Hombres y monstruos:

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Mallory Keen recuperó la conciencia lentamente. Sus heridas sanaban, recibía tratamiento mientras permanecía recostada sobre una cama de hospital.

Dio un sobresalto al percatarse de que Magnus Chase permanecía sentada a lado de su cama. Un enorme pánico recorrió su columna de arriba abajo. Sintió que le faltaba el aire.

—¿Fallé...?

—Para nada—sonrió el hijo de Frey—. Lo hiciste increíble. Ya terminaron con el tratamiento, estarás lista para la siguiente ronda en menos de un parpadeo.

Cerca de allí, Medionacido Gunderson reía a carcajadas, celebrando la victoria con grandes tragos de hidromiel junto a Tj y Alex.

Entonces una presencia ajena a su grupo captó la atención de la einherji, Piper McLean le miraba sonriente desde la entrada de la habitación.

—Buenos días, me alegro de verte bien—saludó—. ¿Cómo te sientes?

La hija de Frigg frunció el ceño.

—Tú... ¿qué haces aquí?

Piper se encogió de hombros.

—Quería hablar contigo.

—¿Hablar...?—se sorprendió Mallory—. Tú... ¿no me derrotaste?

La hija de Afrodita negó divertida con la cabeza.

—Aunque no me guste decirlo, ganaste limpiamente. Te noqueé con mi último ataque, pero no tuve las fuerzas para rematarte. Morí sin poder completar mi trabajo.

Mallory guardó silencio. No era una victoria que le enorgulleciese. Había luchado con todas las ventajas a su disposición y aún así había estado al borde de la derrota. Sentía ahora que sólo había ganado de forma fortuita, un evento producto de la suerte y no de su valor personal. A diferencia de sus compañeros, no tenía ánimo alguno para celebrar.

—Bueno, hay algo que me gustaría que escucharas—prosiguió Piper con tiento—. ¿Te parece bien?

La einherji bajó la cabeza.

—Sí, soy toda oídos.

—Muchas gracias—asintió Piper—. Se trata del chico al que quiero salvar con mi deseo, Jason. Él murió, al igual que tú y todos tus amigos, siendo un héroe. Se merecía el Eliseo, el paraíso de nuestro panteón. Pero Hera, (Juno, para los romanos), lo ha resucitado sin su consentimiento para que compita en este torneo. Le ha lavado el cerbero, le está haciendo vivir en constante agonía.

Se detuvo un momento para tranquilizar su respiración.

—Lo que dije durante nuestra batalla... lo decía en serio. Si hubiese ganado, hubiese usado uno de los deseos para cumplir el tuyo. Esperaba que quizá tú pudieses ayudarme, en el caso en que ganes, a salvar el alma de mi amigo.

Mallory se cruzó de brazos con aire pensativo.

—Voy a ayudarte—decidió—. Pero no esto no es por ti o porque me conmuevan tus palabras.

Piper parpadeó dos veces.

—¿Entonces por qué...?

—Porque tú ganaste esa pelea—escupió Mallory con desprecio, no hacia la semidiosa griega, sino hacia su misma persona—. Porque me noqueaste y me tuviste a tu merced. Porque si hubieses balanceado esa espada tan sólo un poco más abajo, en lugar de mis ojos, hubiese perdido mi cabeza. Las reglas dicen que gané, pero esa victoria no significa nada para mí.

Piper meditó por un momento sobre cuál sería su respuesta. Se levantó para irse.

—Te menosprecias demasiado—decidió—. Pero creo que lo que te duele no es haber ganado por suerte, sino que necesitases esa suerte para ganarme a mí de entre todos los participantes. Aún después de noquearte, aún me sigues considerando una rival indigna. Creo que eso habla más de ti que de mí. Eres más lengua que daga, pero sigues siendo una gran guerrera. Aférrate a eso.

Siete Años Después: (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora