Imperio en expansión:

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Mientras Perseus Jackson se abría paso a través de los pasillos y corredores del gran estadio del Olimpo su mente no podía dejar de repasar en bucle los acontecimientos de minutos atrás. Miraba una y otra vez, como un flash en su memoria, el cuerpo de Annabeth desvaneciéndose en el aire tras que se diese el choque final entre ella y Sadie.

Ella estaba bien, Percy no dejaba de repetírselo, pero por más que intentaba se veía incapaz de librarse de aquel extraño dolor, de aquel indecible sufrimiento que había experimentado viendo a su amada perecer ante sus ojos. Para él, fue como si el tiempo mismo se hubiese detenido, como si un hueco se hubiese abierto en su corazón, incapaz de volver a llenarse.

Sin siquiera haber sido consiente de ello, el hijo de Poseidón había caído de rodillas al suelo, superado por la emoción, temblando incontrolablemente y con los ojos llenos de lágrimas. No había querido ser visto así por Thalia, no había querido ser visto así por nadie, pero ahora era demasiado tarde para ocultarlo. La enfermería estaba a sólo unos pasos frente a él, Annabeth se recuperaría pronto y todo estaría bien, pero la espera lo estaba matando.

—¿Qué ocurre, Percy?

El chico alzó la mirada, encontrándose con un par de ojos dorados que le observaban con preocupación, ofreciéndole una mano amiga para ponerse en pie.

—Hazel...—murmuró—. Lo siento, no sabía que estabas aquí... simplemente no puedo soportarlo por más tiempo. Odio ser usado por los dioses de este modo, ser visto como mero entretenimiento, pero puedo vivir con ello, considerando lo que le prometieron al ganador, sin embargo... sin embargo...

—Sin embargo, crees que lo que le pasó a Annabeth fue cruzar la línea—sugirió su prima.

Percy sonrió levemente.

—Sí, eso mismo... sé que ella estaba más que dispuesta a luchar, más aún que yo, pero es difícil verlo, ¿sabes? Incuso si no mueren de forma permanente, la muerte sigue siendo la muerte, y no estoy listo para ver a Annabeth... ver como...

La hija de Plutón colocó una mano sobre el hombro de su primo, haciéndole mirarle a los ojos mientras trataba de tranquilizarle con una sonrisa.

—Entiendo lo que quieres decir—prometió—. Yo vine aquí para ver cómo está Nico, aunque él aún no ha terminado de reformarse. Ha sido difícil ver a nuestros amigos y familia luchar y matarse entre ellos. Estar en el escenario es una cosa... pero mirar desde lejos... bueno, yo tampoco estaba lista para ver cosas como esta.

Percy se limpió las lagrimas con el antebrazo y se puso en pie, tratando de recuperar la compostura.

—Creí haberlo estado manejando bien, pero en el momento en que vi a Annabeth morir... fue como si se hubiese roto una condenada presa, las emociones no dejan de salir sin que pueda detenerlas. La había tenido fácil hasta el momento, a penas y sabía algo de Sam antes de nuestra pelea. Pero de aquí en más, tener que blandir mi espada contra mis amigos...

—Sí... en parte me alegro de haber perdido mi pelea—confesó Hazel—. No me veo luchando contra ti, Frank o nadie más. Nico y Reyna parecían estarlo disfrutando a su modo, pero no lo sé... más vale que este torneo lo valga. Me sentiría más segura sabiendo que alguien como tú obtuvo esos dones divinos en lugar de alguien como Cómodo u Calígula. Así que, Percy, mantente fuerte, y nosotros, yo y todos los demás, te seguiremos apoyando como siempre.

El hijo de Poseidón agachó la cabeza, tratando de ocultar la sonrisa que tiraba de sus labios, en parte de alivio, en parte de irónica diversión, en parte tratando de ocultar un dolor aún más profundo que se veía incapaz de confesar.

Siete Años Después: (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora