47. Habitación de imagenes

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Aine

20 de junio de 2020

― ¿Aine? ― susurro Irene al entrar en mi habitación iluminada solo por la pequeña lampara junto al reloj― Tu tía me dijo que podía entrar.

― Si, pasa. ― me gire en la cama para no darle la espalda.

Irene estuvo ansiosa todo el tiempo mientras me contaba, desordenadamente, que en la escuela la gente se preguntaba que me había pasado porque no me volvieron a ver y tampoco llegue a los exámenes finales. Que Jimin les había gritado que se metan en sus asuntos y dejen de buscarle razones a cosas que no conocen, que mi padre le había pedido que me convenciera en salir de mi habitación y que, por primera vez, sentía total sinceridad en sus palabras. Le dije que no podía, que sentía que el mundo se me venía encima cada vez que salía de mi habitación. Que los recuerdos eran abrumantes y sentía que comenzaba a caminar con neblina. Además, de la culpa que me murmuraba que ya debía sentirme mejor, que ya no podía ser una carga para los demás. Y si bien, Irene, no parecía entenderlo al cien por ciento no me juzgo en ningún momento, aunque mi atención a los chismes se desviaba a los constantes apretones que se daban sus manos.

― ¿Qué es lo que sigues pensando si deberías decirme o no? ― parecía sorprendida― Irene, no has dejado de estar nerviosa desde que llegaste.

― Es que, tú sabes... Tengo miedo de que lo que tengo que decirte no ayude en nada.

― Solo dime.

― Sav quiere mostrarte algo. Sé que no se han visto mucho desde ese día en la playa pues ambos... Sé que es difícil para los dos el verse.

Sabía que el amor de mi amiga por el pelirrojo hacía una gran diferencia con Sav. Un amor que no ha sido dañado por caprichos de padres o silencios mentirosos. Además, de las nuevas noticias sobre la universidad a la que Sav aplico. Pues si bien no nos hemos visto, los mensajes han sido constantes entre ambos.

― ¿Aine? ― paso su mano por mi rostro― Sav vendrá en unos días para llevarte a un lugar. Todos dieron permiso solo debes aceptar o negarte, lo que sea estará bien.

― Bien, no tengo otros planes tampoco... ―desvíe mi mirada.

― Bien, iré a decirles. ―asentí. Se puso de pie al salir de la cama y en la puerta se volvió ― ¡Oh! Deberías revisar el Instagram que te pase hace unos días. Te gustará.

― No quiero revisar Instagram ahora.

― Este si, tu solo hazlo mientras vuelvo.

― ash, bien.

Tome mi móvil apenas cerro la puerta y busque su chat dándole clic al link que me envió. El enlace me llevo directo a un perfil de Instagram. Me incorporé al instante que pude ver el nombre de este perfil, morfeo_sav es el nombre. No tenía muchas publicaciones, pero definitivamente este es el perfil de Sav.

"Mi mejor amigo y hermano, Dan, tambien anda por mi cuenta" decía en su biografía. La primera foto era Dan dibujando y Sav había escrito "necesito técnicas nuevas para sacarlo de este lugar..." la foto solo tenía un comentario como respuesta; un simple no. Comencé a recorrer el perfil, primero sin fijarme en los comentario o descripciones pues recordaba muchos de esos días. Nunca me di cuenta de que Sav nos tomara aquellas fotografías.

Dan estaba muy presente en esa cuenta de Instagram, no solo en los comentarios molestando a Sav sino que también realizaba publicaciones. La foto de un rompecabezas, de los tres en el autobús, aquella en la que se podía ver al azul en su cabello...

― Por esa sonrisa supongo que ya lo viste. ¡Aine! ¿Dónde vas?

Bajo la mirada de sorpresa de mi tía y Yoongi recorrí el pasillo hasta la puerta y la abrí. Baje las escaleras con rapidez hasta estar frente a su puerta, llame al timbre. Y segundo más tarde, mi pelirrojo favorito abría la puerta.

― Aine...―me miro sorprendido― ¿Paso al... ¿y tus zapatos? ―baje mi mirada a mis pies.

― Oh, los olvide.

― Olvidaste tus zapatos. ― sonrío mientras yo asentía.

― Eso no importa. ―le mostré mi móvil― ¿Por qué no me dijiste sobre esto?

― oh ― aparta la mirada― No me acordaba...

— No sabía que habías tomado estas fotos — sonríe.

— No sé preocupen, yo la cuido. — le dijo a alguien en el pasillo— Pasa Aine.

Me adentre en su departamento, nunca antes había entrado. No hay una razón en particular para ello, solo no pasó. El departamento era muy similar al de mi tía solo que este parecía más grande y mucho más colorido. Algunas plantas cerca de la ventana, otra en la cocina, y parecía que encontraría más en la casa.

— Ven. — poniendo sus manos sobre mis hombros me condujo hasta al final del pasillo. Aquí tienen una puerta más que arriba, deben ser tres habitaciones y el baño. — Creo que debes entrar.

— ¿Es su habitación?

— Si. He entrado varias veces, pero todo esta igual. No hemos tocado nada. —asiento — Ve.

Me dio un pequeño apretón en los hombros y regreso por el pasillo. Toda su habitación gritaba que fue una persona del arte. Lo primero que capto mi atención fue aquella esquina donde está el escritorio delante de la ventana con todos los pinceles en un bote, las pinturas asomadas desde los cajones, los lienzos apilados en la pared, los dibujos pegados en la pared junto a la ventana. Un caballete asomaba tímido al costado del armario. Y uno más pequeño estaba sobre el escritorio apoyado en la pared. Una pequeña maceta blanca con una planta, al acercarme un poco más pude comprobar que son tréboles.

Volví mi atención a los dibujos y estaba segura que uno de esos era un autorretrato. Dan estaba sujetando unas rosas junto a su rostro mientras cerraba sus ojos. Mi pierna chocó con uno de los cuadros, lo tomé para poder verlo mejor. Era una playa donde un pequeño niño tomaba la mano de quien parecía ser su madre, pero la madre rompía con la armonía del cuadro. La mujer parecía ser tapada por el paisaje mientras el niño caminaba sobre este.

— Esto es muy bonito Dan. —susurre. Dejé el cuadro donde estaba y miré otro, este mucho más pequeño. La maceta del escritorio y la ventana eran las protagonistas en esta ocasión. Mientras más lo veía más notorio era la luz y las sombras sobre la planta, como algunas de sus hojas comenzaban a secarse. Lo dejé donde estaba.

Me di la vuelta y vi su cama estaba cubierta por una manta beige donde los extremos presentaban pequeñas manchas de pintura, y en la cabecera reposaban dos pequeños peluches redondeado como en forma de almohadas. Los miré, y me reí por lo diferente que es su habitación a lo que mostraba fuera. Una vaquita y un caballito de lo más tiernos acurrucados junto a la almohada. Me senté en la cama, y tomé uno de ellos. La pequeña vaquita tenía motas marrones, dos pequeños cuernos y una nariz muy tierna en rosado. Dos círculos negros formaban sus ojos. La abrace.

— Ella es Ronnie y el caballo es Zeus —entro Sav y se sentándose a mi lado mientras tomaba al caballo en sus manos— Uno se lo regale yo y el otro mi padre el día que llegó a casa.

— Hay cosas que están sin terminar.

— Si — bajo la cabeza— No tuvo tiempo de completarlas.

— ¿Puedo estar más tiempo aquí?

— El que necesites Aine. Nadie te sacará. 

Another loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora