Runa del sacrificio:

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—Yo... simplemente no puedo perdonarlo...

Tj levantó la mirada. Se encontraba en aquel oscuro y frío poso que era el Helheim, rodeado por los decadentes y agonizantes espíritus de los muertos deshonrosos.

Frente a él, mirándolo con detenimiento, se encontraba su madre. Estaba igual a cómo Tj la recordaba, olía a pan de maíz caliente y mantequilla, pero lo miraba con una seriedad tal que habría sido capaz inclusive de hacer retroceder al mismo Tyr dios del valor.

—Thomas... no puedes estar hablando en serio.

El chico le tomó las manos, sentía todo su cuerpo temblar sin control. Aún le costaba creer que pudiese ir y visitar a su madre en las profundidades del infierno, pero allí estaba. Desde que había ayudado a la reina Hel a recuperar a su lobo Garm, se había ganado el favor de la diosa, al menos en cierta medida.

—En aquella época, nuestra familia vivía en la peor de las miserias—dijo, sosteniéndole la mirada a su madre—. ¿Recuerdas lo que me dijiste una vez, cuando con sólo diez años jugué a apuntar con un palo de madera a un hombre blanco?

La mujer asintió lentamente.

—Te dije que si lo volvías a hacer, entonces serían ellos quienes te dispararían con un arma de verdad. Dije que...

—Que no podrías soportar perder a otro niño—concluyó Tj—. Esta es la oportunidad perfecta para solucionarlo todo, la única oportunidad. El propio Tyr me lo ha propuesto, no como un reto, sino como una elección...

—Y aún entonces, lo tomaste como un reto—señaló su madre.

El joven sonrió.

—Si gano este torneo, podré sacarte de este lugar—insistió—. Podré llevarte conmigo al Valhalla, o, los dioses no lo quieran, asegurarte una entrada al Fólkvangr si así lo prefieres. Podrías incluso volver a la vida. Y podrías traer junto a ti a ese hermano mío que jamás conocí.

La mujer comenzó a temblar. Incluso ella, capaz de encarar a la misma Hel sin el más mínimo signo de miedo, se sentía abrumada por aquella idea. La esperanza resultaba dolorosa después de tantas décadas entre los muertos deshonrosos.

—Thomas, ¿escuchas lo que estás diciendo?—cuestionó—. ¿Tienes la menor idea a lo que te podrías enfrentar allá afuera? Dices que los dioses enviarán a sus mejores héroes. No dudo de ti, pero temo a lo desconocido. Darnos esperanza de esta manera...

—No puedo perdonado—repitió Tj—. Sé que es una tarea imposible... pero si no me sacrifico por ti, si no doy absolutamente todo en la batalla, jamás podré levantar la cabeza y mirarme a mí mismo en el espejo. Necesito saber que hice todo en mi poder para salvarte. Y necesito... que lo sepas...

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Necesito que entiendas lo que estoy dispuesto a intentar...

Su madre lo abrazó con fuerza.

—Y yo necesito que tú entiendas que, sin importar lo que pase, no debes culparte. Ganes o pierdas, estoy orgullosa de ti. Y sé que tu padre también lo está...







—Vi bastantes horrores durante la guerra de Secesión—murmuró el hijo de Tyr—. Cuerpos putrefactos despedazados por aves carroñeras. Soldados sin piernas mirando al cielo con los ojos sin vida. Restos hinchados y empapados flotando en charcas estancadas... he visto mi vida entera pasar frente a mis ojos tantas veces... he muerto de más formas de las que podrías imaginar en los campos del Valhalla... Puedo notar que eres un buen chico, Leo Valdez, pero estoy cansado de estos juegos.

Siete Años Después: (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora