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Los chicos se sientan con la espalda apoyadas en el muro de la casa escuchando como Voldemort y Snape hablan y de fondo el sonido de Nagini mientras saca su lengua y se acerca lentamente al profesor. 

Los cuatros están agazapados para no ser vistos y Hannah se tapa su boca para que no se escuche su agitada respiración. No era una buena corredora, y el cuarteto de oro es lo único que hace, correr correr y correr. Aún así, no está acostumbrada todavía.

Dentro, Snape, está completamente rígido mientras observa como el señor oscura mira con dedicación la varita de saúco, y con su otra mano acaricia la cabeza de la serpiente.

—Solo en las últimas horas ha logrado extraordinarias proezas con esta varita, mi señor —le dice al Señor Tenebroso.

  —No, no —le responde.—Yo soy extraordinario, pero la varita se me resiste. 

—No hay varita más poderosa —habla tranquilo Snape.—Ollivander mismo lo dijo.—Esta noche, cuando llegue el muchacho, que no os fallará, estoy seguro, responderá a vos, y solo a vos. 

—¿Ah, sí? —pregunta incrédulo Voldemort, ahora ya mirándolo.

—¿Mi señor? —inquiere el nuevo director frunciendo ligeramente su ceño.

—La varita no me obedece únicamente a mi. Eres inteligente, Severus, seguro que lo sabes. ¿A quien debe lealtad la varia?

—A vos, por supuesto.

—La varita de saúco no me obedece como es debido —dice Voldemort y ambos hermanos se miran tragando el nudo de emociones que comienza a crecer en sus gargantas.—No soy su auténtico dueño, la varita pertenece al último mago que mató a su último dueño. Pertenece a quien mató a Dumbledore. Tú lo mataste, y mientras tú sigas con vida, la varita nunca me hará caso totalmente —hace una breve pausa, para después añadir:—Has sido un siervo fiel, Severus, pero solo yo puedo vivir para siempre.

Snape da dos pasos atrás y sin dejarle decir nada, Voldemort raja su cuello haciendo que el hombre caiga contra la pared de cristal. Los chicos dan un sobresalto cuando lo ven tirado ahí, y entonces Nagini, como le manda Voldemort, comienza a clavarle sus colmillos una, dos, tres y hasta cinco veces. El Señor Tenebroso se marcha junto a Nagini y después de un breve silencio, los cuatro entran. 

Los mellizos se acercan al profesor, y Hannah lleva sus manos a su cuello para intentar parar la hemorragia. Snape los mira a ambos a los ojos llevando sus manos a las mejillas de los chicos. 

—No, no, no —susurra la chica mientras ve como sus manos están cubiertas de sangre.

Harry y Hannah se sentían diferentes respecto a Snape, a Harry siempre le cayó mal por lo mal que los trataban y no podía aguantarlo, pero Hannah era diferente. Hannah le tenía un aprecio extraño a su profesor, le hacía gracia todos esos insultos que él le decía, pues la mayoría eran verdad. Harry mira a su profesor en blanco, sin saber que decir, mientras Hannah maldice para ella misma con sus ojos cristalizados.

—Recogedlas —dice Snape—Las lágrimas, por favor. 

—¡Dame algo! —le exclama Hannah a Hermione.—Rápido, un frasco, un bote, lo que sea.

Hermione rápidamente saca de su bolsa y un pequeño frasco, Harry lo coge y pegando la boca de este a la mejilla de Snape un par de lágrimas entran. 

—Llevadlas al pensadero del despacho, con esto entenderéis todo —los chicos se miran entre sí y hacen el amago de levantarse.—Miradme... Tenéis los ojos de vuestra madre.

Los chicos se quedan en blanco por unos segundos, sin saber como tomarse aquello, y entonces Hannah gira su cuerpo.

—Hermione, pásame tu bolsa, corre —le pide la chica. 

Hannah Potter | Draco Malfoy [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora