Edgar
Soy fan de sus ojos, fan de sus labios y de sus muecas, fan de su sonrisa y de sus lágrimas, me declaro fan de sus curvas y de su pequeño cuerpo, soy consciente de devorarlas como bestia y protegerla emocionalmente como nadie, pero también soy consecuente con mis responsabilidades y entre ellas es la seriedad en la que quiero seguir caminando a su lado. Por muy malo que llegue a ser, con Zoe quiero ser todo lo contrario.
—¡Disculpe, señor! — Ana se disculpa por interrumpir mi conversación con Zoe.
—No te preocupes— Zoe se adelantó en contestar y solo la miré a ella, olvidándome de Ana.
—Y tan diferente— musité y ella me miró.
Es de carácter fuerte, pero sensible, explosiva, llorona, nerviosa tal vez, y a todo eso nunca deja de mostrar su belleza interior, su honestidad, su bondad, todo lo contrario, a mí.
—¿Dijiste algo? — negué—. Cuéntame más— me pide.
Que le podía contar de mí que sea bueno, prácticamente nada, todos los años vividos después de que asesinaran a mi padre, fue pura sangre a mi alrededor, no tengo una historia que ella pueda escuchar, al contrario, las que tengo son para perderla más y más.
—No tengo mucho que contar, Zoe. Mi vida después de que mataran a mi padre fue entre armas y...
—Ya, entiendo. Pero cuéntame qué es lo que te gusta, no sé algo más.
—Mm... bueno, me gusta leer, pero no lo hago porque no tengo tiempo, soy de los que apenas duermen más de cuatro horas y mis manos son capaces de hacer muchas cosas que otros no pueden hacer.
Zoe se atraganta con su propia saliva y empieza a toser, me reí porque sabía que se había atragantado con lo que le dije.
—Eso no me lo esperaba— habla con dificultad.
Le ofrezco un vaso de agua y se calma.
—¿Mejor?
— Sí.
—No he dicho nada raro, mis manos pueden quitar la vida a alguien y también dar placer.
—No me des detalles— me pide.
Se hace el silencio mientras la miro y ella baja la mirada.
—Si te diera la libertad ahora mismo, ¿te irías de mi lado?
Alzó sus ojos de nuevo, encontrándose con mi pregunta.
—No entiendo.
—¿Qué es lo que no entiendes?
—¿Me estás diciendo que si aceptaría mi libertad?
Asentí.
Y sin pensarlo mucho contestó—. Sin duda alguna la aceptaría, me olvidaría de todo esto y continuaría con mi vida.
—¿Junto a ese nerd?
—No sé, después de lo que ha pasado entre nosotros, soy incapaz de mirarlo a la cara.
—Porque lo engañaste conmigo — concluí por ella—. Bien, prepárate, saldremos.
Ella frunce el ceño y yo ya estaba más que tenso por su respuesta, pero no estaba dispuesto a perder el control, era evidente que aceptaría su libertad antes que quedarse a mi lado.
—¿Dónde vamos? — preguntó, pero no contesté.
—Llegamos— anuncié.
—¿Pero ¿qué hacemos aquí? Esta es la casa de Luis.
—Tienes permiso para ir a buscarlo. Ve y llama a su puerta.
—¿Estás de coña?
Negué muy serio.
—Ve y habla con él y tal vez te sorprendas de muchas cosas.
No dijo más y al minuto inició sus pasos hacia la entrada de esa casa.
A la espera de que hoy cambien muchas cosas, Zeus me llama.
—Jefe, listo. La mujer de JD aceptó su ayuda.
—Bien. Ahora quiero que viajes a Italia y sigas tú mismo al marica del asesino de mi padre, sus días están contados.
Estaba por concluir algo que llevo años estudiando. Vengaré la sangre derramada del hombre que me dio todo.
Mis brazos estaban cruzados y mi cuerpo apoyado contra el coche, espero a Zoe como si estuviera esperando el mismo aire que necesito para respirar, pero al menos me consuela que esta espera habrá valido la pena.
—Uf... vamos— suspiré mirando el reloj, habían pasado diez minutos y ya estaba desesperado.
No sé de dónde he sacado esta paciencia, pero juro que está estaba llegando a su fin.
Segundos más tarde la veo salir de aquella puerta de ese edificio y se acercó a mí. Sus ojos estaban mojados y su nariz roja.
Se había enterado y vio la perfecta evidencia para creerlo.
—Eres peor que ese desgraciado, fuiste capaz de traerme hasta aquí para lastimarme de nuevo — gritó en llanto—. Te odio, ¿entendiste? Te odio y jamás te voy a amar— golpea mi pecho y se aleja de mí a consecuencia de eso, trato de no retenerla, pero las ganas me pueden.
—Entra al coche y si quieres enfadarte lo haces en mi casa— ordené.
—¿Por qué me hiciste esto, Edgar? No era mejor que me lo dijeras y listo.
—Era necesario que lo vieras con tus ojos.
—No lo era, me duele el corazón. Me duele todo y gracias a ti estoy perdida.
Cae en mis brazos y la abracé con fuerzas y acabó sollozando en mi pecho haciendo que mi corazón se partiera en mil y un pedazos.
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Raptada por error
RomanceSolo había un objetivo en esta historia, matar a la hija del hombre que se metió con uno de los mafiosos más peligrosos del país, un hombre sin escrúpulos con un corazón de piedra que solo le importa su poder y lo que consiguió hasta ahora, ser el r...