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Aine

Desde que desperté en el hospital hasta que mis padres volvieron a tomar el control de mi vida no paso más de una hora. Y como siempre, ignoraron todo aquello que les pedía. Hasta lo más mínimo fue silenciado bajo sus quejas; sobre todo las de mi madre. Estaba furiosa porque no fui capaz de ignorar los problemas de los demás y seguir con mi camino.

Mi padre, por otro lado, no hablo mucho cuando me vio. Parecía consternado como si entre todas las posibilidades, esta no estaba entre ellas. No me veía tan mal para su reacción, así que, es más fácil asumir que estaba viéndose cara a cara con la culpa del pasado.

Siendo sincera conmigo misma, no desperté preocupada por mi o como había llegado al hospital. No me dejaron ver a Dan, me quitaron el móvil, no permitían que tuviese visitas más allá de mi tía o Irene. Esto siguió así por tres semanas, recibiendo los deberes por correo, sin salir de casa... Encerrada en mi habitación, no podía hacer nada más que buscar una forma de encontrarlo.

Cuando me dijo que no tenía redes sociales, nunca me pareció algo problemático hasta que hoy, nos encontramos así, en medio de la nada. ¿Cómo estaba él? ¿Seguía en el hospital? ¿Tenía algo grave? A pesar de que Irene intento darme información sobre lo que estaba pasando en el exterior, la podía ver una vez por semana. Por ella me enteré poco o nada, migajas de todo lo que mi mente ansiaba por saber.

Cuando por fin pude moverme con mayor libertad, sin tanto dolor habían pasado cuatro semanas. El doctor vino a revisarme y repitió que era una suerte que ningún órgano estuviese lesionado, y que solo tuviese una costilla rota. Aún no podía ir al colegio, pues el reposo para evitar complicaciones era importante, pero comenzaba a asfixiarme en esta rutina.

En la quinta semana, moverme se sentía más fácil. El miércoles por la tarde alguien me envió un paquete, mi madre estaba reacia a dármelo y renegaba de que hubiese abierto la puerta. Era una caja bastante ligera, mediana y delgada, envuelta en papel azul antes de que fuese arrebatada de mis manos en la esquina superior se encontraba un pequeño trébol de tres hojas.

― Eso es para mí, ¿Por qué me lo quitas?

―Te lo devolveré si me dices quien lo envió, pero que sepas que si viene de ese muchacho lo tiraré. No quiero que tengas nada que ver con esa gente.

― No es de él ― mentí― Irene me compro algo para entretenerme, pero como tampoco la dejas pasar pues me dijo que lo enviaría.

― Si no fuese de buena familia no entraría en mi casa... ―farfullo devolviéndome la caja.

Regrese a mi habitación y poniendo el seguro en la puerta, abrace la caja. Sentía demasiada emoción que era capaz de llorar solo con mirar la caja. La deposité sobre el escritorio y la abrí. Era un rompecabezas, pero no formaba una imagen. De hecho, la caja era toda negra. Al abrirla encontré una nota.

"Para ti, que disté dos pasos cómplices hacía mí

Para ti, que me prometió que la volvería a ver mañana...

Es mi turno."

BC

Leí varias veces la nota sin entenderla por completo. Comprendía la segunda línea, tuvimos una conversación donde le prometí siempre un día más. Pero, ¿cuáles eran esos dos pasos? Porque estaba segura de que fueron ellos quienes se acercaron a mi aquel día. Y, ¿por qué las iniciales que firman la nota son BC? Sé que esto viene de Dan, es el único que firmaría con un trébol.

Terminé por dejar la nota a un lado, y miré las piezas junto con las instrucciones. El rompecabezas se llama dos vidas y consta de un degradado de negro a azul. Casi como las olas del mar. Interesante nombre para un rompecabezas. Más de dos mil piezas, todo fuera del titulo parecía un puzle normal.

Al sonar la alarma para tomarme las pastillas me levante de la silla frente al escritorio y camine hacia la mesita de noche.

