Zoe
Maldición, maldición y mil veces maldición, no estaba para tener pleitos con Edgar y muchos menos hacerlo enojar y aquí estaba, helada por su mirada tan profunda, me estaba ahogando en un vaso por querer llevarle la contraria.
—Joder— grité y decidí no entrar, mis piernas empiezan a caminar alejándome de la casa de Claudia.
Desconocía totalmente la intención que tenía Claudia, no sabía si estaba dispuesta a arreglarlo todo entre nosotras o causarme más problemas de los que ya me metí por ella, pero si Edgar no quiere que nos encontremos es por algo y sé que no es nada bueno.
—Vamos, contesta— le llamo insistentemente, pero él no me coge las llamadas.
Solo quiero que sepas que estoy de camino a tu casa— le escribí un mensaje para tranquilizarlo, aunque me imagino que ya lo sabrá, ya que uno de sus empleados me sigue discretamente.
A veces siento que mi alma ya no sabe en qué cuerpo habita, noto como apenas puedo resistir a este mundo que desde luego no elegí.
Ahora que estoy sentada en medio de un parque mirando a los niños que juegan felizmente, llego a preguntarme ¿qué es lo que me esperaba en un futuro próximo? ¿Algún día podré seguir sola y sin poder mirar atrás por lo que siento por este hombre?
Solo tengo diecinueve años y he llegado a ver lo que jamás pensé que vería, ¿y ahora qué?, ¿qué más me espera?No sé cuánto tiempo pasó, ni cómo me había quedado perdida en mis pensamientos en aquel parque, pero cuando me quise dar cuenta la tarde había transcurrido y mi estómago empezó a pedirme alimentos, de hecho, creo que este fue el despertador que me hizo despertar del trance tan profundo en el que me encontraba.
Me encuentro a un Zeus cansado en la puerta de la entrada de la casa de Edgar, me mira preocupado, pero este se hizo a un lado y pude acceder después de saludarlo.
Al entrar dentro, había un gran silencio, al parecer Edgar no estaba y Ana tampoco porque la busqué en la cocina y no la encontré.
Caminé hacia la habitación y me meto en la ducha mientras pienso si Edgar aún seguía enfadado.
Relajé cada una de mis extremidades y tomo una calada de aire fresco en la terraza de su enorme habitación, estaba atardeciendo y unas hermosas vistas me regaló su jardín.
Sin esperar más, bajé escaleras abajo y abrí la nevera en busca de alimentos, pero todo lo que estaba viendo me daba arcadas.
—Limón.
Lavé la pieza y la corté en rodajas para luego sacar con los labios el jugo de estos.
Era bastante ácida y aun así me gustó.
—Qué raro— añadí confusa y luego continué saboreando la que ahora es mi fruta favorita.
Cinco minutos más tarde me encontraba en el jardín mientras pienso si llamar o no a Edgar, pero estos pensamientos no duraron tanto porque su voz se hizo presente ante mis oídos.
Tenía las mangas de la camisa remangadas, también se notaba cansado y algo molesto, pero no pregunté, no quise arriesgarme a hacerlo enfadar.
—¡Hola! — contesté a su saludo.
—Me alegra saber que no fuiste a ver a esa amiga tuya, pero eso no significa que la forma en la que me desobedeciste y en cómo me miraste antes la haya olvidado.
—No pretendía desobedecerte, pero debes entender que no eres mi dueño y por mucho que te ame no dejaré que tomes el control de mi vida, solo tengo diecinueve años, no puedes atarme a ti sin más.
—Te di tu libertad y la rechazaste.
—¿Crees que soy tonta, Edgar? Claro que no me la diste, me estabas probando y ver hasta qué punto quería estar contigo.
Curva sus labios y mi cuerpo estaba tenso, llevo cargando con esta locura desde que lo conocí y me di cuenta de que lo amaba.
Y ciertamente con esa sonrisa solo me confirmó que no estaba equivocada.
—Y acerté— concluyó y asentí como tonta.
—Siempre aciertas, pero llegará el día en el que no lo harás.
Quise alejarme de él antes de que esto fuera a más, pero al pasar por su lado, me detuvo sujetándome del brazo.
—Lo siento— me mira fijamente a los ojos.
—No lo sientas.
—Te convertiste en una parte esencial de mi vida y ten claro que no deseaba esto, pero sucedió.
—Perdiste el control de tus emociones y te enamoraste de la menos indicada, aun así, sigo creyendo que algún día cambiaras por mí.
No dijo nada y eso me dejó claro que no estaba dispuestos a hacerlo y menos por mí.
—Claudia se alió con uno de los malos, él está siendo investigado por la Interpol y yo llevo la investigación por ellos, pero también debes saber que tengo varios negocios con él.
Ensanché los ojos y por primera vez, Edgar se estaba sincerando y contándomelo todo, bueno, casi todo.
—No quiero que te pase nada malo, y si esa niña se alió con ese hombre no es por algo bueno.
—Yo...
No sabía qué decir.
—No digas nada, para mí es suficiente que confíes en mí.
—Lo siento.
Esta vez la que se disculpa soy yo.
—No lo sientas— dice lo mismo que dije hace unos minutos—. Te amo, mi tesoro.
—Yo también lo hago, créeme que eres una excepción demasiado bonita.
Sonrió y este sujetó entre sus manos mi rostro para dejar un cálido y deseado beso en mi boca.
ESTÁS LEYENDO
Raptada por error
RomanceSolo había un objetivo en esta historia, matar a la hija del hombre que se metió con uno de los mafiosos más peligrosos del país, un hombre sin escrúpulos con un corazón de piedra que solo le importa su poder y lo que consiguió hasta ahora, ser el r...