Ugh.
Tal como temía. Un nuevo sí se había sumado a su lista escondida de razones por las cuales le gustaba Río. En tan solo ese día ya había perdido la cuenta y dejó de enumerarlas.
Era muy bueno con sus manos. En el buen sentido de la palabra, claro. Muy dentro de su cabeza, un pequeño demonio le susurraba que también podría ser con el sentido incorrecto.
Ya había visto cómo casi le arrancaba el brazo a un alfa en casi tres segundos, pero eso solo fue con sus manos desnudas. ¿Qué habían sido esos locos movimientos de combate con la lanza? Su corazón latió muy rápido cuando escuchó el grito de advertencia que exclamó Liam al verlo dispuesto a acarrear contra los enemigos que había dejado escapar, pero aumentó la velocidad cuando luchó junto a ellos como todo un guerrero experimentado, con su hermoso cabello de fuego brillando al sol.
En su reporte al volver omitió por completo la participación de Río. Poner al omega bajo la mira del gobierno no sería bueno, al menos no hasta que se encontraran casados y el pudiera protegerlo de manera correcta, si es que algún día lograban casarse.
Su corazón casi se sale de su pecho al escuchar a su hermana gritarle sobre la revuelta que aconteció pocos momentos después de que arribaran de su misión. Sabía que el menor no sería aceptado tan rápido por sus soldados, pero no pensó que ellos lo tratarían de esa forma; generalmente eran muy amables con los omegas. Aquello le hizo pensar que sus muchachos reconocían las habilidades del otro aunque no quisieran admitirlo, pero eso no quitaba que fuera un mal comienzo.
Tan pronto se hizo escuchar con su voz por lo alto se arrepintió. Hacer sufrir al omega era lo que menos quería hacer. Era bueno que nadie supiera reconocer sus expresiones, así nadie sabría todo el pánico que le había causado aquello.
Cuando vio a Río respirar con normalidad observó con calma la situación por completo. Tenía el labio un poco partido debido a un golpe, pero eso era todo, en cambio, Liam se había llevado la peor parte. Río le hizo morder el polvo. Demonios, tenía que doler como el infierno, se podría considerar como un castigo más que suficiente, pero no iba a dejar pasar eso.
— Besa el lugar donde Río se encontraba arrodillado —dijo mientras tomaba en brazos al muchacho y se marchaba atravesando las puertas de su hogar. Detrás de él pudo escuchar las risas estridentes de todos los demás, pero no se giró en ningún momento a ver la humillación pública.
Estaba claro que tenía que compensarle al omega por todo ello. Es por ese motivo que no discutió con su hermana cuando le ordenó llevarlo al festival, y después de dejar al joven en su recámara se marchó a su habitación para cerrar los ojos un momento.
Momento que en realidad no aprovechó y no descansó. Ni bien su espalda tocó las suaves colchas de su cama se puso de pie como si un resorte lo hubiese impulsado. ¿Qué se pondría? Toda su ropa era aburrida, generalmente todo era cómodo para poder luchar o muy formal para cuando necesitaba asistir a reuniones o presentarse ante los ciudadanos.
Su dormitorio, tan pulcro y ordenado como siempre era, quedó reducido a la nada cuando de su closet comenzó a sacar y sacar prendas para vestir esparciéndolas por cualquier lugar. Maldición, lo más semi formal que tenía para lucir era un pantalón de tela oscura y una camisa blanca que podía utilizar sin corbata. Al menos los pantalones eran cómodos. Los zapatos en cambio, bueno, lucían como zapatos.
Horas después supo que su elección fue correcta al sentirse observado por Río. Casi lucía como una bestia hambrienta que había encontrado un gran festín, y sentirse receptor de tal mirada intensa por su parte encendió las alarmas en su mente. Muchos omegas, hombres y mujeres, solían mirarlo de la misma forma, pero solo ese muchacho logró encender su piel, casi como si fuera a prenderse en llamas ante cualquier movimiento del otro.
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DRAGONES (Borrador)
FantasyRío trabajó durante casi toda su vida bajo las órdenes de la mafia creando así una personalidad un poco retorcida. El peor error que pudo cometer un día dejándose llevar por la avaricia fue robarle a su propio jefe, con quien saldó la deuda cuando l...