Backbiter:

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BACKBITER


Una espada perversa, una creación imposible que jamás debió haber ocurrido.

Los humanos no existen en el mismo plano que los inmortales. Un héroe jamás debe dañar a los mortales a menos que sea absolutamente necesario. El bronce celestial, por ende, pasa a través de los simples humanos sin siquiera tocarlos, simplemente no son lo suficientemente importantes.

El arma maldita, por el contrario, desafía toda regla y concepto con el que se rige el reino de lo divino.

Mitad bronce celestial, mitad acero templado, capaz de dañar tanto a mortales como a inmortales. Un arma incapaz de ser creada llevada a la realidad. Una inmensa presión se acumulaba en el interior de aquella hoja, ambos metales buscando constantemente escapar el uno del otro, reluciendo con un maligno brillo gris dorado en el punto en el que se habían fundido dos fuerzas opuestas.

Una espada sumida en la tragedia desde su creación, una hoja que se había cobrado ya una vida incluso antes de siquiera terminar de ser forjada. Un arma que desgarra el tiempo y el espacio con su filo y revela aquellas puertas que están ocultas.







A través del humo, del polvo y los escombros, la silueta de Carter se distinguía, inmóvil y sangrante en el centro de un amplio cráter en el muro de la arena. Luke se alzaba amenazante sobre el faraón, proyectando su sombra sobre el escenario, con sangre aún goteando desde la punta de su espada.

—¿Qué ha sido eso...?—murmuró Annabeth—. Él simplemente... mandó a volar a Carter. ¿Qué acaba de pasar?

—Ese desgraciado...—Percy tomó el asiento junto a ella, cruzándose de brazos con resignación—. Parece ser que Luke aún tiene acceso a los poderes de Crono. Ese empuje invisible era uno de sus trucos favoritos durante la Batalla de Manhattan.

Mirando desde su palco, Ares hizo un esfuerzo consciente por no adoptar su verdadera forma divina y volatizar a todos los mortales presentes en el anfiteatro.

—Es justo como en aquel momento—reconoció—. De un segundo para otro había cambiado de lugar, moviéndose más rápido de lo que puede ver incluso un dios.

El faraón del Per Ankh levantó la cabeza débilmente. Un estallido de dolor atravesaba todo su cuerpo. Su campo de visión se había reducido. Unas manchas amarillas danzaban ante sus ojos. Soltando su espada, se llevó las manos al estómago, respirando con dificultad, olvidándose de todo, salvo de aquel dolor insoportable.

Haciendo muecas de dolor, introdujo una mano en la Duat y extrajo un trozo de pápiro, pegándoselo a la herida a modo de venda improvisada. El dolor seguía siendo horrible, pero las nauseas se volvieron más soportables. Sus pensamientos se aclaraban rápidamente. Consiguió ponerse en pie, aún con las piernas temblando, apoyándose en su khopesh como si de un bastón se tratase.

Luke le miraba sin mostrarse impresionado. Le señaló con la punta de su espada y sonrió burlesco, completamente ajeno a la importancia que pudiese tener la figura de aquel joven.

—¿Todavía estás dispuesto a pelear, faraón de Egipto?

Carter se incorporó finalmente, limpiándose con un brazo la sangre que chorreaba desde su boca. A pesar del punzante dolor y de la franca humillación que percibía, se mantuvo firme, mirando a su adversario directamente a los ojos sin dar señal alguna de duda o miedo.

Siete Años Después: (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora