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Zoe

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Zoe

El tiempo, ¿qué es el tiempo para alguien enamorado?, ¿es la cura?, ¿la salvación de almas?, ¿es el olvido donde dejamos enterrado nuestros sentimientos?, ¿o simplemente es un colapso de tiempo indefinido que no sabemos si sirve para algo, cuando él mismo tiempo se encargará de ponerte a la persona amada frente a ti?

—Estás guapísimo, mi pequeño, príncipe. — Dije después de preparar a Alex para la fiesta de los señores Lorca.

Mi piel lucía la delicada tela que me regaló la mujer del señor Lorca, este vestido consiste en una suave tela larga con una apertura abajo mostrando mi pierna derecha, un hermoso cuello barco que deja lucir mis pequeños hombros y parte de mi espalda.

—Es demasiado— digo mirándome al espejo—. Y aun así ella fue quien lo eligió— concluye mi vocecita interior y solo sonreí por no disfrutar y pensar en todo.

—Vamos, mi amor— cogí la pequeña mano de mi hijo.

Odio cuando tengo que llevarlo tan tarde al trabajo.

— Estás hermosa— dice la señora Lorca.

—Gracias— retiré el cabello y lo coloqué detrás de mi oreja, pero ella se acerca a mí y lo vuelve a soltar.

—Esta noche habrá muchos hombres importantes, quizás alguno le llames la atención y acabas por encontrar el amor.

Negué sonriendo.

—No necesito el amor de ningún hombre ni encontrar a nadie, soy feliz con mi hijo.

—Aun así, insisto que debas ser protegida por un hombre y que tu hijo sea criado por un padre también.

—Él ya tiene un padre, no necesita ningún sustituto de este.

Me mira fijamente y por donde sale yo le entro, no pienso dejar que sus comentarios me afecten por muy llenos de buenas intenciones estén.

—Tú misma, Zoe.

El jardín empezó a llenarse de caballeros y damas vestidos de etiquetas, los niños de la familia jugaban alrededor de la piscina mientras mi Alex hacía lo mismo, me perdí en cuanto había crecido mi bebé y en lo muy orgullosa que me sentía ser su madre, todo andaba bien y apenas hacía algo más que observar que no se lastimaran, mi mano tenía una copa llena de jugo de limón sin nada de alcohol.

—¡Buenas noches! — se me acerca una mujer de unos sesenta años, muy elegante y con una gran sonrisa, la sigue un hombre de la misma edad.

—¡Buenas noches! — contesté con una sonrisa llena de amabilidad.

—La he estado observando desde lejos— dijo la señora.

—¿Ah sí? Espero que sus conclusiones sean positivas.

Raptada por errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora