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Zoe

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Zoe

Me la paso buscando una simple razón para dejarme llevar por Edgar, el día que lo conocí temblé por miedo, por su mirada que estaba llena de terror sin perder su belleza, pero ayer cuando me besaba todo cambió y dio un giro en mi interior y quería más y más. Quería llegar con él a lo prohibido, pero la imagen de Luis y como me trató este peligroso hombre me hicieron parar causando en él un enfado evidente.

—¡Buenos días! — saludé a Ana al bajar y entrar a la cocina. Mis ojos miraban a los lados, a mis espaldas, con la esperanza de ver a Edgar, pero no estaba.

—¡Buenos días!, ¿quieres desayunar?

Asentí — ¿Edgar está en casa?

—No, salió de viaje.

Alcé las cejas y me sentí decepcionada—. ¿Y cuándo regresa?

—No lo sé, hija. No dijo nada sobre su regreso.

—Vale— murmuré y estaba hecha una mierda escondiendo el dolor que me causó al saber que se fue y no se despidió. ¿Es que acaso lo que pasó ayer no fue nada para él?

—Ingenua, tonta— me repite mi subconsciente.

—¿No dijo nada de mí?

No sé hasta dónde quería llegar con las preguntas, pero las necesito hacerlas y tal vez alguna respuesta me alivie el ardor que siento en mi pecho.

—Que te cuidará. Que estuviera al pendiente de ti.

Hice una mueca y le di un sorbo al café.

Si dejó a Ana a cargo es porque piensa que voy a hacer algo.

Al terminar de desayunar, caminé hasta mi habitación, pero antes de entrar en la mía, miro la puerta de Edgar, siendo sigilosa, abrí lentamente esta y vi su lujosa habitación, la cama era enorme, cubiertas por unas sábanas de seda grises y sin dudarlo recorrí la estancia detallando cada detalle de donde él dormía.

Sus perfumes eran bastante caros, sus trajes muy elegantes y de los mejores diseñadores, pero sin esperarme me encuentro con un traje bastante extraño. Sacudí la cabeza al ver ropa de policía y segundos después me vinieron las imágenes de los agentes cuando le llamaron "inspector".

—¿No es cierto? — dije en voz baja alejándome de su vestidor.

—Zoe— la voz de Ana suena a mis espaldas y me espanto porque no la oí entrar.

—Oh, disculpa. No sé qué hago aquí.

Ella me sonríe y yo salgo de ese lugar con el alma encogida.

Normalmente, tendría que pensar que un agente de la ley no puede ser el hombre más peligroso que existe. Él no puede ser lo que yo creo y a la vez un asesino.

Raptada por errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora