48. A....D

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Comencé a sentir como alguien acariciaba mi hombro mientras decía mi nombre. Abrí los ojos y ya no entraba luz por la ventana, la lampara de la habitación encendida iluminaba tenuemente la habitación. Las sombras cubrían varios de los dibujos de la pared.

— Hola — me apegue a la pared al instante que escuche su voz — ¿te asuste?

— ... — No parecía ser capaz de expresar una sola palabra. No era posible lo que estaba viendo, pero ahí lo tenía. Sus peculiares ojos volvían a verme, estire mi mano para tocar su rostro. Estaba cálido — ¿cómo?

— No lo sé.

— ¿Acaso yo... — no fui capaz de terminar. Negó.

— No, estas bien Aine. —sonrió.

— Te extraño demasiado Dan — lo abrace.

—Yo también te extraño Aine. — me estrecho en sus brazos y, si no estaba loca, juraría que lo escuche sollozar— Siento tanto haberte dejado sola, en mis planes no estaba despedirnos. Pero no concebía una vida sin tu presencia en ella...Cuando te vi caer tuve tanto miedo...

— No fue justo, no debías irte así... No debíamos separarnos así Dan.

— Es verdad, pero tú sigues aquí. Así que yo también. Además, pude dejarte caer y no lo hice. Elegí devolverte el favor que me hiciste Aine, para serte sincero nunca pensé que podía llegar a querer a alguien después de todo lo que me pasó. Pero llegaste tú y todo parecía tener sentido, sentía que volvía a tener una razón para soñar. Alguien que compartiría esa alegría conmigo... Deja de dudar si soy real o solo soy producto de tu mente, y escúchame, de verdad Aine. No te culpes por las cosas que pasaron o no pasaron entre nosotros. Mejor piensa que ahora es tu oportunidad de devolverme el favor. —volvió a sonreír— Siento que suena egoísta lo que voy a decir, pero ¿vivirías por los dos? — asentí— No llores corazón... Que amor tan bonito tuvimos Aine. Gracias por nunca verme como una opción más.

— Jamás podrías ser una opción Dan, alguien como tú, nunca.

Entre sonrisas se acostó junto a mi en su cama, se sentía como si solo la escenografía hubiese cambiado pues podía acariciar el calor que emanaba su cuerpo. Seguimos hablando por varias horas o minutos, quien sabe, tal vez el tiempo si se podía detener. Y hoy, el tiempo, se sentía amable y me eligió entre todas las personas para darme un momento de paz.

—Tal vez, —susurro en mi oreja— algún día me veas caminando devuelta a ti. Si eso pasa, no mires a otro lado porque podría jurar que te estaré viendo.

— Te esperaré...

— Oh, antes de irme. —lo mire— Dile a ese chico lo que necesitas realmente se preocupa por ti. Tal vez en un tiempo aprendan como quererse.


[🧩]


No estaba segura si de verdad esto había pasado, si Dan y sus palabras fueron reales o todo fue creado por mi mente. No era muy creyente en los fantasmas o almas, pero ¿por qué cuando desperté el lado de la cama estaba tibio? ¿Por qué cuando lo toqué lo sentí? Ninguna de mis preguntas parecía tener validez o sentido.

Y mientas más miraba al techo, menos comprendía lo que acababa de pasar. Pero podía sentir que algo cambio. Sentía menos miedo al recordarlo y esperaba que esto no fuese cosa del momento y que cuando saliera por esa puerta todo se viniese abajo.

— Real o no, hice una promesa. Y no se prometen cosas que no vamos a cumplir, ¿verdad señora vaca?

Poco a poco las sombras comenzaron a desaparecer bajo el manto del amanecer. La habitación también parecía haber sufrido algún cambio durante la noche. No es que mágicamente aquel cuadro incompleto ahora estuviese terminado o que faltasen dibujos en la pared o que de repente las manchas de pintura en el cobertor no existieran; no, era algo más. Tal vez era yo quien miraba todas sus cosas con ojos diferentes. Tal vez había conseguido el valor que perdí cuando se fue... O, quien sabe, tal vez solo necesitaba esconderme bajo sus brazos de alguna forma para poder sentirme a salvo de su abrumante ausencia.

Acaricie los dijes de nuestras pulseras, ahora compartiendo espacio. De una forma u otra, parecía que aferrarme a la idea de poder mantener vivo el recuerdo de Dan no estaba solo en mi mente. No sé mucho de arte, pero conozco a personas que si lo saben.

— Dan, que ya no estés aquí no significa que no puedas cumplir uno de tus sueños. Como tampoco significa que yo no pueda ayudarte a brillar un poco más en todos nosotros.

Me mantuve unas horas más dentro de la habitación pensando en esto y lo otro, y cuando por fin el sol salió por completo me puse de pie. Coloqué el peluche en su lugar, abrí el armario y, tomándome todo el atrevimiento, saque uno de los suéteres beige. Aquel con lo que parecían pequeñas manchas azules en sus puños, pero más de cerca se notaban que eran flores. Lo saque y pase mi mano por el resto de chaquetas y sudaderas colgadas.

— Ojalá verte con los claros de tu armario Dan, son más como tú. Mucho más cálidos y tranquilos. —limpie las lagrimas que empezaban a aparecer en mis ojos, aclare la garganta y me puse aquel suéter. Era obvio que me quedaría grande, pues Dan siempre fue más alto; pero no. Sorpresivamente, solo parecía ser una talla más grande. — ¿es esto de una chica?

— No —pegue un salto del susto— Perdón, no pretendía asustarte.

— Quiero imaginar que no Sav.

— Eso no es de una chica — lo miré — es para una chica.

— Oh. —comencé a quitármelo— Perdón, no...

— Pero la chica ya lo tiene. — con un brazo fuera del suéter Sav sonrió— le dije que era grande para ti. Pero no se te ve mal... —se quedo en silencio como si mantuviese una conversación con él mismo— ¿Quieres desayunar conmigo?

— Si. 

Another loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora