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Aine

No recuerdo mucho de como llegamos a casa, pero estábamos subiendo las escaleras hacía el departamento de mi tía cuando el hombre del segundo piso se cruzo con nosotros. Desde el primer día en que Dan lo había mencionado como alguien que solía meterse en la casa de los demás, lo evitaba siempre.

― Ahora no. ―Apretó mi mano y paso delante del hombre. Lo miré mientras subía, se quedo parado en el mismo lugar hasta que no pude verlo más. ― ¿Tienes las llaves? ―se las pase en silencio― Ve a acostarte, yo te haré un té.

― Gracias.

Podía sentir el cansancio en mi cuerpo. Era un cansancio bullicioso, estaba cansada porque mi interior no paraba de correr, de acelerarse... No era capaz de detenerme. Me deje caer sobre mi cama, ocultando mi rostro entre las almohadas.

No paso mucho tiempo y entro la luz al abrirse la puerta. No me di la vuelta. El colchón se hundió hacía él cuando se sentó. Escuche como dejo el platito donde debía estar la taza en la mesita de noche.

― ¿Aine? ―acaricio mi cabeza ― Te traje el té. Mi madre siempre me hacía té en momentos difíciles.

― Tu madre suena como una excelente persona. ―me senté y tomé la taza.

― Lo fue. ―sonrió― La mejor mamá, y persona que tuve conmigo cuando era pequeño.

― ¿Cómo se siente? ―suspire en un intento de evitar las lágrimas.

― ¿Qué cosa?

― Tener una madre que te quiere... ―respire― Que, de verdad, te aprecie. ¿Cómo se siente? ― solloce.

― Um, dejame pensar. ―quito la taza de mis manos y me indico que me moviera. Se acomodo junto a mí, apoye mi cabeza en su hombro esperando que hablara. ― Mi madre siempre amo celebrar mis cumpleaños, eran fiestas temáticas. Lo hicimos hasta que cumplí quince años, ella decía que nunca se es lo suficiente adulto como para soltar al niño que vive en nosotros. Y que mejor excusa que nuestro cumpleaños.

Siempre quise una fiesta llena de colores por mi cumpleaños. Como si estuviese rodeada de mariposas... Mi madre no me dejo. Al contrario que su mamá. Ella lo había amado de la mejor forma que existe, de aquella forma tan correcta. No negaba la individualidad de su hijo, pero tampoco lo hacía a un lado. Escuchaba sus deseo y peticiones e intentaba que siempre se hiciese lo mejor para él. Tantas memorias bonitas de sus cumpleaños, todos esos recuerdos llenaban de colores mi mente. Fiesta de cumpleaños, salidas al parque, aprender a montar en bici juntos...

No podía imaginar el dolor que debió pasar Dan cuando la perdió. Seguro fue más desgarrador de lo que se podía apreciar en su voz cada vez que su memoria se topaba con los recuerdos más recientes, la perdida de su madre.

― Mi madre fue un fuel creyente en que, si bien el mundo contribuye en nuestra suerte, nosotros somos quien debemos tomarla de la mano y hacerla caminar con nosotros.

― Por eso el tatuaje. El trébol de tres hojas tras tu oreja.

― Si, por eso.

Juzgaba que era verdad cuando Dan me contó que no había hablado de su madre en mucho tiempo, ahora parecía no poder parar. Y no lo culpaba, ella tambien desearía poder hablar así de su madre. La persona que le había dado la vida, ella también deseaba poder amar a su madre tanto como Dan. Sin poder evitarlo, sintió envidia de él.

Lo envidiaba por tener aquello que ella no. Y al mismo tiempo, le dolía porque sabía que tener aquel amor de su madre dependía de algo que no podía controlar. Pues el amor de un solo lado no es suficiente para mantener una buena relación. Era consciente que su madre debía cambiar para que ella pudiese acercársele sin temor a lastimarse y a ser juzgada por ser quien es.

―Debió doler tanto su partida.

― Mucho más de lo que podemos imaginar. ―mantuvimos el silencio. Amo como nuestros silencios se sienten como otra conversación, una más sutil y cómoda. ―  Sin embargo, aprendí que no moriría con su ausencia. Claro que me tomo mucho tiempo darme cuenta de eso, pero ahora puedo decirte que soy feliz con sus recuerdos y que trato de no torturarme con lo que el futuro podría ser si ella siguiese aquí.

― Eres muy valiente.

― No más que tú.

― ¿Cómo sería yo valiente? ―pregunte con sarcasmo.

― Sigues aquí, eso es más que suficiente para demostrar tu valentía.

― Entonces, tal vez antes fue cobarde por no querer seguir aquí. ―hable con seriedad.

― No, si decidimos quedarnos o irnos somos igual de valientes. ―apretó mi mano― Con todo lo que pasa en tu mente cada segundo del día, sería penoso que alguien pensará que no eres valiente. Te toma una inmensa valentía irte e igual quedarte.

― Hay personas que me llamarían cobarde, por lo segundo.

― Es porque esas personas no saben como duele estar en la vida sobreviviendo, sin poder respirar o sentirte bien sin que la culpa toque a la ventana. ―solloce― Seguro hay mucha gente afuera que se dará el poder de juzgarte y pensará que todo es un mal acto de la edad, pero solo aquellos que abrieron su empatía y conocimiento, junto a quienes hemos pasado por lo mismo, sabremos como es ese dolor.

― ¿Por eso tu no me juzgas?

― Jamás juzgaría el dolor de otros solo porque no lo entiendo. ―ahora, mirándonos cara a cara observe que él tambien había llorado en algún momento de nuestra conversación. ― ¿Aine? ―susurro.

― ¿sí? ― Lo vi acercarse a mi rostro y cerré los ojos. Junto su frente con la mía.

― Prométeme que te veré mañana siempre que te vea.

En este momento de mi vida, y aunque esta me doliera más de lo que debía, le hubiese prometido todo lo que quisiera. Pues eso significaba que yo tambien lo vería otro día más y otro, y otro, y otro...

― Solo si siempre te quedas Dan.

Y finalmente paso, aquello que mi mente me había mostrado en sueños y que yo había renegado porque en una parte de mí, seguí la sombra de lo que fuimos Yoongi y yo. Sin embargo, el beso no fue como en mis sueños ni en el mismo lugar que ellos decían.

Este beso fue bajo la oscuridad de mi habitación siendo iluminada solo por el pequeño haz de luz proveniente del pasillo. Un beso bajo la sombra del amor que se tardo en llegar.

― Recuerda que las promesas no se rompen mi Aine.

Another loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora