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Aine

― Con esto determino que amas los puzles Aine ― deje de hacer la tarea para mirar a Dan delante de la estantería de mi habitación― Esta cantidad de puzles solo la he visto en las tiendas. ¿Por qué te gustan tanto los puzles?

― Cada pieza tiene su lugar, se conecta con las otras y forman un todo. ―dije con total tranquilidad― Me gusta pensar que las piezas y la imagen fueron hechas las unas a las otras.

― Es porque así es ― sonreí ante su sarcasmo― Sabes que es así.

― Dan ― cerré el cuaderno― ¿Qué es lo que amas? ― Puso morritos y mantuvo el silencio.

― Pintar ― sentándose en la cama con una caja de un puzle que aun estaba con el plástico― Me gusta este.

Cuando miré con más atención la caja que sostenía en sus manos me encontré con el único puzle que mi madre me regalo. Un rompecabezas de dos mil piezas que formaban un bonito degradado en azules, magentas y violetas. Atesoré esa caja por más de cinco años que me vi incapaz de siquiera abrirla.

No importaba cuantas veces me decía que debía armarlo, el primer regalo que era de mi agrado por parte de mi madre. La primera vez que no obtuve un mal comentario por disfrutar tanto de armar puzles en lugar de hacer las cosas que ella quería. Por un momento sentí que no pensaba que perdía el tiempo.

― ¿Quieres armarlo? ― le pregunte acercándome a la cama con la silla del escritorio.

― No ― respondio tomándome por sorpresa― No, este no. ―repitió― me gusta, pero no es para nosotros. Presiento que tiene historia.

― Si, la tiene. ―conteste.

― Terminala cuando estes lista Aine. ― sonrió― mientras, yo buscaré uno para los dos.

― Bueno ― sonreí de vuelta.

No importaba las veces que lo viese, siempre pensaba que su ropa negra no iba con él. Y aunque me dijeron que era para parecer más intimidantes al ojo general, no parecían complementar a Dan. De hecho, se sienten como un mascara o una cortina a algo más.

― Y ahora a que le estas dando vueltas. ―se inclino en mi dirección.

― Tú... ― subí mi mirada a su rostro― El negro no es tu color Dan.

― Muchos dicen que si ―sonrió de lado.

― No creo que te conozcan tanto. ― levante los hombros cuando nuestras miradas se toparon.

Con los días me di cuenta de que Dan siempre mira a los ojos cuando hablas. Busca a la persona y la mira con atención al hablar. Casi parecía que olvidaba el impacto de sus ojos en los demás.

Tomo un brazo de la silla y jalo en su dirección. Al estar sentada como mariposa, mis rodillas tocaron sus muslos. Me arrime completamente al respaldar de la silla. Poso su otra mano en el brazo libre de la silla inclinándose aún más. ¿Cómo podía sentirse tan cómodo con alguien tan dentro de tu espacio?

― Tienes razón Aine ― susurro― El negro no es mi color, al menos no lo era hasta hace unos años.

― ¿Qué cambio? ―baje mis piernas de la silla, ahora en medio de las suyas.

― Mi vida. ― quito sus manos de la silla. Eran unos centímetros, y sentí la distancia que puso entre nosotros en ese momento.

― ¿Dan? ― se dejo caer en la cama.

― ¿um? ― cerro sus ojos.

― ¿volverías a estudiar si pudieras? ― le pregunte con cautela. ― Sav me dijo que tuviste que dejarlo por razones mayores ― que también involucraban una expulsión según lo poco que Sav quiso hablar sobre el tema― ¿Lo harías?

― ¿Por qué? ― hablo sin mirarme― Piensas decirles a tus padres que me ayuden o algo así.

― No, yo... no lo sé. ― dije de forma sincera― No haría algo que no quieres o que te hiciera sentir incomodo. Solo quería saber si volverías.

― Si, si volvería. ― asentí y aunque no pudiese verme, sonreía― No lo deje porque quería. Tuve que tomar una decisión, y como suele pasar, todo cambio.

― Supongo que también tenías un sueño a realizar. ― asintió.

― Todos tenemos un puzle para completar Aine. ― se levantó― Con más o menos piezas, mas o menos colores... No importa, lo queremos completar.

― Hay unas pinturas en mi colegio que te gustarían. ― me moví al escritorio para buscar m móvil― He buscado al autor de las pinturas, pero nadie sabe nada de él. Y lo único que encuentro en un pequeño trébol azul como su firma.

― ¿Un trébol azul? ― movió su cabello cubriendo sus orejas como siempre― Interesante. Debe ser un trébol para la buena suerte.

― No, lo sé. ― me acerque ― Esté trébol solo tiene tres hojas y está incompleto, por un lado. Además, es azul.

― ¿Crees que hay algo más? ― coloco la caja en su lugar dentro de la estantería.

―Si, definitivamente hay más. ― buscaba en mi galería la foto que le había hecho a uno de los cuadros― Nadie sabe donde esta, ni porque dejo de pintar. Lo ultimo que supe fue que le ofrecieron hacer una exposición con sus cuadros, pero que se negó.

― Puede que no quiera pintar más. ―levante la cabeza y me tope con su espalda.

― No, alguien que pinta así... ― me detuve unos segundos― no ― repetí― No sé mucho de arte, pero la persona que pinto esos cuadros nació para hacerlo. ―seguí buscando en mi galería, estaba segura de que aún tenía la foto― ¿Dónde vas?

― Son las once de la noche Aine ―hablo serio― Debo ir a casa.

― Oh, si... Perdón. ― la expresión en su rostro de desaprobación por disculparme― Ya sé, ya se que no debo disculparme por todo. Per... Te acompaño a la puerta.

Lo seguí por el pasillo, prendiendo todas las luces que encontraba hasta la puerta. Escuche como soltaba una risita al darse la vuelta y ver todas las luces encendidas.

― Me avisas cuando llegues ― le dije antes de que se fuera.

― Siempre. ― sonrió― Nos vemos mañana Aine.

― Nos vemos mañana Dan. ―se fue. 

Another loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora