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Continúa Zoe

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Continúa Zoe.

¿Acaso es lo que tenía que suceder para darme cuenta de que no era más que un favor lo que me hacía? Siempre digo que la mano que da es la mejor de la que recibe, pero con condiciones, que la que da no lo reproche después, y Claudia lo acaba de hacer dejándome las cosas bastante claras.

—El señor se tuvo que ir, pero me ordenó que le llevara a casa— me dijo el guardia que dejó Edgar a la salida de la casa de Claudia.

Mis ojos dolían de tanto llorar, me dolía el alma y estaba hecha pedazos, mi celular no dejó de sonar por las llamadas de Luis y acabé por apagarlo y olvidarme de todo para cerrar los ojos.

No sé cuándo tiempo pasó ni cuando sucedió, porque las manos de Edgar llenaban mi piel de caricias, las cuales me despertaron y solo quise alejarme de su tacto.

—¡Hola! — musitó y sonrió mientras pasa su mano sobre mi rostro—. ¿Qué tal fue con tu amiga?

Negué y me escondí en la mano que caricia aún mi cara—. Todo salió mal y ahora ella me odia.

Frunce el ceño.

—¿Qué le dijiste?

—La verdad, le dije la pura verdad de todo.

Siento como se tensa, pero mantiene la calma—. Continúa— pide.

—Dice que soy la cómplice del asesino de su padre.

Me suelta de repente y se aleja de la cama donde mi cuerpo yacía.

—Te das cuenta de que lo único que conseguiste con tu confesión es hacer que me deshaga de la hija de Richard.

Me sobresaltó al oír sus palabras y salí de la cama para suplicarle que no le hiciera nada.

—No lo hagas, Edgar, por favor— rodeé su cuerpo con mi brazo.

—Suéltame— gritó—. Ya no sé cómo tratarte, Zoe.

— Me someto a ti, castígame si quieres, pero a ella no la toques, por favor, Edgar. Hazlo al menos por el amor que me tienes.

—No me puedes pedir eso, no en el nombre de lo que siento por ti.

—Por favor— mis ojos se llenan de lágrimas.

—Zoe...

—Edgar, por favor.

Este me mira sin descripción alguna y se marcha, y todo en mí vibró de miedo. No sabía si iba a lastimar a Claudia o no.

Estaba desesperada.

¿Qué tenía que hacer ahora?, volverme loca porque estoy a punto de caer en esta mierda de locura. No podía hacer lo que Claudia me pedía, ir en contra de Edgar es como cavar mi propia tumba, conocí las maldades de este hombre y sé que no se anda con rodeos por muy que sienta cosas por mí.

Salgo corriendo de su habitación e intento detenerlo—. Ana, ¿dónde está Edgar? — pregunté a la señora, pero esta me indica a la puerta y sin dejar que contestara, intente salir de la casa, pero el guardia me detiene.

—Por favor, suélteme, va a cometer una locura— le digo entre llanto y estaba teniendo un ataque de ansiedad, cada vez me costaba más respirar y sentía que mi corazón se estaba deteniendo hasta perder el conocimiento y desde ahí no recuerdo nada.

Mi cabeza duele, mis ojos arden, el silencio que percibo aún sin abrir los ojos es algo que me asustaba, mi piel se enfría y mi mente proyecta la humedad y la oscuridad del sótano donde Edgar me tenía.

Y de repente mi cuerpo se sobresalta y me incorporo abriendo los ojos muy sudada.

—Ana— dije su nombre al verla sentada a mi lado.

—Cálmate, hija. Está todo bien.

Empecé a negar y a pasar mi mano sobre mi cuello, recordando todo lo que había pasado.

—Dime que Edgar no se fue— mi voz salió desesperada—. Por favor, no puede hacerle daño a ella, no quiero.

Ana no dice nada porque la figura de Edgar se hace presente y todo en mí vuelve a su sitio, mi corazón vuelve a latir con normalidad y los ojos se encharcan de lágrimas al verlo.

—Os dejaré solos— añade Ana y se marcha. Edgar sigue con la misma postura y me observa desde lejos.

—No lo hiciste, ¿verdad? — cuestioné con miedo.

Pero él no contesta.

—No lo hagas, por favor. Tómame a mí en su lugar, fue mi culpa y no de ella.

Sigo sin recibir respuesta.

—Edgar...— y al fin este inicia sus pasos hacia mí.

Se sienta en el borde de la cama y no dudé en abrazarlo por detrás, pasando mis manos por su pecho, recostando mi rostro por su dura y ancha espalda.

—No soy capaz de lastimarte de nuevo, no quiero castigarte porque sería castigarme a mí mismo— añade y mi interior explota de exquisitas sensaciones.

—Perdóname, ¿sí?

Noto como su cuerpo me pide que lo tenga de frente y esté con su fuerza hace que me sienta entre sus piernas, las cuales lo rodean y mis brazos acariciando su nuca.

—Mira como tienes los ojos— los tenía bastante hinchados.

Me encogí de hombros.

—¿Tanto quieres a esa amiga tuya que eres capaz de darlo todo por ella?

—Así es, pero de alguna manera hoy me hizo ver que más que quererla es agradecimiento por todo lo que hizo por mí, sobre todo Richard. Claudia se encargó de sellar mi corazón al reprocharme sus ayudas, las cuales no debí aceptar en su momento.

—¡Entiendo! Pero también debes entender que no puedo dejar a alguien suelto por ahí sabiendo algo de mí que tal vez me perjudique.

—¿Qué le harás? — me tensé de nuevo sobre sus muslos y este al sentirme me abraza contra su pecho y noto caer un beso largo en mi cuello.

—Aún no lo sé, antes hubiera sido más fácil, acabar con su vida y listo, pero ahora ante todo estás tú y no quiero...— se detiene y me mira fijamente—. No quiero que me odies más.

La importancia en la que me hizo sentir dio un giro inesperado en mi interior, era obvio que estaba siendo delicado y cuando deja de estar nervioso empiezo a sentir lo que llevo evitando desde que lo conocí.

La importancia en la que me hizo sentir dio un giro inesperado en mi interior, era obvio que estaba siendo delicado y cuando deja de estar nervioso empiezo a sentir lo que llevo evitando desde que lo conocí

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