Nombre secreto:

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¡LA NOBLEZA DE EGIPTO ES DESTROZADA!


La sangre de los faraones manchó el suelo sagrado del Olimpo. El brazo cercenado de Sadie Kane cayó sobre el asfalto con un repugnante sonido de chapoteo. Un profundo silencio se apoderó del campo de batalla. Los espectadores observaban con los ojos abiertos de par en par el charco de líquido carmesí que se formaba alrededor de la flácida extremidad cortada dentro de las frías fronteras de aquella versión de Manhattan.

—S... ¡¡Sadie!!

Lacy soltó un grito de horror, superada por la impresión de ver a su vieja amiga desmembrada, y como si se hubiese roto una presa, al escucharle, el resto de espectadores entraron también en pánico:

—¡¡Ahhh!!

—Su... su brazo...

—¡¡Sadie!!

La maga bajó la mirada, observando en estado de shock su mano aún aferrada a la barita que había blandido tan sólo segundos antes.

Luego, un espantoso bramido de dolor brotó de su garganta, haciéndole caer de rodillas al suelo mientras respiraba con dificultad.

—¿Q-qué significa esto?—se cuestionaba el público.

—¿E-eh?

—¿Q-qué acaba de ocurrir...?

Thalia se volvió hacia Percy, incapaz de comprender lo que había pasado frente a sus ojos.

—¿Pero qué Hades fue eso?

El hijo de Poseidón mantuvo un semblante sorprendentemente serio, con sus ojos fijos sobre el campo de batalla.

—Q-QUÉ INESPERADO CAMBIO DE EVENTOS—llamó Heimdall—. EL BRAZO IZQUIERDO DE LA PODEROSA SADIE KANE HA SIDO CERCENADO POR... ¡¿UN HECHIZO LANZADO POR ANNABETH?!

Tanto los campistas griegos como los magos egipcios han quedado estupefactos al ver a una semidiosa helena utilizar magia que debería ser del todo desconocida para ella.


PERO CON CALMA...

SADIE KANE RECUPERÓ LA COMPOSTURA


—Ya veo...—murmuró, luchando por contener las arcadas—. Tú... finalmente lo recordaste, ¿eh?

Annabeth sonrió orgullosa. Sus orbes se iluminaron brevemente en oro, cubriendo sus párpados con un ungüento que escocía y calentaba como la pomada de mentol.

Al abrir los ojos todo estaba lleno de color. El suelo se había vuelto translucido, formado por capas gelatinosas que descendían a la oscuridad. Velos relucientes hondeaban en el aire; tenían colores vibrantes, pero estaban ligeramente desincronizados, como si múltiples vídeos en alta definición se hubieran superpuesto unos encima de otros. Jeroglíficos y letras griegas se arremolinaban alrededor de la chica y se fundían y estallaban al chocar unos con otros. Annabeth se sentía como si estuviera viendo el mundo a nivel atómico. Todo lo invisible se había desvelado, pintado de luz mágica.

—Bueno, tarde o temprano tenía que suceder, ¿no es así?

En las gradas, con una mirada completamente ensombrecida, Walt Stone dejó escapar una seca risa.

—Ah... eso tiene más sentido...

Osiris alzó una ceja intrigado, volviéndose hacia su sobrino en busca de respuestas.

Siete Años Después: (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora