Solo había un objetivo en esta historia, matar a la hija del hombre que se metió con uno de los mafiosos más peligrosos del país, un hombre sin escrúpulos con un corazón de piedra que solo le importa su poder y lo que consiguió hasta ahora, ser el r...
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Continúa Zoe
Quisiera creer que Edgar no escuchó nada de lo que me dijo Ana, ya que no sabría si sería bueno enterarse de todo esto y que era capaz de hacerle a la pobre mujer.
—¿Qué os pasa? — cuestionó al vernos nerviosas.
—Nada— me acerco a él, pero Edgar sigue examinando a Ana y después deja caer su vista sobre mí.
Nos estaba estudiando.
—¿Desayunaste? — pregunté para desviar su mirada y que esta se relajara.
—No, pero...— vuelve a mirar a Ana.
—¿Te apetece desayunar en el jardín?
—Sí, vale.
Tiré de su mano y Ana asiente para que nos llevara el desayuno afuera, sujeto su mano y su altura me supera por muchos centímetros.
—¿De verdad que todo está bien?
Detengo sus pasos y me pongo frente a él —. Todo está bien, solo que a Ana se le cayó el plato y la estuve ayudando.
Suelto un beso en sus lindos labios y creo que esta vez sí me creyó, porque empezó a sonreír al ver que me puse de puntillas para llegar hasta su boca.
—¿Y contigo está todo bien?
—Lo está— no me mira y entendí que me estaba mintiendo.
—Vale— hago como que me lo creo.
El clima estaba perfecto, y su jardín es el mejor lugar que me gusta de esta casa—. Es la primera vez que desayuno en el jardín.
Me quedé sorprendida.
—¿Por qué?
—Quizás es porque mi tiempo estaba dedicado solo al trabajo y estar viajando muy seguido.
—Es triste— opiné y a lo lejos vi a Ana con el desayuno, me alcé y la ayudé con los platos.
—Gracias, querida.
Edgar la vuelve a examinar y luego agradeció por la comida.
—Lo que ocurrió esta madrugada fue cierto, ¿no?
Me sonrojé al recordar y no sabía si se refería al sexo que tuvimos, que fue una locura de placeres o cuando le dije que lo amaba.
—Me refiero a tu confesión— sonríe de lado y mi timidez aumenta más—. Eso es un sí.
Asentí— sí. Fue real y creo que es a lo que más tengo miedo, no a ti...
—Eso me lo dejaste claro— aclara al interrumpirme.
