El ladrón del rayo:

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HACE 27 AÑOS

—Por favor... por favor, por favor, por favor... papá, si estás allí... has que se detenga...

Luke se encogió sobre sí mismo al escuchar otro golpe. La voz de su madre, como era cada vez más frecuente, gritaba incoherencias sobre el destino mientras sus ojos brillaban con aquel enloquecido color verde.

Encerrado en un pequeño armario, el niño de tan sólo cinco años rezaba a su padre, Hermes, como la última de sus esperanzas. Si su padre era realmente un dios todopoderoso, entonces podía permitirse tan sólo un minuto para ayudarlo, para curar la mente enferma de su madre y acabar con aquella constante pesadilla que era su vida.

—¡Mi niño!—gritaba May Castellan—. ¡Debo protegerlo! ¡Hermes, ayuda! ¡Mi niño, no! ¡Ese destino no! ¡Ese destino no!

Luke se cubrió los oídos, cerrando los ojos con fuerza. Mientras su cuerpo temblaba y las lágrimas se deslizaban por su rostro, no podía evitar preguntarse por qué lo había abandonado su padre. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué no lo ayudaba cuando más lo necesitaba?

El hijo de Hermes siguió esperando, rezando primero en silencio, luego suplicando a gritos una vez su madre lo encontró y comenzó a sacudirlo con violencia.

Su padre jamás apareció.







HACE 18 AÑOS

—¿Por qué te presentas ahora?—le preguntó Luke—. Te he llamado cientos de veces durante todos estos años; he rezado para que aparecieras, y nada. Me dejaste con ella...

—No la desprecies, Luke—le advirtió Hermes—. Tu madre lo ha hecho lo mejor que ha podido. En cuanto a mí, no podía interferir en tu destino. Los hijos de los dioses han de encontrar su propio camino.

—Así que era por mi propio bien. Crecer en las calles, cuidando de mí mismo y luchando con monstruos.

—Eres mi hijo—dijo Hermes—. Sabía que tenías la capacidad necesaria. Cuando no era más que un bebé, salí a rastras de la cuna y fui...

—¡Yo no soy un dios! Al menos una vez podrías haber dicho algo. O haber echado una mano cuando...—inspiró agitadamente, bajando la voz para que no lo oyeran desde la cocina—, cuando a ella le daba uno de sus ataques y me sacudía y me decía cosas demenciales sobre mi destino. Cuando yo me escondía en el armario para que ella no me encontrara con... esos ojos incandescentes. ¿Te importaba que estuviera muerto de miedo? ¿Te enteraste siquiera cuando finalmente me fugué?

—Me importaba y me importa mucho, Luke—dijo Hermes lentamente—, pero los dioses no deben interferir en los asuntos de los mortales. Es una de nuestras Leyes Antiguas; sobre todo cuando tu destino...—Su voz se apagó bruscamente. Contempló las velas, como recordando algo desagradable.

—¿Qué?—preguntó Luke—. ¿Qué ocurre con mi destino?

—No deberías haber vuelto—masculló—. Sólo sirve para disgustaros a ambos. Por lo que veo, sin embargo, te has hecho demasiado mayor para andar por ahí como un fugitivo sin ninguna ayuda. Hablaré con Quirón, en el Campamento Mestizo, y le pediré que envíe un sátiro a buscarte.

—Nos va muy bien sin tu ayuda—gruñó Luke—. ¿Qué estabas diciendo de mi destino?

—Hijo mío—dijo—. Soy el dios de los viajeros, el dios de los caminos. Si alguna cosa sé, es que debes recorrer tu propio camino aunque a mí se me parta el corazón.

Siete Años Después: (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora