Del León:

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—Muy bien, terminemos con esto...—murmuró Percy, mientras se acercaba hasta donde su oponente para rematarle.

—¡¡ESTÁ COMPLETAMENTE ATRAPADA!!—gritó Heimdall—. ¡¡SAMIRAH YA NO PUEDE DEFENDERSE!! ¡¿ES ESTE EL FINAL DE LA BATALLA?!

En las gradas, los espectadores se removieron inquietos.

—Es aplastante...—murmuró Apolo.

—Así es—coincidió Deméter.

Poseidón sonrió orgulloso.

—Esta es la verdadera habilidad del último héroe del Olimpo—anunció—. El poder de Perseus Jackson.

—Y eso no es todo...

Los tres dioses se volvieron hacia la nueva voz, la cual resultaba ser de Atenea, quien se habría paso entre las gradas con paso lento pero firme:

—La forma en la que está utilizando todas esas armas, indica un pensamiento fuera de lo usual—señaló la diosa—. En primera instancia, sería lógico asumir que alguien tan poderoso como lo es Perseus atacase sin pensar demasiado. Sin embargo, en lugar de intentar arrollar a la valquiria con un ataque frontal, ha decidido utilizar todas las herramientas a su disposición para adaptar el campo a su favor. Admito que no me lo esperaba.

—Podríamos decir que la batalla ya está decidida, ¿no?—preguntó Apolo.

—Hay que considerar varios factores cuando hablamos de un combate de esta naturaleza—respondió Atenea—. El poder físico, la destreza en combate, las habilidades semidivinas y la creatividad del individuo.

—Indudablemente Percy posé la ventaja con respecto al poder físico, la destreza en combate y las habilidades semidivinas—repasó el dios solar—. Y la creatividad... bueno, no conozco en lo absoluto a la valquiria de Odín, pero parece que están más o menos al mismo nivel en ese sentido.

—Entonces, básicamente, este enfrentamiento es de Percy—concluyó Poseidón.

Más abajo, entre los espectadores, la conversación de los dioses llegó a oídos de un grupo en particular.

—Yo no estaría tan seguro—sonrió Amir Fadlan, el esposo de Samirah—. Si de algo estoy seguro, es de que Sam no se da por vencida.

A su lado, Alex Fierro se cruzó de brazos.

—Es bastante cabeza dura cuando se le mete una idea—señaló—. En especial si esa idea involucra órdenes directas de Odín.

Magnus Chase asintió con la cabeza.

—Después de todo, si pudo sobreponerse al control de Loki, puede sobreponerse a un poco de agua—decidió—. No va a romperse sólo con esto.

—Vamos, hermanita—urgió Alex—. Levántate de una vez.

Las valquirias en las gradas empezaron a animar a su antigua compañera a gritos:

—¡No te atrevas a perder, Samirah!

—¡No nos salgas con que el matrimonio te ha hecho débil!

—¡Vamos por todo, Sam!—sonrió Amir—. ¡Deja de jugar de una vez y demuestra de lo que eres capaz!

Mientras giraba en el agua a toda velocidad, la valquiria abrió los ojos y se concentró.

Percy detuvo su avance, sintiendo como algo no iba bien.

—¿Pero qué Hades...?

De un segundo para otro, en donde antes había estado Sam, ahora había una enorme hembra de elefante que destrozó la prisión líquida en la que momentos antes había estado atrapada.

Y con la misma velocidad, la valquiria recuperó su forma humana e invocó su lanza de luz, arrojándola a manera de jabalina contra su oponente.

Percy saltó hacia un lado, evitando por pocos centímetros el ser empalado.

—¡WHOA! ¡¿SE LIBERÓ CON UNA TRANSFORMACIÓN Y LANZÓ SU ARMA?!

—¡¿Qu-qué fue eso?!—preguntó Apolo—. ¡Nadie me avisó que esa chica era transformista!

—Seguimos hablando de una hija de Loki—señaló Atenea—. No es del todo inesperado. Aún así, esta información cambia en gran medida el panorama general de la batalla.

De regreso en la arena, Percy miró como la lanza de luz de la valquiria sobresalía del suelo, incrustada en diagonal junto a él.

—Eso... no me gustó para nada—murmuró—. No creo que...

El chico fue incapaz de terminar su frase. Para cuando se quizo dar cuenta, Sam ya estaba sobre él, con la mirada ensombrecida y balanceando su hacha a dos manos.

Percy se agachó para esquivar el primer golpe, y comenzó a retroceder tan rápido como podía mientras maniobraba entre la lluvia de cortes que la servidora de Odín lanzaba uno tras otro.

—¡CARGANDO CON SU CUERPO HERIDO, SAMIRAH PASA A LA OFENSIVA!—exclamó Heimdall—. ¡¿PODRÁ SER ESTA SU ÚLTIMA OPORTUNIDAD?!

"Esto es malo"—pensó Percy—. "Necesito un poco más de tiempo, si consigo..."

Se detuvo en seco, notando como estaba ahora a un paso de caer al río que corría alrededor de la arena. El problema, claro estaba, era que las aguas aún rugían con llamas de fuego griego. E incluso sabiendo que naturalmente contaba una alta resistencia al calor, el hijo de Poseidón no estaba dispuesto a ponerla a prueba con una de las sustancias más peligrosas en el planeta.

—Mierda...

Samirah se abalanzó contra él, alzando su hacha triunfalmente mientras atacaba con todas sus fuerzas.

—¡Termínalo de una vez, Sam!—gritó Alex.

—Ah, no. ¡No lo harás!

Percy ordenó una vez más que las aguas se levantasen. Múltiples arcos de agua salieron disparados desde el río, pasando por sobre su cabeza y dirigiéndose contra la valquiria.

Sam se vio obligada a replegarse con un salto para evitar ser golpeada por los chorros de líquido encendido en llamas.

—¡PERCY LOGRÓ ESCAPAR DE SU PREDICAMENTO UTILIZANDO EL FUEGO GRIEGO A SU FAVOR! ¡¡LOGRÓ RECUPERAR LAS DISTANCIAS CON SAM!!

El hijo de Poseidón sonrió con cansancio.

—Eso estuvo cerca—admitió—. Si hubiera tardado un poco más... bueno, da igual ahora.

Se llevó una mano al bolsillo y extrajo nuevamente su bolígrafo letal. Con un movimiento, la Anaklusmos volvió a tomar forma en su mano.

—Muy bien, creo que es momento de terminar con todo esto.

Una nueva corriente de agua se formó alrededor de Samirah, atrapándola en un pequeño círculo letal encendido en llamas.

—Muy lento—sonrió Amir.

En un parpadeo, antes de que el agua alcanzase a tocar a su víctima, una pequeña figura salió disparada por los aires a toda velocidad. Un ave que extendió sus alas y se abalanzó contra su oponente a velocidad vertiginosa.

—Yo no lo creo...—gruñó el semidiós.

Más chorros de agua a presión salieron desde el río, volando como proyectiles hacia donde la valquiria.

Ésta maniobró en el aire aprovechando su tamaño reducido y acortó sus distancias con su oponente mientras esquivaba cada uno de los ataques.

Sam extendió sus garras, Percy balanceó su espada.

El hijo de Poseidón era capaz de desviar disparos de bala en pleno vuelo usando sólo su confiable hoja. Al entrar en un rango de ataque tan cercano hacia con su enemiga, Perseus Jackson realmente creyó en su victoria.

Sin embargo, Samirah al-Abbas también confiaba en su propia victoria.

En el último segundo antes de que el filo de la Anaklusmos alcanzase su energía potencial máxima, la hija de Loki cambió de forma una vez más.

Y lo siguiente que Percy supo, fue que una leona adulta le había arrancado el brazo derecho de un mordisco.

Siete Años Después: (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora