31. Lirian

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Las cosas estaban tensas.

Ni siquiera tenía claro cómo es que había terminado en ese lugar, solo recuerda que en un momento estaba acurrucándose junto a su pareja en el carruaje camino a casa hablando de Liv y al siguiente se vieron escoltados por un par de soldados con expresión sombría que esperaban por Leon en la entrada de la mansión; el ser arrastrado con él fue un acto colateral.

Eran cerca de veinte personas reunidas ahí a parte de ellos dos, todos deltas por el olor que podía sentir además de Cassandra, a quien por primera vez veía con un rostro terriblemente serio.

Nadie había reparado en su presencia, y si lo hicieron no les importaba, había cosas más interesantes que tratar en esos instantes, como por ejemplo la cantidad terrible de involucionados que ahora existían a lo largo de todo el país y seguían en aumento.

Su vista se paseaba por todos lados calculando posibilidades de escape en caso de que las cosas se pusieran feas, era algo que aprendió en su mundo, sobre todo si se encontraba rodeado de personas potencialmente peligrosas.

Se encontraban en la habitación de juntas en el edificio del gobernador, todos de pie a pesar de existir una gran mesa para invitados rodeada de una cantidad ridícula de asientos para cada uno.

Leon apretó su mano con un poco más de fuerza de la habitual, siendo su lazo el que le transmitía toda la angustia que sentía por la situación. Río devolvió el gesto tratando de entregarle un poco de seguridad, pero no estaba seguro de si hacía un buen trabajo, decir que sentía la misma preocupación por lo que acomplejaba a todos los presentes sería una mentira. Por él, el mundo podría irse al demonio mientras no se encontraran involucrados sus seres queridos.

—¡Necesitamos hacer algo de inmediato. Las ciudades se están volviendo una locura, continuar de esta forma solo empeorará la situación y terminaremos con otra Ciudad de Bestias en cualquier momento!—un delta mayor, casi cercano a los cuarenta, hizo resonar su voz por entremedio de todos los presentes que hablaban desordenados a la vez discutiendo sobre el tema sin llegar a nada.

— ¡Pues propone algo de una maldita vez! —le gritó otro.

— ¡Para eso estamos aquí, imbécil, para proponer algo! —le rebatió.

Leon miró a Río de reojo, sintiendo por medio de su unión la diversión que le causaba al menor todo el escándalo. A veces no podía entender el humor de su pareja.

— ¡Silencio! —aquella voz lo hizo estremecer. Recordaba muy bien esa sensación, alguien había utilizado su voz de alfa para silenciar al resto, pero siendo todos delta el intento fue casi en su totalidad infructífero. Si bien logró que disminuyeran el volumen de la discusión eso solo logró aumentar el enojo de todos, a nadie le gustaba sentirse por debajo de otro, en especial si se trataba de puros alfas que estaban en la cima.

Una cabeza llena de cabellos plateados se podía ver a la cabecera de la mesa. El gobernador había hecho acto de presencia tratando de poner orden.

— Sé que todos estamos tensos por los recientes sucesos, pero debemos calmarnos para tomar la mejor medida.

— Si tu padre estuviera aquí las medidas ya estarían implementadas y nada de esto habría ocurrido —un castaño osado se atrevió a lanzar la frase que muchos pensaban, y el joven de cabellos de plata solo pudo apretar sus puños frustrado.

— Pero no lo está. Es por eso que les pido a todos su cooperación para tomar una decisión. ¿Alguien tiene alguna opinión? —sus ojos escrutaron los rostros de cada uno, esperando en secreto que alguno le quitara un peso de encima.

— ¿Qué es lo que se sabe hasta ahora? Sólo hemos estado luchando siguiendo tus órdenes frenéticas, pero no tenemos información de lo que sucede en realidad. ¿Cómo esperas que podamos detener lo pasa si no sabemos a qué nos enfrentamos? —Leon tenía sus ojos fríos, calculando cada palabra y dispuesto a absorber cualquier información que se le entregara y fuera útil para él.

DRAGONES (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora