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Edgar

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Edgar

Una simple palabra bastó para que Zoe dejara de pensar y centrarse en lo que su cuerpo le pedía. Su piel suave y su pelo despeinado se dejan ver sobre la almohada que tenía al lado, una ducha me refresca al llegar a casa y descubrir lo lindo que quedó la habitación de mi hijo, de cómo se le brillaron los ojos y disfruté cómo sonreía al ver muchos juguetes.

—¿Tienes frío? — pregunté al verla tapada con el nórdico hasta el cuello.

Recuerdo los días que ella era la compañera de mis noches, de mis besos, de mis brazos, verla de nuevo junto a mí, es como revivir el pasado que juntos dibujamos, las veces que la hice gemir de placer y ella a mí, pienso lo felices que habríamos sido si hubiera llegado a pedirle matrimonio como tenía planeado hacer.

—Pensándolo bien, no, de hecho, me estoy muriendo de calor— retira el edredón sobre ella, dejándome ver lo que no pensé encontrarme.

El panel de encaje que cubría su delicada piel hizo que molestara al león que llevaba dentro y que esté desease cazar su cuerpo, el negro de ese encaje tan provocativo resalta las maravillas de su cuerpo escondido por casi nada y dejando a la vista su excitante y resplandeciente piel.

—¿Qué haces? — fruncí el ceño en medio de una sonrisa de lado.

—Nada, ¿por?

—¿Desde cuándo te gusta dormir con encaje?

—Desde que me quedé soltera.

Alcé las cejas y suelto un suspiro molesto.

—¿Soltera? ¿Tú?

—Sí, yo, ¿de qué te sorprendes?

—De nada, solo que tu juego no va conmigo.

—Vale, pero no estoy jugando, solo intento dormir— cambia de postura y me deja ver su espalda descubierta y su encantador trasero.

¡Dios mío! — dije en mis adentros.

—¿No vas a dormir?

Vuelve a girarse al ver que aún repasaba su culo firme, que dejaba ver a través de ese encaje, las cuales sus curvas resaltaban, muy femeninas, con braguitas de tiro alto.

—¡Buenas noches! — dije metiéndome debajo del edredón, ahora el que tenía frío era yo, o mejor dicho el que si tenía que ocultar la evidencia del resultado de su encaje.

Vuelta y vuelta es lo único que hacía en medio de la cama, era imposible dormir mientras la sentía tan cerca de mí y a la vez tan inalcanzable. Ella parecía dormir pacíficamente, pero yo me moría de calor, mi desvelo fue por su provocación.

—Ya no queda nada de esa niña tímida— la miré.

No son horas de hablar solo porque parezco un lunático.

—No voy a derrumbar esa pared el primer día— vuelvo a decir.

Me duele la polla de las palpitaciones que lleva desde que se endureció al verla, lleva sin bajar desde hace horas y eso molesta demasiado por no decir que enloquece.

Dejé caer mi espalda sobre el cabecero de la cama mientras repaso cada centímetro de su anatomía, inicio por sus hombros hasta su nuca, la curva de su cuello como conecta a la perfección con su perfecto rostro, sus labios rosados son perfilados con arte, su respiración es música para mí, voy bajando por sus pechos perfectos y grandes, bien encajados a su cuerpo y con virtud exquisita. Me detengo en medio de estos y ojalá pudiera pasar mis labios y acabar mordiendo esos duros pezones que me llaman a gritos de silencios.

Pero es obvio que esto me está torturando más, mi erección persiste en desahogarse dentro de ella y la imaginación vuela a cuatro años atrás cuando en esta misma cama le hacía el amor.

—Joder— susurré ante el recuerdo.

Recuerdo cómo entraba y salía de su estrecho canal y como me apretaba más cuando la embestía.

—¡Oh, no! Mierda— digo al ver que no podía ante estas imágenes y me corrí sin hacer nada más que pensar, recordar y ver su cuerpo culpable de mi semen cubrir mi muslo derecho—. ¡Uf! Que desastre— añadí en voz baja y me alcé a darme una ducha.

La perfección adecuada de sus nalgas y los recuerdos me hicieron perder el control y mi amigo estaba bastante lleno, después de ella no hubo nadie más.

—¡Buenos días! — saludé al salir de la ducha ya vestido para irme a trabajar.

—¡Buenos días! — contestó, estirando su cuerpo recién levantado—. Espero que hayas dormido bien.

Se vacila de mí.

Ajustando la corbata me acerqué a Zoe y le eché un último vistazo a esa tela que ayer hizo que me corriera.

—Tan bien o mejor que tú— le doy una palmada en la nalga y ella se sobresalta.

—No tienes derecho a tocar lo prohibido para ti— anuncia y esboza una sonrisa—. Al igual que yo, no tengo derecho de preguntarte sobre tu vida personal.

Paso mi mano sobre la nuca y muerdo el labio mientras intento evitar romper la pared que construimos juntos.

—No me desafíes— eso fue lo único que dije y ella se alzó de la cama con ganas de hacerlo, ¿me estaba desafiando?

—Solo hazlo— estamos frente a frente—venga, vamos, rompe esa pared y asume tu derrota.

Aclaré la garganta e intento que mi autocontrol vuelva a mí.

—Intenta dormir con pijamas más decentes— le digo.

Pero al parecer eso desencadenó la discusión que quería evitar.

—¿Más decente? Mira quien fue hablar el que lleva provocándome desde que llegué a esta casa.

Cierto es que a veces quería molestarla y la mejor manera era mostrarle la mitad de lo que ella quería ver.

—Eso no es cierto— alcé un poco la voz.

—Edgar, lo es, además ¿qué tiene de malo dormir con este camisón?, es muy cómodo para mí y me... me gusta.

—Solo haz lo que te digo y podremos vivir pacíficamente— añadí y salí de la habitación y la dejé gritando a mis espaldas

Apenas había comenzado a jugar con mi debilidad y ya me estaba cansado de esta estupidez.

Apenas había comenzado a jugar con mi debilidad y ya me estaba cansado de esta estupidez

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