05

494 45 1
                                    

Aine

Estaba acostada en mi cama, con las luces apagadas, escondiéndome bajo las mantas. Aún llevaba el uniforme y en mi mente podía escuchar la voz áspera de mi madre diciéndome que la falda se arrugaría por mi falta de control. Si ella supiera que eso es lo único que tengo.

Aún quería llorar y no estaba segura si era porque perdí el control o por si ese chico me había reconocido o por que tenía que encontrar una forma de explicarle a Irene que me había ido... Cerré los ojos con fuerza como si eso pudiese borrar las lágrimas que se estaban formando porque no era capaz de dejar de pensar. Una almohada golpeo mi cabeza obligándome a salir de mi protección. Mi cama se hundió atrás de mí, me giré y ahí estaban los ojos cafés brillantes y unos verdes mirándome.

- Tu tía nos dejo pasar. -Salvatore fue el primero en hablar. - ¿Cómo estás? Los ataques de pánico son jodidos. – Dante lo miró serio- ¿Qué?

- Me siento mejor de lo que te ves -le respondí al pelirrojo. Dejando de darles la espalda.

- Bueno, podría verme peor si no fuese por ti. -sonrió.

- También le dije eso y me dijo que no fuese amable con ella. -hablo el pelinegro provocando una pequeña risa de su amigo que termino en un gemido de dolor.

- Ash... No me hagan reír. -se quejó tocándose el pecho.

- Pero si te reíste tu solo. -asentí mirando al pelirrojo.

- Oye, si vamos a ser tres. Aine debes ser imparcial. -me senté y miré a los dos chicos acostados en mi cama.

- ¿ser tres? -pregunte pasando mi mirada entre ellos.

- Si – dijo Dante.

- Te adoptamos en nuestro grupo -continuo Salvatore- Es nuestra decisión.

- Bueno, fue de él. -comento Dante mientras se sentaba apoyándose en la cabecera de la cama- Yo solo accedía a sus suplicas.

- ¡Yo no te suplique nada! -respondió- Estuviste de acuerdo desde el principio. Además, eres tú quien siempre di.. -Dante lo interrumpió

- Es que te pones muy pesado cuando quieres algo. Así que mi técnica es dejarte tenerlo. – cruzo los brazos.

- Wow, no puedo creerlo. -cubrió su rostro con la almohada que minutos antes me habían arrojado- Tu crueldad no tiene límites.

- Yo diría que es inteligencia. -conteste antes que Dante.

- Oh no, ella esta de tu lado. -sonreí- ¿Cuándo tendré a una persona de mi lado en este mundo?

- ¿Bromeas? – paso la mano por su cabello negro. – Ayer me golpearon por ti. No se que demuestra más lealtad que eso.

Ambos continuaron hablando sobre como no podía haber alguien imparcial en el grupo, pero si un moderador. Y esa sensación cálida comenzó a nacer en mi habitación. Era tan irónico tener a dos chicos con una total apariencia que decía "mantente lejos de nosotros" discutiendo sobre quien había tenido la idea de adoptarme en su grupo. Sonreí.

- Buen trabajo feo. -le dijo Dante dándole palmaditas en el pecho- Has hecho que su mente se calle.

- ¿Por qué me sigues diciendo así? Ya somos grandes. -reclamo el otro- Pero gracias. Fue un esfuerzo en conjunto.

Los miré por un rato más, prestando atención a la forma en como hablaban entre ellos. Volví a acostarme al lado derecho de Dante.

- Gracias -les dije- por adoptarme en su grupo. Aunque haya sido sin previo aviso.

- Cuando estemos corriendo por nuestras vidas por algo que hizo Sav espero que pienses lo mismo. -Solo asentí.

No me había sentido tan bienvenida en un lugar en mucho tiempo. Claro, aparte de mi tía. Y tampoco es que Irene fuese una mala amiga, estaba segura de que podía contar con ella. Pero también estaba segura de que no entendería por lo que estaba pasando como Dante y Salvatore parecían hacerlo.

De hecho, el que me adoptaran en su grupo de dos parecía un regalo sorpresa. De esos que rara vez llegan por que una persona se acordó de ti y decidió comprarte algo. Como la rama que le pide Cenicienta a su padre en aquella película.

- Chicos -entro mi tía a mi habitación- Debo llevarme a Salvatore conmigo para poder revisarlo como se debe. Dante quédate hasta que volvamos.

- ¿Tengo que ir? -pregunto Salvatore- Lo que pasa es que los hospitales no me gustan.

- Tu padre esta preocupado por ti y dado que no le quisiste decir quienes te hicieron eso al menos dale la satisfacción de saber que estas bien.

- Está bien. – Se levanto- No hagan planes sin mí. Eso es traición.

- De hecho, ya le dije que le llevaría ahí. -contesto Dante.

- No, debemos ir los tres. Ese es nuestro descubrimiento, no puedes llevarla solo. -Dante sonrío.

- Bien, te esperaremos. ¿Verdad Aine?

- Oh, sí. Seguro. -asentí sin tener idea de cual lugar estaban hablando.

- Os dejo comida en la cocina. Asegúrense de comer.

Solo asentí mirando a mi tía. Desvió su mirada a Dante, pero no dijo nada incluso cuando este asintió. Como respondiendo a una petición silenciosa y cómplice entre mi tía y él.

Nos quedamos solos en mi habitación y no sabría como explicar que aun que estábamos en completo silencio entre nosotros, no era incómodo. Hay algo en este silencio que lo hace cómodo, casi perfecto. Podrían ser las personas, el momento o pura casualidad.

- No todo silencio es incomodo Aine. – me di cuenta de que tenía los ojos cerrados- Deja de darle tantas vueltas en tu mente.

- ¿Cómo sabes que estaba pensando en eso? -deje de mirarlo y me enfoque en el techo.

- Solo intuición.

- Ok -asentí un poco en mi susurro. Nunca he sido la persona que jala las palabras de otros.

Debería cuestionarme muchas cosas en este momento, como la razón por la que no me siento incomoda con un chico acostado en mi cama, al cual casi no conozco de nada. Y en su lugar esto observando el bonito perfil que tiene y las discretas pecas caminando desde su mejilla más allá de su nariz. ¿Cómo tiene las pestañas tan largas y rizadas?

- ¿Qué? -me sobresalte cuando abrió los ojos y me miro. Miré al otro lado. - ¿Por qué me miras así? – pregunto casi como un susurro.

- Solo... -dije.

- ¿Solo? – por el rabillo del ojo note que levanto su ceja. Algo muy común en él.

- Solo me parece interesante. -lo miré- ¿Por qué son buenos conmigo si no me conocen? -lo miré.

- No lo sé. -Junto los labios casi como un puchero- No tengo respuesta para esa pregunta ahora Aine.

- ¿Me la dirás cuando la sepas? -puse mi peso sobre mi codo para verlo mejor.

- Si. -asintió- Lo haré. Ahora duérmete o algo...

- ¿Me estas diciendo que me calle? -me deje caer en la cama.

- Con más educación, sí. -sonrió.

Quise preguntarle aún más cosas, era como empezar un rompecabezas donde lo que veía no calzaba con lo que escuchaba y sentía. Quería tener la imagen completa de la persona acostada junto a mí. No solo porque, bueno, estaba aquí; sino, también porque Dante había comenzado a ayudarme sin pedirle que lo hiciese. 

Another loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora