Edgar
Existen dos tipos de personas, las que se quedan en tu vida para cambiarla de repente y las que pasan de paso y te las arruinan por completo, la existencia de Zoe es la razón por la que mi vida se complicó después de dejar que entrara donde juré que nadie se acercaría, pero también sé la clase de mujer que es y de lo que es capaz cuando se siente herida.
—Desde que te encerraron, ningún investigador a cargo de capturar a Antón lo pudo hacer— Zeus me informa.
—Mejor, ¿no? — aclaré la garganta mientras miraba cada segundo hacia las escaleras para ver si Zoe bajaba con mi hijo.
—Jefe, sé que fue repentino todo esto nuevo que te estaba sucediendo, pero, quiero que sepas que hacer las cosas bien es la mejor opción que le puedes dar a esa criatura que estoy seguro de que se ganó tu corazón.
Sonreí de lado —. ¿Cómo es ser un buen padre? No sé si después de todo el mío fue el mejor, pero nadie nace sabiendo ser padre de alguien más.
—El instinto, es lo que nos lleva a ser padres, el querer proteger, educar y hacer feliz a un pequeño ser que solo depende de dos personas, una madre y un padre.
Pensar es lo único que hago desde que salí de la cárcel. La noche de ayer me la pasé igual y ahora mismo me vuelvo a perder en los pensamientos de que tenía que cambiar para ser quien quiero ser, el padre de Alexander.
—Intenta pasarle información como hacías antes a la policía sobre Antón, también quiero que te encargues de romper cualquier lazo que nos une.
—Vale, ¿y qué me dices de la cuenta que va destinada a ...? — se detiene al escuchar a Zoe bajar por las escaleras.
—Iré a visitarlos lo antes posible— añadí y se marchó.
Volteé hacia ellos y el pequeño me estaba mirando neutro, sin expresión mientras Zoe lo sujetaba de la mano.
—¡Hola, pequeño! — me puse de cuclillas y acaricié con el dorso de mi dedo su diminuto brazo.
Reacciona a mi caricia y sonríe.
Un enternecimiento se propaga en mi pecho y mi mano derecha va a parar sobre este porque me presionaba a tal punto que, mi corazón quiere abandonar mi cuerpo.
—¡Buenos días! — Me alcé y miré a Zoe a los ojos, ella contiene la respiración y después baja la mirada y me devuelve el saludo—. Espero que haya pasado buena noche— dije nuevamente señalando al niño con la mirada.
—Sí, apenas se despertó.
Volví a dedicarle otra mirada que duró segundos sobre ella, y luego pedirle a mi pequeño que me diera su mano para llevarlo hasta la mesa.
—¿Me das la mano?
Al principio se resistió, pero Zoe le explicó que yo era como ella, su papá.
—Papi— dijo con esa voz y no tardé en reaccionar a su llamada porque lo abracé fuertemente a mi tórax y empecé a llorar como el día que mataron a mi padre.
—Sí, mi amor. Así es, soy tu papá.
Retiré las lágrimas que habían salido y alcé ligeramente los ojos hacia Zoe que dejó de mirarme.
Desayuno feliz mientras me encargaran de limpiarle la boca cada vez que se la manchaba con la mermelada, era un sentimiento diferente, único e inigualable, tal como me lo describió Zeus en su día.
—Ve con Ana que te lavará las manos— Zoe le pide a Alexander y él obedece.
Al quedarnos solos ella me mira y toda sonrisa que mostraba mi rostro desaparece al tenerla frente a frente.
—Mi vida continuó después de ti...
—Hasta ahí lo tengo claro.
—Bien, entonces entenderás que no quiero vivir aquí, que toda esta casa me recuerda los momentos en los que me lastimaste. Con ya solo pensar en ese sótano se me eriza la piel.
—¿El sótano? — recalqué esa palabra.
—Sí, el sótano.
Aclaré la garganta y le pedí que me acompañara.
—¿Dónde vamos? — dice al verme a punto de bajar escaleras abajo a ese lugar.
—Al encuentro con tu pesadilla.
—Edgar, no.
Sujeta mi mano y me hace girar hacia ella, decir que ese lapso en la que sentí su piel cerca de la mía es la simpleza de algo perfecto, me encantaba tenerla a tan pocos centímetros, sus ojos complacen los míos y sus labios cautivaban de nuevo mi atención.
—No quiero entrar ahí.
—Ya no soy ese monstruo, no soy el hombre que dejaste en el pasado, no lo volveré a ser por muy qué me veas físicamente cambiado. Así que para cambiar mi vida prometí empezar por cerrar para siempre ese agujero.
Su rostro desconcertado trataba de leer las pequeñas líneas que había detrás de mis palabras, pero esta vez no las había. No había letras pequeñas ni nada escondido detrás de lo que decía.
Abrí la puerta y lo único que había era unas escaleras sin entrada ni salida a ningún sitio, porque la puerta había desaparecido.
—Ya no está, ese lugar dejó de existir cuando me di cuenta de que había lastimado en él a la persona más importante que llegue a conocer, tú.
Me suelto de su agarre y la dejé pasmada ante esas escaleras que no llevaban a nada.
Camino decidido y seguro de que había hecho bien, de que supiera que ese sótano que tanto la lastimó ya no estaba.
—Papi— grita Alexander al verme entrar de nuevo al salón.
—Ven aquí— lo cargo en mis brazos y este se sienta sobre mí.
—Tienes muchos dibujos en las manos— dice con esa voz tan fina y pequeña.
Zoe entra al salón después de tomar asiento en el sofá, la miré de reojo mientras le contaba que significaban mis nuevos tatuajes.
—Este corazón partido entre estos tubos largos, quiere decir que un día mi corazón estaba retenido en contra de su voluntad mientras se rompía por extrañar a alguien.
El niño sonreía y era muy pequeño para entender, pero quería decirlo.
—Como todos nos sentimos algún día— Zoe habla y su comentario me saca una sonrisa.
—Así es, como todos— reiteré.
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Raptada por error
RomanceSolo había un objetivo en esta historia, matar a la hija del hombre que se metió con uno de los mafiosos más peligrosos del país, un hombre sin escrúpulos con un corazón de piedra que solo le importa su poder y lo que consiguió hasta ahora, ser el r...