― Au― choque con el filo del escritorio y al mover mis brazos para evitar el dolor del movimiento brusco tire una cajita de este ― rayos.

Me agache para recoger la caja y al levantarla su interior fue vomitado al suelo. Termine por arrodillarme con cuidado para poder recoger los pequeños mullos. Era la caja donde guardaba las cosas para decorar las pulseras que solía hacer cuando era niña. No recordaba que aún lo tenía ahí.

― ¿eh? ― miré las piezas cuadradas cubiertas de blanco y con una letra en ella. Había muchas de esas, y por costumbre o, tal vez, solo para perder el tiempo comencé a recogerlas en orden mientras susurraba sus nombres― A... ―una pieza― b... ―dos piezas― c...― tres piezas― d...e... ―me detuve. Miré las letras en mi mano y repetí nuevamente― A, b, c, d...

Volví a la nota con las cinco piezas en la mano. Coloque la b y la c encima de su escritura, separé la e y termine de ubicar al A y la D.

― "Para ti, que disté dos pasos cómplices hacía mí" ― leí y miré las letras. Hay dos letras entre mi nombre y el suyo, dos pequeños espacios que nos separan el uno del otro. Así como tenemos dos amigos cómplices que nos unen dentro de esta separación. ― ¿Cómo te diste cuenta de que son dos letras? No cualquiera piensa en algo así.

Escondí la nota en la repisa y coloqué el rompecabezas en la estantería junto a los otros. En la promesa sobre regalarme uno, tambien estaba que lo armaríamos juntos.

[🧩]

― No quiero estar aquí. Tía, llévame contigo. ¿Por qué no puedo volver? ―le repetí por decima vez a mi tía desde que llego a verme.

― ¿Por qué quieres irte? Dentro de unos días volverás al colegio y las cosas serán como antes.

― Nada puede ser como antes si me faltan personas. ―reproche.

― Es porque quieres verlo, ¿verdad? ― asentí― Sabes la reacción que tendríamos de tu madre si se entera de que lo viste. Solo al entrar me hizo jurarle que no lo mencionaría bajo ningún concepto.

― Ya no pueden sacarlo de mi vida. No hay forma humana en la que caminemos separados. Así que, si no es contigo lo veré a mi forma.

― Pero que dices Aine.

― Digo que lo necesito tía. Mi vida lo necesita, mi estabilidad anhela poder reírse con él o solo tenerlo en el reflejo de mis ojos.

― Hablaré con tu madre, pero no te prometo nada.

No tengo idea ni imaginación para saber que fue lo que le dijo mi tía a mis padres para que estos me dejasen salir. O si solo fue por la costumbre de no tenerme presente o porque les era más fácil fingir sin mi en la casa. Sentí mucha culpa al volver a dejar a Eliot solo en la casa. Esperaba que, para cuando él volviese de casa de los abuelos, pudiésemos vernos más seguidos.

― Aine, quiero que me escuches con atención. ―gire en el asiento del copiloto para ver a mi tía― El padre de Dan esta siendo procesado por lo que paso, no sabemos si le darán cárcel ni cuanto tiempo, no sabemos nada. Dan no quiere hablar de eso con nadie ―suspira― No, él no quiere hablar con nadie.

― Nadie me dijo que tan mal lo estaba pasando. Ni Irene o en los mensajes de Instagram de Jimin.

― Les pidió que no te dijeran nada. Ya se culpa lo suficiente por lo que paso.

― No fue su culpa. ―respondí al instante― Ni el ni yo deberíamos de pagar por lo que nuestros padres hicieron.

― Es verdad, pero él vio como su padre te golpeaba y no era capaz de detenerlo.

El camino en auto desde mi casa a la de mi tía duraba menos de lo que esperaba pues ya nos encontrábamos frente al portal del edificio. El impulso de bajarme para ir a verlo se detuvo junto con mi mano en la puerta. Sentí miedo. 

Another loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora