Duelo verbal:

88 15 0
                                    


Un silencio tan abrumador como asfixiante se apoderó de la arena. Tal era la tensión que podría haberse cortado con uno de los cuchillos que ya ningún espectador poseía. La muerte se palpaba en el ambiente, próxima y súbita, putrefacta como una plaga, una sombra que lentamente se estiraba hasta devorar el sol.

Apolo permanecía inmóvil, en el centro de un cráter en la pared del escenario, colgando sin fuerzas, con la cabeza gacha y el cabello ensangrentado pegado al rostro. La Espada del Verano le atravesaba de lado a lado a la altura del pecho, manteniéndolo en su sitio como si de una macabra decoración se tratase.

Magnus respiraba entrecortadamente, empapado de sudor y al borde del colapso. Sabía con total certeza que moriría en cuanto reclamase a Jack nuevamente. Todo el esfuerzo puesto en la batalla lo fulminaría. Pero al menos había obtenido una victoria, al menos eso tenía.

—Por favor... quédate allí...—pidió entre jadeos.

El dios sol respondió sólo con silencio. La roca y los escombros se fundían a su alrededor, el humo lo cubría todo y ocultaba su silueta, pero era más que claro que no se encontraba en un buen estado.

—¡EL DIOS APOLO NO SE MUEVE!—gritó Heimdall—. ¡¡ESTÁ EMPOTRADO EN LA PARED!! ¡¿SIGNIFICA ESTO QUE LA BATALLA, QUE LA VICTORIA, ES PARA EL PANTEÓN NÓRDICO?!

Apolo seguía sin moverse. Magnus sonrió con cierto pesar filtrándose en su mirada.

—Buen trabajo, Jack...

La espada se retorció en el interior de su abatido enemigo y se extrajo a sí misma, sacudiéndose tanto del icor dorado como pudo antes de flotar hasta donde su compañero. El cuerpo del dios permanecía en su sitio, ardiendo, brillando, pero interne.

—Fue un trabajo en equipo, jefe—dijo el arma—. Fuiste tú el que abrió el camino.

El sonido de pequeños guijarros al desprenderse del muro captó la atención de los amigos. Todo el estadio volvió sus miradas hacia donde el magnánimo dios sol, quien con suma dificultad e indecible dolor se reincorporaba lentamente.

—Has cometido un error, hijo de Frey...—murmuró mientras tosía—. Como siempre ha sido... como siempre te ha servido... pensaste que la union hace la fuerza... pensaste que tus amigos te ayudarían a vencer...

El dios consiguió ponerse sobre sus pies, encorvado y magullado, pero recuperándose rápidamente. Su carne se regeneraba, sus huesos se sellaban y su piel volvía a crecer.

—Pero, y lamento ser yo quien lo diga, no puedes vencerme, no con la ayuda de nadie, no en este torneo y bajo sus particulares reglas.

—¡SE LEVANTA OTRA VEZ!—anunció Heimdall—. ¡¡EL PODEROSO APOLO REGRESA A LA BATALLA AÚN DESPUÉS DE SER EMPALADO!!

Apolo respiró profundamente. Era cierto lo que había dicho. Según estipulaban las normas del torneo, un luchador sólo podía usar poderes equivalentes a los de su adversario. Una batalla justa en la que la habilidad y creatividad reinaban por sobre el poder bruto.

La cuestión era que, aunque Magnus Chase no era la peor de las amenazas, luchaba lado a lado con Jack, Sumarbrander, la Espada del Verano, una de las armas más poderosas de la creación, la hoja más afilada en los Nueve Mundos.

Mientras Jack estuviese en el juego, Apolo tenía acceso a suficiente poder divino como para que nada de lo que el duo hiciese pudiese vencerlo. Habían estado cerca, la Paz de Frey había tomado al dios sol por sorpresa, pero ahora ese era un truco que no se iba a repetir.

Apolo no había podido abatir a Magnus gracias a la intervención de Jack, pero con el nivel de poder que la deidad manejaba, era sólo cuestión de tener suerte en uno de muchos ataques. No. Ese no era el camino a seguir si el hijo de Frey quería una oportunidad real de ganar.

Siete Años Después: (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora