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Edgar

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Edgar

Puedes mentir y engañar a los demás, pero hacerlo a ti mismo es como mirar a la lluvia y decir creerte que son rayos de sol los que caen cuando sabes muy bien que es lluvia fría que refresca el clima de tu alrededor.

¿La estaba provocando?
Sí, claro que lo hacía.
¿Me quemaba al hacerlo?
Totalmente.
Pero ¿me gustaba?
Mucho.
¿Iba a caer en mi propia trampa?
Lo dudo, pero no lo descarto.

—¿Dónde vamos, Edgar?

Zoe parece tensarse por no saber a dónde nos dirigíamos.

—Es una sorpresa para Alexander, no sigas, lo verás cuando estemos ahí.

Molesta, guardó ella silencio y no volvió a decir nada más durante todo el trayecto.

Había un lugar muy querido para mí, uno de los mejores sitios que pude encontrar para sentirme satisfecho de que lo que hacía era por algo bueno, un lugar que me salva de mis pesadillas y que nadie sabe de su existencia excepto Zeus.

—Llegamos— anuncié y Zoe sigue sin entender nada.

En un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad, se encontraba un campamento de acogida, sí, un lugar para los niños que fueron abandonados por sus padres y que en este lugar cuentan con monitores que son más que padres, profesores que se dejan el alma para educarlos, cocineros que les preparan las mejores comidas y camas que los calientan en las noches de invierno.

—Bienvenidos a corazones que laten.

Ese era el nombre del lugar, <<corazones que laten>>.

—¿Es una ONG?

—Nos gusta llamarlo campamento. — Dije.

Ella aún tiene la boca abierta de la sorpresa y repentinamente siento como los niños se echan encima del auto, desde que entre en prisión no los volví a ver, algunos chicos parecen nuevos, otros los conocía, pero crecieron.

—¿Es tuya? — pregunta Zoe sin entender nada.

—Es de todos. — Contesté con una sonrisa y abrí la puerta para salir a recibirlos con un gran abrazo.

Sé que soy una persona que no me tiembla el pulso a la hora de quitarle la vida a alguien, al igual que cuando tengo que cobrar una deuda pendiente, sea buena o mala la situación, yo me acoplo a ella, pero todos tenemos un lado débil y el mío fue este, ocultarme de quien soy para estos niños es como ocultarme de quien era para otros.

Siento la mirada de alguien en particular que se clavaba en mi ser en lo más profundo y sé que sus ojos me contemplan de diferente manera que lo había hecho antes, no hago caso a ellos, los evito y no miro hacia ella, porque hacerlo es darle a entender que era alguien que si tenía sentimiento y ella siempre me gritó que alguien como yo no podía amar a nadie.

Zoe

Chicos, este es mi hijo, él es Alexander. — Edgar carga a mi pequeño sobre sus hombros y lo presenta.

Los monitores se sorprenden, pero sonríen al darse cuenta de que lo decía en serio. Alexander disfruta al ver a niños de su edad y él va corriendo hacia ellos después de que Edgar lo soltara.

—Bienvenido de nuevo, señor— se acerca a nosotros una mujer de ojos verdes y con una gran melena recogida mientras el brillo de su piel morena deslumbra.

—Gracias, aquí estaré siempre, Josefina— Edgar sonríe y es la primera vez que lo veía así, sin dejar de sonreír en todo el rato.

¿Quién es este hombre?

—Lo sabemos, Zeus estuvo al pendiente de nosotros después de que estuvieras preso.

Sentí una amargura en mi interior.

—Ella es Zoe, la madre de mi hijo.

¿La madre de su hijo?, ¿ya está, esa es la única manera de presentarme ante esta mujer?, ¿dónde quedó ella es el amor de mi vida?

Bienvenida, Zoe.

Parece simpática, pero no me gusta, me siento mal al ver como caminaba al lado de Edgar mientras yo lo hacía detrás de ellos.

Edgar es lo que cualquier mujer quería tener a su lado, un hombre fuerte y guapo, cautivador para cualquiera, y yo era la tonta que lo metió preso sin darme cuenta de que lo único que hacía era matar lo que nació en su corazón por mí, y lo rematé ocultando la existencia de Alex.

¿Qué me pasaba? ¿Me he dado cuenta de que no le di la oportunidad que se merecía? Al fin y al cabo, todo lo que hizo fue por mi bien, incluso matando al egoísta del que supuestamente era mi padre, el que me puso como pagadora de su deuda.

—Edgar— llamé su atención al ver que estaba tan concentrado con esa mujer—. Iré con Alex

Detiene sus pasos.

—Vale.

Dijo y volvió a hablar con la tal Josefina.

Jamás pensé que detrás de esa fachada de hombre malo, peligroso y sin sentimientos se escondía una persona tan dedicada a algo más que a sí mismo, es impresionante el cúmulo de cosas que me ha hecho ver en tan solo unos minutos.

¿Vale? Solo dijo eso, <<vale>>, joder apenas me dio mi lugar. Esa mujer se lo llevó hablando y las ganas de cogerla del moño se me hacen insoportables y no, no estoy celosa, lo que estoy es molesta por no haberme presentado como la mujer de su vida, aunque ser la madre de su hijo es aún más importante.

—¡Uf! — bufé y me encaminé hacia mi pequeño.

—¡Uf! — bufé y me encaminé hacia mi pequeño

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