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 Zoe

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 Zoe

Sabía que mi libertad no era completa, al igual que todo se trasformó a mi alrededor, pero era mejor que nada, al menos puedo seguir creciendo a mi manera y dejar que el tiempo decida sobre Edgar y yo. Y tal vez nuestra historia sea digna de contar algún día y sobre todo la forma en la que nos conocimos.

Hoy en día me despierto y lo primero que hago es buscarlo en la cama, esa es mi primera misión del día y al sentirlo a mi lado sé que ese día pasará bien.

Aunque también a veces se me pasa por la mente, caminar sola y abandonarlo, no sé al mirarlo sus ojos me dicen que todo lo que me sigue ocultando es la necedad que me lleva a la ira interior y me llego a preguntar, ¿será así siempre?

—Zoe— escuché a Zeus llamarme a la salida de la universidad.

Estas últimas semanas que fueron pasando estuvo desaparecido porque no se dejó ver por casa de Edgar y eso era raro de él.

¿Qué hacía aquí?

—Edgar te espera, ¿me acompañas?

Asentí y me despedí de Sandra, pero a lo lejos vi a Claudia que me miraba de una manera que me dolió el estómago.

—Dame un segundo — le pedí para acercarme a ella.

—No es necesario que me digas nada, se te acabó el dinero de mi padre y ahora tienes a quien te mantiene, lástima que sus días están por llegar.

Fruncí el ceño y siento una cubeta llena de mierda caer sobre mis hombros.

—No te entiendo, Claudia. A pesar de que sabes todo lo que he vivido por ti, sigues diciéndome a la cara algo que no es verdad.

—No te pedí que lo hicieras.

—Y aun así pienso que lo volvería hacer porque una amiga de verdad hace eso y más por la otra, te sentí como mi hermana y siempre fue así, y nada de lo que tú y tu padre me ayudaron lo quise aceptar, pero ustedes...

Dejé de hablar porque estaba malgastando mi saliva por nada.

—Por mucho que te diga, ya la guerra me la declaraste. Está bien. Haz lo que tengas que hacer que de alguna manera te devolveré los favores que me hiciste.

Terminé por concluir y me alejé de ella para ir en el coche de Zeus que me esperaba.

Mis ojos picaban mientras el trayecto hacia Edgar se hacía largo, empecé a recordar las risas y los momentos tan especiales que pasé con ella y con Richard. Todo era triste ahora mismo y oculté mi rostro entre mis manos e incliné la cabeza para que Zeus no me viera llorar.

Aunque intenté ser feliz por mí misma es imposible porque muchos cabos sueltos andan a mi alrededor y mientras no se aten cada uno jamás seré alguien que viva con una sonrisa.

—¿Y esto? — cuestioné anonadada al ver donde estaba.

Era un almacén de cristal cubierto de flores en el exterior y en su interior había un camino de globos y una hermosa mesa en el centro del lugar, Edgar me esperaba ahí y mis pasos eran lentos sin dejar de admirar la hermosa sorpresa que me preparó.

—Eres mi tesoro más valioso, Zoe.

Dijo nada más tenerme a su lado y sus palabras captaron toda mi atención, la cual aún estaba en la decoración.

Sonreí, pero no dije nada.

—Lo más bonito que me pasó fuiste tú, mi tesoro, y ahora sé que querer es igual que darlo todo por alguien, y por ti lo doy todo.

Mis ojos vuelven a llover.

—¿Lo darías todo?

—Sí— une su frente a la mía y cierra sus ojos.

—Entonces sé un nuevo hombre, aléjate de lo malo y dedícate a destruirlos a todos como inspector que eres. Solo así seré tuya para siempre.

Él sabía que tarde o temprano le iba a sacar el tema y hoy era el momento, el mejor lugar donde lo romántico calmará su enojo por las palabras que estaba por decirle.

—No es fácil. Lo que soy me debe acompañar hasta la muerte.

Sigue con la misma posición y habla calmado.

—Te amo y no quiero que el hombre por el que tanto siento sea la persona con menos escrúpulos que existe sobre la tierra, no quiero que tus manos se sigan manchando de sangre— hago que me mire y le sujeté las manos las cuales besé.

—Es difícil, amo lo que soy y eso es...

—Entonces no me amas tanto como dices.

—Lo hago.

—Sé que solo soy una niña de diecinueve años y que apenas estoy empezando a vivir, por eso quiero hacerlo contigo, a tu lado y sin miedos.

—No dejaría que nadie te tocará.

—No me entiendes, mi amor.

—¿Tu amor?

—Sí, así es, mi amor, mi único amor, y ahora parezco una loca que estoy pidiéndole al monarca de la mafia que deje de serlo.

Suelto una sonrisa llena de sarcasmos.

—Es una locura que lo estés haciendo— corrobora con una media sonrisa

—Edgar... yo...

—Tú y yo estaremos bien por muy qué me siga ensuciando las manos de sangre.

Acaba por decir y cierra mi boca con la suya y me ahogué en ella, entendía que no podía alejarse de ese mundo así sin más, y mucho menos por el simple hecho de que se lo haya pedido.

Acaba por decir y cierra mi boca con la suya y me ahogué en ella, entendía que no podía alejarse de ese mundo así sin más, y mucho menos por el simple hecho de que se lo haya pedido

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