La maldición de Akenatón:

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TRES MESES ANTES DEL INICIO DEL TORNEO

(Siete años después de La Torre de Nerón)


Walt Stone sabía que, incluso con la ayuda de Anubis, jamás podría llevar una vida semi-normal.

Era el lugarteniente de los hermanos Kane en la Casa Brooklyn. Cuando hablaba, todos le escuchaban con atención. Siempre pensaba cuidadosamente antes de actuar, y como tal, era un líder predilecto para el Nomo Vigésimo Primero.

Ni siquiera el hecho de ser la Muerte en persona evitaba que todos a su alrededor lo quisieran y buscasen su consejo.

Y aún así, sentía una profunda tristeza.

Una noche de luna nueva, el joven, de para entonces ya veinticuatro años, se encontraba en la azotea de la Casa Brooklyn mientras todos los demás dormían.

Jamás había esperado vivir tanto tiempo, había estado listo para morir prácticamente desde que nació, por lo que de vez en cuando se veía abrumado por lo que era el regalo de la vida, aún incapaz de creer que no estuviese ya en las profundidades de la Duat.

Fue sacado de sus pensamientos cuando sintió como lo pinchaban en el brazo con un palo.

—¿Me vas a decir ya qué te molesta, chacalín?—preguntó Sadie Kane, sentándose a su lado.

Walt se sobó el brazo, adolorido.

—¿Eso era necesario?

—Absolutamente.

El mago miró hacia el cielo nublado y suspiró con resignación, sabiendo imposible que su novia dejase el tema de lado. Intentar evadirla sólo serviría para despertar su furia, y eso era algo que ni siquiera el dios de la muerte deseaba ver.

—He estado pensando en el futuro—murmuró—. Nuestro futuro, para ser exactos.

Sadie arqueó una ceja inquisitivamente.

—¿Ah, sí?—dijo—. ¿Y exactamente qué tienes en mente?

La chica se recargó sobre su hombro, pero él se mantuvo mirando a la nada.

—¿Recuerdas la misión secreta de la cual Isis te dijo que no dijeses nada a nadie?

Sadie se tensó repentinamente, separándose de su novio y mirándole con suspicacia.

—¿Cómo sabes de eso?—preguntó—. Jamás te lo conté...

El chico suspiró.

—Te contaré un secreto, pero nadie puede saberlo, al menos no durante los próximos tres meses.

—Walt, ¿qué sucede? Estás actuando raro... bueno, más de lo usual.

El chico chasqueó los dedos y las sombras tomaron forma sobre su mano para convertirse en un pequeño portal que mostraba a través de su superficie a varias decenas de dioses trabajando arduamente en la construcción de un gran coliseo del tipo romano.

—La tan dichosa misión es, en realidad, sólo una excusa que pusieron los dioses para hacer participar a los héroes de tres panteones divinos distintos en un gran torneo de batallas uno a uno. Carter, Zia y otros más también fueron convocados, pero nadie puede decirlo. Es una sorpresa, ya sabes.

Los ojos de la maga relucieron con emoción, las sorpresas y el llamado a la violencia siempre tenían ese efecto en ella.

—¡Es increíble!—exclamó—. ¿Me estás diciendo que tendré la oportunidad de patearle el trasero a Carter frente a tres panteones de dioses?

Siete Años Después: (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora