— ¿Piensas ir otra vez? —cuestionó Lía a su esposo en un murmullo suave y ronco, ese que indicaba su reciente despertar aquella nueva mañana.
— Sí —respondió seco mientras terminaba de ponerse la ropa más cómoda que podía encontrar sentado en la esquina de la cama, tratando de utilizar el menor espacio posible y no incomodar a su pareja—. Es lo único que puedo hacer —terminó de decir triste.
La muchacha se dio vuelta en la cama dándole la espalda, cubriéndose con las cobijas ligeras y acariciando el vientre que apenas comenzaba a notarse desde que ya habían pasado poco más de cuatro meses. La melancolía en el ambiente de la mansión pasó a ser una cosa palpable desde aquél día en que todo se derrumbó, y ni siquiera la llegada de un nuevo integrante a la familia era capaz de alegrar las cosas.
— Ten cuidado.
— Tú igual. Recuerda que debes comer, por nuestro bebé.
— Sí.
Liam se acercó hasta la muchacha, acariciando sus cabellos con suavidad y luego depositando un delicado beso en su sien que duró más de lo esperado, como si temiese que fuera el último. Fue extraño para ellos ver como su relación se enfriaba un poco en las palabras pero aun así se mantenían al lado del otro amándose con locura y apoyándose, solo necesitaban tiempo para que las heridas sanaran.
El muchacho recorrió los pasillos de la lúgubre mansión hasta llegar a los dormitorios de sus amigos en la casa contigua. Una vez al mes partía rumbo a Lirian con un diminuto grupo de soldados como acompañantes, todo a paso lento, como si fuera una ceremonia triste que duraba días.
— El señor nos encontró en un callejón de mala muerte —comenzó Theo. Los pocos hombres que iban con ellos no dijeron nada al respecto pese a que era una historia que ya habían escuchado muchas veces. Se había convertido casi en un ritual contar sus experiencias más importantes relacionadas a aquellas personas durante el trayecto a la gran ciudad.
Ambos tenían casi dieciocho años por aquella época. Tampoco era una historia de tanto tiempo atrás.
Corriendo por entre los sucios callejones de Achira se entretenían alborotando al mundo. A veces solo bromeando con alguien. A veces luchando con alguien. Y a veces robándole a alguien.
Aquel día Theo fue la carnada luego de discutir con un par de sujetos. Los molestó tanto que comenzaron a seguirlo por todos los pasajes en los que eran guiados sin siquiera notarlo. El chico con escaso cabello blanco se fingió indefenso acorralándose a sí mismo contra la pared. Los hombres habían adoptado una postura agresiva en su contra, solo para dar con la sorpresa de que la presa eran ellos.
Luego de hacer de las suyas, comenzaron a retirarse con una sonrisa entre sus labios, sin notar el olor del gran alfa que había observado todo con sus brazos cruzados.
— ¿Tienes algún problema, imbécil? —enfrentó Liam.
El mayor los miró tranquilo desde su altura imponente, solo enarcando una ceja ante la gracia que le causaba la situación.
— Demonios, nos dio una paliza horrible —soltó de repente Theo, acompañado de una carcajada de su hermano. Sus compañeros los corearon de manera más leve, para que el relato no perdiera el toque de intimidad.
— Sí. Pero al final, cuando todo terminó y nos encontrábamos arrodillados a sus pies por el dolor, nos tendió una mano a cada uno.
— Al principio pensamos que nos llevaría a prisión ¿No? —los gemelos se sonrieron de manera extraña, con una sonrisa tensa en sus rostros que demostraba que si bien era un recuerdo que los hacía felices, el dolor les impedía disfrutarlo por completo. Ninguno de sus compañeros se atrevió a instarlos a seguir el relato, esperando que el nudo de tristeza bajara por sus gargantas y les dejara respirar mejor—. Que grande fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos frente a su mansión.
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DRAGONES (Borrador)
FantasyRío trabajó durante casi toda su vida bajo las órdenes de la mafia creando así una personalidad un poco retorcida. El peor error que pudo cometer un día dejándose llevar por la avaricia fue robarle a su propio jefe, con quien saldó la deuda cuando l...