Louen ignoró deliberadamente la pregunta hecha por Cassandra, y paseó su mirada por todo el lugar rocoso antes de caer nuevamente en Leon con una sonrisa en su rostro.
— ¿Estás cómodo? —cuestionó con sorna. El mayor solo pudo emitir un gruñido en respuesta mientras agitaba los brazos de manera inconsciente en un inútil intento de alcanzarlo—. Ten paciencia, estarás aquí por un buen tiempo —. Continuó bromeando con maldad.
El muchacho de ojos grises no esperó a que el otro le hablara devuelta, y dándole la espalda se retiró por las escaleras de manera rápida, confiando en las cadenas que mantenían prisionero a su enemigo.
Cassandra aprovechó la distracción del delta, quien aún seguía con la mirada al otro hasta que lo vio perderse en la salida, e invadiendo el espacio personal se acercó hasta su rostro admirando al hombre frente a ella.
Su nariz se llenó del olor de ese alfa aún si podía sentirlo de manera tan intensa como antes, y recorrió con cuidado desde la barbilla los centímetros que podía alcanzar hasta que llegó a la curvatura de su cuello, ahí donde aún se mantenía la herida causada por los dientes de Río antes de que ambos se despidieran y emprendieran el rumbo a diferentes lugares.
De manera desesperada pasó sus uñas en ese lugar tratando de rasgar la carne de manera superficial, intentando borrar la marca que tantas molestias le causaba a la vista. Al ver su tarea infructífera se alejó mientras sus delgados y elegantes dedos tiraban hebras de su cabello.
— ¿Por qué? ¿Por qué él? —demandó. El dragón solo la miraba aborrecido mientras le escuchaba repetir las mismas preguntas una y otra vez con locura. Prefirió callar. Estaba seguro que cualquier respuesta que le diera la incitaría a seguir esas acusaciones que no tenían sentido—. Está bien —. Se dijo a sí misma para componerse—, está bien. No importa. A estas alturas mi hermano ya debe haberse hecho cargo de ese omega, y cuando él renuncie a su marca tú serás todo mío.
Leon enarcó una ceja, confundido, y a la vez sus ojos esmeralda titilaron por el pensamiento efímero que recorrió su mente a la mención de Río abandonando su lazo.
Enderezó su espalda y relajó sus facciones, respirando hondo y tranquilizándose al pensar que algo así jamás sucedería. La seguridad que expelía por sus poros hizo que Cassandra frunciera sus labios en una mueca inconforme.
— Dime, Leon. ¿Por qué él, si yo llevo toda mi vida esperándote? —el dragón la miró inexpresivo, pensando en qué momento de su existencia había conocido a una chica tan molesta—. No me recuerdas, lo sé. Fue hace muchos años, cuando me rescataste de un par de bestias en una revuelta en la ciudad. Quedé hechizada por ti.
— ¿Todo esto por un capricho estúpido e infantil? —Cassandra lo miró fúrica, y con una intensión exagerada le dio un manotazo a su rostro.
— ¡No te atrevas a llamar a esto un capricho! —le gritó—. Estoy enamorada de ti —dijo luego en voz baja mientras acariciaba con sus delgados dedos la mejilla que segundos antes golpeó y que ahora tenía un leve tono rosa—. Vendremos a verte otra vez mañana. Tendrás que acostumbrarte a mí de cualquier manera.
Todos los prisioneros la observaron marchar, y al segundo después de cerrarse la entrada agitaron de manera violenta sus cuerpos tratando de soltarse de forma ineficaz.
— No gasten energía —dijo tranquilo Theo—. Nos han inyectado algo, no sé lo que es, pero puedo sentirlo en mi organismo.
Cada uno se prestó atención a sí mismo, comprendiendo lo que su compañero quería decir. El insólito palpitar presente en ellos los inquietaba de alguna manera y drenaba de alguna forma extraña sus energías; en Leon sobre todo, actuaba en su transformación y lo hacía sentirse casi tan débil como un sujeto que jamás recibió entrenamiento.

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DRAGONES (Borrador)
FantasíaRío trabajó durante casi toda su vida bajo las órdenes de la mafia creando así una personalidad un poco retorcida. El peor error que pudo cometer un día dejándose llevar por la avaricia fue robarle a su propio jefe, con quien saldó la deuda cuando l...