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Edgar

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Edgar

Sabía que en el mundo dónde estaba metiendo a Zoe no era bueno, era consciente que podía salir lastimada por personas que gobierno, ya que hasta ahora no tenía por donde atacarme o hacerme daño, pero ahora sí, y eso es lo que más me preocupaba.

Almorzar en medio de ese bosque bajo el techo de esa caja de cristal que era lo más bonito del lugar era el plan perfecto. Pero no pensé que me pediría tal cosa. Dejar mi mundo es como dejar lo que soy realmente y ser otra persona que detesto.

—Es hermoso el lugar, creo que se volverá mi lugar favorito.

—En ese caso, es tuyo.

—¿Qué? No entendí.

—Que tu lugar favorito es tuyo, te lo regalo.

Ella ensancha los ojos y por poco deja de respirar al atragantarse.

—¿Es tuyo? — cuestiona al recuperar la compostura.

—Lo era, ahora es tuyo.

Nunca puedes saber lo que te puede pasar. Jamás esperamos que nos pasen cosas como la que me pasó con Zoe, y el ansia de confesarles la verdad a Zoe sobre mí es algo que me deja sin respuesta a mí mismo, intento dejar una puerta abierta y seguir para confiar, es como dejar una esperanza en el aire, pero temo perderla de verdad.

—¿Es mío ahora?, ¿en serio?

—En serio, mi niña. Ahora es tuyo y considéralo como una disculpa por todo lo que te hice, por tenerte a la fuerza y por querer castigarte a cada rato.

Ella se llena los ojos de lágrimas y sin dudarlo voy corriendo a retenerlas.

—¡Ey! No quiero que llores. No lo hagas y menos cerca de mí, no por mi culpa.

—No es tu culpa, sino que lloro por cómo alguien como tú cambió su actitud y estás siendo el hombre más delicado que nunca conocí.

Me alegra escuchar eso, ya que mi delicadeza con los demás no es la mejor y mucho menos sabía cómo tratarlos.

—Eres increíble, Edgar, y ahora sé que muchas querían estar aquí en mi lugar y tenerte tan de cerca, pero me pregunto ¿soy la que mereces? Realmente es bueno tenerme a tu lado.

Arrugué la frente y mi pecho se encogió—. Claro que lo eres. Tú, tú y nadie más que tú tienes el poder de ser lo que soy ahora. No quiero a ninguna que no seas tú. Y si algún día tienes que decidir entre tú y yo, está claro que quiero que te escojas a ti.

—No me digas eso.

—Es la verdad, eres...

—Para... me asusta oír eso de ti, Edgar.

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