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Edgar

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Edgar

Ella es el miedo que temo por segundos, porque con tan solo verla me siento elevado por su mirada, por su corazón y por su forma de ser, la seguiría y caminaría con ella a oscuras sin duda alguna a darme contra algo, a tropezar o a caer, era miedo lo que sentía por ella, pero de perderla, de que su corazón se diera cuenta de que yo no era lo que necesitaba, que después de cuatro años, ha estado mejor sin mí, que conmigo, pero ahora todo era diferente, ahora tenía una razón tan poderosa que retenerla a mi lado era lo más fácil que existía, y es por la existencia de mi hijo. ¡Dios mío! Me había convertido en padre, tenía a alguien de mi propia sangre y hecho con mucho amor y pasión, ahora Alexander se volvió la luz que necesitaba para concluir una vida que no deseaba para mi hijo, que no quiero que mi historia se repita por culpa de mis errores.

—¿Sabe que existo? — pregunté mientras conducía a mi casa.

—Sí.

Concluyó Zoe desde los asientos traseros.

—¿Qué le dijiste?

—Que su padre estaba en un lugar lejano, trabajando.

Curvo los labios por la ironía que sentía en esas palabras.

—Y tan lejano.

La miré desde el espejo retrovisor y vi como Zoe puso los ojos en blanco.

La vida es muy frágil y rápido se va, rápido acaba cuando todo en sí estaba rodeado de matar y ganar mucho dinero, ahora era una lucha constante con mi propio ego, el cual se vio lastimado por la mujer que amo.

—¿Te das cuenta de que estás repitiendo la misma historia de cómo nos conocimos?

—En eso te equivocas, no te estoy reteniendo, no te he secuestrado, tu misma estás aceptando ir conmigo.

—¡Por mi hijo!

—Entonces entenderás que tengo el mismo derecho que tú, Alexander también es mi hijo.

La hago callar con mis palabras

—Si no quieres estar en mi casa, te puedes ir cuando quieras, no te suplicaré que te quedes ni mucho menos que lo hagas en contra de tu voluntad.

—Sabes que no puedo dejar a Alex solo, es como abandonar a mi alma.

—Entonces pórtate bien y deja de volverme loco, joder, Zoe, eres lo único que he querido, pero basta, suficiente con tantas tonterías.

Apreté el volante y juro que intento controlarme, pero sigue siendo la misma niña que sabía cómo provocarme.

Zoe

Al llegar a su casa, la cual sigue siendo la misma, mi cuerpo se estremeció y reaccioné al sentirme dentro de ella como si los recuerdos pasaran a cámara rápida por mi mente, él mismo lugar que pisé hace cuatro años y que he vivido de todo en estas cuatro paredes.

—¿Recuerdas ese sofá? — susurró a mi oído al verme con los pelos de punta mientras él cargaba a nuestro hijo.

Miré al sofá que tanto placer me dio Edgar en él—. Lástima que no podrás volver a experimentarlo de nuevo.

Lo miré y mojé los labios porque ya me sentía mojada con tan solo recordar y la sequedad de mi garganta fue a causa de que confirmó que no habrá nada más entre nosotros.

¿Era lo que quería?, ¿solo ser la madre de su hijo? Claro que era lo que quería, entre él y yo no habrá nada más que ese contacto porque aún no he olvidado todo lo que me hizo, y al parecer él no estaba dispuesto a poner de su parte.

—Bienvenida de nuevo a la habitación del terror— dijo al entrar a la habitación que había junto a la suya, donde me quedé las primeras semanas.

Suspiré —ven, mi amor— cojo a Alex que yacía en los brazos de Edgar—. ¡Buenas noches!

Añadí mirándolo y ese <<buenas noches>> fue como cerrar el tema y echarlo fuera de la habitación.

Tenía suficiente por hoy, nuevamente Edgar cambió mi vida en cuestión de horas.

¿Qué había cambiado después de declarar en contra de Edgar?, ¿qué era lo que había dejado de tener por mi estúpida denuncia?, ¿qué siguiera siendo la misma persona o peor aún, me guardaba rencor? Me miraba de igual manera, pero con subtítulos debajo. No era lo que deseaba después de cuatro años lejos de él, no quería que mi hijo se viera involucrado con el poderoso y temido rey de la mafia.

—¡Buenos días, hija! — Ana tocó dos veces la puerta de la habitación mientras mi cuerpo permanecía sentado sobre la cama y Alex aún dormía.

Me sentí feliz al ver a Ana, ella siempre fue especial para mí, aunque me siento mal por no escucharla cuando me suplicó que retirara la denuncia.

—¡Ay, Ana! ¡No sabes lo que te extrañé! — nos abrazamos y ella llena sus ojos de lágrimas.

—Sé que Edgar es cabezón a la hora de amar, y creo que al ver a mi querido nieto se enamoró como idiota.

Miro a mi pequeño y sus ojos se iluminaron.

—Perdóname, hice mal en no contártelo.

Ella empezó a mover la cabeza y sostuvo mis manos—. No me pidas disculpas, ahora que estás aquí de nuevo y con una gran bendición, para mí eso es suficiente.

Vuelve sus ojos hacia mí y la volví abrazar.

—Sigue sin saberlo, ¿no?

—Sigue sin saberlo.

Ana siempre callará por miedo a perder a su hijo, igual que yo, me callaría todo para que Alex esté bien.

—Ahora eres madre, me entenderás mejor.

Asentí y dejé que se acercara a su nieto.

—Es igualito que Edgar, es igual— se vuelve a emocionar.

—Lo es, su viva imagen.

—Mi vida, qué pequeño eres— añade Ana acariciándole la mano.

Me sentí satisfecha al ver que mi hijo tenía una increíble abuela.

—Espero que Edgar sea capaz de ver que esta vez tiene la oportunidad de formar una hermosa familia, y que se aleje de ese mundo antes de que sea demasiado tarde.

—Ana... Entre Edgar y yo no habrá nada más que ser los padres de Alex.

Ella sonrió y bajó la mirada.

—Eso lo dices ahora, pero créeme que ese amor que sientes por él volverá a renacer en el momento menos esperado, y gracias a eso olvidarás todo lo malo para disfrutar de mi hijo, aunque él sea duro de roer, pero sabiendo cómo eres le romperás los miles de corazas que se formó a su alrededor y acabarás por tocar lo más profundo de él, su corazón. Ya lo hiciste una vez, la segunda es más fácil.

 Ya lo hiciste una vez, la segunda es más fácil

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