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Edgar

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Edgar

Tenía claro que no iba a confundir las cosas con Zoe, ella debe entender que no soy de los que caen a la ligera por el simple hecho de estar entre sus piernas, por muy que sienta cosas increíbles por ella, primero estaba el ser inteligente ante cualquier situación, y para que pueda estar plenamente tranquilo primero se debe de ganar mi confianza la cual me demostró las dos veces que confié que no estaba dispuesta a conservarla. ¿Quién me dice a mí que no es una estrategia para hacerme creer que realmente quiere y está cómoda conmigo? Que yo sepa hace unos días y sin ir muy lejos aún sigue pidiendo que la libere.

—¿Estás lista? — pregunté tocando la puerta de su habitación.

—Dos minutos— escuché.

—Te espero abajo.

Al bajar me encuentro a Zeus esperando por mí con una carpeta en la mano.

—¿Qué es esto?

—La información de Luis Domínguez.

Cogí esos papeles y empecé a echarle un vistazo, pero mi sorpresa llega cuando veo imágenes de él con alguien más besándose en medio de un descampado.

—Lo sabía— añadí con una sonrisa maliciosa.

—Es sorprendente— aclara Zeus.

—No tanto para mí.

Dejé los documentos en mi escritorio y al llegar a la sala, Zoe estaba abajo esperando por mí.

—Quédate aquí y ocúpate de los otros asuntos, Zeus, nosotros regresaremos en tres días.

Este asiente y sujeté la cintura de Zoe para iniciar la marcha con rumbo a Italia.

La seriedad en la que se encuentra ella era bastante evidente y por mucho que quiero hacerle reír jugando con su mano mientras volamos de nada sirvió, sus ojos estaban mirando a un punto fijo.

—¿Te sientes bien? — me hago el tonto.

—Perfectamente.

—Me alegro— aclaré la garganta y recuesto mi cabeza sobre el asiento.

No añadimos más y ella no estaba con ganas de iniciar una conversación, así que cerré los ojos y descansé en todo el vuelo.

Dicen que mi frialdad es tan helada que congela a cualquier persona que se acerca a mí, y no les quito razón, no soy de sentimientos buenos hacia nadie, puedo tener días buenos y estar tranquilo e intentar ser agradable, pero cuando la tormenta se desata en mi interior todo se vuelve oscuro.

—Llegamos— anuncié al oír al capitán y ella estaba leyendo un libro—. ¿Y ese libro?

—Me lo prestó Ana.

—Ya veo, ¿y qué hay de especial en el que te tiene tan concentrada?

—Magia— contestó de manera fría.

—La misma que tú y yo tenemos— me rio de su comentario.

No contesta y vuelve a poner los ojos en las páginas de ese libro. El avión estaba aterrizando y nos encontrábamos pisando suelo italiano.

—No entiendo por qué quieres aparentar ser alguien común cuando tienes dinero para tener a un chofer esperando por ti en pista— arrugué la frente al oírla.

—¿Acaso el dinero es importante?

—No, bueno, supongo que no, pero cuando se tiene es mejor disfrutarlo, ¿no?

—Soy de los que se cansan con facilidad de las cosas que muchos quieren, me gusta pasar desapercibido y no llamar la atención de nadie, el dinero es bueno, pero también no es todo lo que uno necesita.

Entramos al taxi que pedí y nos llevó al hotel. No es cuestión de tener o no dinero, es suficiente que sepas cómo usarlo con cabeza, mi objetivo es no levantar sospechas de los hombres que me estaban controlando desde el otro lado del aeropuerto, algunos de mis socios italianos quieren garantizar su seguridad y que mejor que me vean indefenso.

—¿Compartiremos habitación? — se asombra cuando entramos a nuestra suite.

—Hemos compartido cosas más íntimas.

—Bueno, ya, pero lo nuestro es momentáneo, al menos así me dejaste claro las dos veces que me follaste.

Hago una mueca molesta y ella se encoge de hombros—. No estoy diciendo nada malo. Solo la realidad.

—Si fuera solo momentos lo que quisiera contigo ya te hubiera dejado ir, pero aquí estoy intentando no caer en lo que siento por ti para ser lastimado, engañado y no estoy dispuesto a que ninguna mujer juegue conmigo por muy que esté...— me detengo.

Se acerca a mí—. Termina la oración.

—Está todo dicho, demuéstrame que puedo confiar en ti y entonces hablaremos.

Salí de la suite y azoté la puerta de esta, ella causa lo bueno y lo malo de mí en cuestión de segundos.

Como dije desde un principio, no estoy dispuesto a jugar con una carta errónea, tengo que elegir la correcta para ganar.

—Esta noche es la fiesta, está todo bajo control. No se preocupe, comisario— hablo por teléfono mientras me tomaba un café en la cafetería del hotel.

Sigo sin saber que quiero hacer con Zoe, por una vez en mi vida tengo miedo, sí, temo que vuelva a ser el de antes de que mi madre se marchara y caer en las mentiras de una mujer, no quiero que sus besos se conviertan en mi anhelo, y lo peor de todo si eso llegase a suceder no sería capaz de dejarla con vida, no estoy dispuesto que nadie se ría de mí y menos Zoe.

Sigo sin saber que quiero hacer con Zoe, por una vez en mi vida tengo miedo, sí, temo que vuelva a ser el de antes de que mi madre se marchara y caer en las mentiras de una mujer, no quiero que sus besos se conviertan en mi anhelo, y lo peor de to...

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