separaron ligeramente haciendo que su respiración sonara como eco para mis oídos, es como si estuviera escuchando jazz que me calmaba, me tranquilizaba y me daba ganas de seguir caminando hacia ella.
Su pelo es más largo de como lo recordaba, pero sigue siendo igual de excitante para mis manos, sigue siendo igual de hermoso y me recordó como este se filtraba entre mis dedos cuando la tenía entre mis brazos, detallarla de esta manera sacude mi polla a tal punto que tengo que mantener el control.
El largo de la curva de su precioso cuello exige mis labios y yo exijo sentirlo, su pecho se mueve al son de su respiración agitada, sus mejillas se ruborizan y aun así soy incapaz de llegar a ella, todo transcurre a cámara lenta y me muero por abrazarla, por decirle que aquí seguía igual que antes y amándola como nunca, que no le guardo rencor y que hizo lo que tenía que hacer, me lo merecía y estoy satisfecho de haber cumplido condena por ella.
Ese vestido tan sedoso encaja a la perfección en su pequeño cuerpo, el cual no es el mismo, ya no es igual que de aquella niña de diecinueve años, ahora es más hermoso, más de mujer, más cambiado y juro que me gusta más, me fascina.
Sus hombros al descubierto reclaman mi tacto, su piel blanca y suave se alegra de verme y yo no podría estar más feliz de que mis ojos y mi alma se calmaran al divisarla en este lugar después de cuatro años, hoy volví a nacer.
Y al fin la tengo frente a mí y confirmo que aún seguía siendo mi niña, seguía siendo mía y de nadie más, porque su mirada me aclaró lo que aún seguía sintiendo por mí, solo espero no estar equivocado y no por dejarme guiar por la emoción de nuestro encuentro acabe por desilusionarme.
—Señor Edgar, ella es Zoe, la institutriz de mis hijos.
La voz de la mujer de Lorca me sacó del trance, pero no dejé de mirar a Zoe.
—Ella es una gran mujer, es más, creo que no hay una igual que ella— vuelve a decir y confirmo que no hay dos como ella.
—Zoe, querida él es ...
—Edgar— Zoe dice mi nombre y la mujer guarda silencio sin ignorar la forma que me miraba la mujer de mi vida.
—Mami, mírame — la voz de un niño gritó a lo lejos y el rostro de Zoe giró lentamente mientras sentí mi interior sacudido por un huracán de categoría cinco que arrasa todo a su paso, se lleva los pensamientos positivos, las ganas de besarla, de abrazarla y se queda un gran vació en mi condenado cuerpo.
—Él es Alex, hijo de Zoe— anuncia la mujer de Lorca.
Aún sin poder moverme, alcé ligeramente las cejas y miré a ese niño que me estrujó el alma, mirarlo me llevó a mi infancia, me recordó a mí y esa sonrisa que le dedica a Zoe era igual a la de mi padre y eso acarreó el peor sentimiento que podía sentir.
—¿Tu hijo? — pregunté como pude, mirándola con el ceño fruncido y a punto de matarla con mis ojos.
Zoe dio unos pasos atrás y ese niño vino corriendo en busca de los brazos de Zoe.
¿Tanto había cambiado que ahora era madre? ¿Tenía un hijo? ¿Mi hijo?
—Ven, vámonos, mi amor— dijo ella cargando al niño e intentó alejarse de mí, pero la detuve frente a la mujer de Lorca.
Me miró y negué con la cabeza.
—¿Se conocen? — cuestiona la mujer, pero no contesté, ya que tiré del brazo de Zoe y la saqué de ese jardín.
—Habla— alcé la voz y el niño se escondió en el cuello de su madre.
¿Su madre? ¡Dios mío!, hasta donde hemos llegado que ahora la misma mujer que amo es madre de alguien más.
—No hay nada de que hablar.
—¿A no? — volví a gritar y el pequeño lloró.
—Lo estás asustando— lo envuelve con sus brazos.
Intento calmarme, pero era imposible, me giro sobre mis talones y cierro los puños fuertemente que siento como las venas marcan mi piel.
—Es mío— mis ojos acabaron por inundarse de lágrimas, cosa que nunca sucedió —, es mío, ¿verdad?
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Raptada por error
RomanceSolo había un objetivo en esta historia, matar a la hija del hombre que se metió con uno de los mafiosos más peligrosos del país, un hombre sin escrúpulos con un corazón de piedra que solo le importa su poder y lo que consiguió hasta ahora, ser el r...