47. Portal

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Peleas, rugidos, llantos, fuego, el viento caliente azotando sus cuerpos, e incluso las armaduras ensangrentadas, eran lo que cada día podían sentir desde hace mucho. No hay sensación de victoria, solo una interminable angustia y desolación.

¿Cuándo acabaría todo? Han pasado días, semanas, meses, o eso creía, ya no estaba seguro de nada, excepto de una sola cosa. La guerra era interminable. Jamás pensó que las cosas serían así, malamente pensó que la batalla a lo sumo duraría máximo poco más de un mes, como lo sucedido en Lirian o Achira. Pero sus cálculos fueron errados en su totalidad.

Miró a sus compañeros a un lado, no tenía idea de cuándo fue que se sumaron tantas personas a su trío solitario, pero todo era bienvenido en esas circunstancias. Fabián se había estabilizado gracias a todos los esfuerzos que habían hecho los elfos curanderos en base a muchas infusiones de hierbas curativas que Fallon obligó a su desdichado cuerpo inconsciente a beber, pero a pesar de eso no había abierto los ojos ¿Cuánto ya hace de eso? Ah, sí, poco más de medio año, y hace un año ya que llegó a ese lugar. Río muchas veces se preguntaba cómo era posible que ese muchacho siguiera con vida, que tal vez ya era solo un cascarón vacío, pero no se atrevía nunca a externar sus inquietudes por miedo a lastimar a su otro compañero. No era tan cruel como para quitarle la esperanza a otra persona de que su pareja pudiera estar viva.

Los campamentos que montaban antes en las noches comenzaron a volverse cada vez más pobres, hasta el punto en que simplemente dejaron de levantar carpas y se resignaron a dormir en la intemperie, solo quedaba una siempre en medio de todos, para el príncipe y el dormido muchacho. No existía comunicación con otras tropas, por lo que nadie sabía si ellos eran los últimos en pie, o eran los únicos que en esos momentos se estaban tomando un descanso.

— No decaigamos ahora muchachos, solo quedan cerca de trecientas millas para llegar a la capital real.

— Genial. Solo quedan trecientas millas para que nos maten a todos.

— ¿Cuál es tu maldito problema? Sólo trato de levantar la moral de nuestro equipo.

— Míranos bien, idiota. ¿Crees que decirnos cuántos metros nos quedan para otra batalla nos levantará la moral así como estamos?

— Al menos trato de hacer algo.

— ¿Cómo? ¿Poniendo más presión sobre nosotros?

— Es suficiente.

— No vengas a darme órdenes maldito extranjero.

Río estaba tan harto de la situación como todos, por esa razón había tratado de detener la discusión que ambos soldados habían empezado entre palabras bajas para luego acabar gritando y lanzándose el mapa que los guiaba entre sus cabezas. Sí, estaba tan harto como todos, es por eso que cuando el hada de cabello dorado le dijo que no se entrometiera sus ansias asesinas se externaron como una avalancha de feromonas furiosas. Las hadas no podían sentirlas como tal, solo la presión furiosa que le ordenaba a sus cuerpos temerle con toda su alma.

— Repite eso, infeliz —sus ojos fríos atravesaban al otro como dagas, y por unos segundos se le ocurrió incluso tomar su arma para aplacar al rebelde de inmediato.

— Basta. Lo peor que podemos hacer ahora es discutir entre nosotros. Río, cálmate.

Fallon había salido de su tienda debido a todo el ruido que se estaba formando y perturbaba la calma del bosque, colocando una mano en el hombro del dragón observando a todo el batallón desafiándolos a desobedecer sus órdenes. El pelirrojo se sacudió con brusquedad y se alejó del lugar un par de pasos, para luego darles la espalda, acomodarse en el suelo con la ayuda de un árbol y cerrar los ojos.

DRAGONES (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora