El demonio de las arenas rojas:

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—¡LA PELEA AÚN NO HA TERMINADO, LA EMOCIÓN AUMENTA! AMBOS BANDOS ESTÁN MUY APASIONADOS, ¡AHORA QUE ARDA MÁS! ¡¡SIGAN CAZANDO!! ¡¡APLÁSTENSE LA UNA A LA OTRA!!


LEJOS DE UNA ACALORADA BATALLA, UN INVENTOR SE MUEVE


No era normal para Leo salir de su habitación. Su intención era la de dedicar cada segundo de su tiempo despierto a prepararse para su siguiente combate, no obstante, una causa de fuerza mayor le había empujado a adentrarse por los pasillos que conectaban cada recóndito rincón del magno anfiteatro del Olimpo.

—¿Qué se supone que haga...?—se sorprendió murmurando—. Mi próximo oponente ese tal Amos Kane...

"Aunque vi su pelea en la quinta ronda, no creo que haya mostrado todo de sí en el combate. Seguramente tiene muchas de sus habilidades aún ocultas"—meditaba para sí mismo—. "Contra oponentes como ese, no puedo ganar si no estoy preparado para absolutamente todo lo que me puedan llegar a arrojar".

Necesitaba dar con Calipso, y pronto. Ella y su conocimiento sobre la magia le podrían ser invaluables si pensaba en derrotar al Lector Jefe. Después de todo, ¿quién mejor para vencer a un mago de la tormenta que una hechicera del viento? Tal vez ella supiese algo que le permitiese a Leo tomar la delantera, o aún mejor, directamente anular los poderes de Amos.

—¿Por dónde Hades se llega a las gradas?

Estaba el hijo de Hefesto absorto en sus pensamientos cuando una monstruosa presencia le hizo helar la sangre. Leo había visto y luchado contra toda clase de dioses y gigantes, pero aquello le era nuevo, antiguo, desconocido, perturbador. Sus pasos se detuvieron en seco mientras contemplaba perplejo la puerta a una de las muchas habitaciones de espera que resguardaban a los competidores.

"¡¿Qué... qué... qué es eso?!"—se cuestionó—. "¡¿Esta presión...?!"

—Esa habitación... ¿es ese Amos Kane?

"No... no es eso..."—comprendió, con un profundo y agudo terror—. "Dentro... ¡Hay algo más adentro!"







Amos Kane observaba en silencio los veloces intercambios que se repartían Zia y Zoë en el campo de batalla. El combate en sí mismo no le perturbaba, sino algo más, algo en su interior. Su cuerpo estaba cubierto de sudor frío, su corazón latía con gran fuerza, en su mente había una desagradable estática que no le permitía pensar con claridad.

—Di lo que quieres de una vez...—susurró, casi como un gruñido—. Estoy acostumbrado a tu presencia... pero siempre resulta de lo más desagradable...

Un trueno pareció retumbar dentro de su cerebro. La habitación entera temblaba fuera de control, al tiempo que un vórtice de arena roja rugía inclemente y furioso a espaldas del mago. Poco a poco, la silueta del dios rojo se fue dibujando en el lugar, enorme e imponente, como un hombre que no era humano, con la cabeza de una bestia que nadie alcanzaba a describir.

—Deja de atormentarme, Seth... ya lucho en este torneo en tu nombre, por beneficio mutuo, pero no somos amigos ni tan siquiera aliados. Mi gran deseo será librarme de ti de una vez y para siempre.

Tras las puertas de aquel recinto, Leo abrió los ojos de par en par.

"¿Seth?"—se sorprendió—. "¿Es ese un dios?"

Siete Años Después: (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora