Leon dejó en su poder un grupo de treinta caballos acostumbrados a la monta antes de que partiera con sus hombres, ensillados y listos para marchar, los que fueron utilizados en su totalidad por él y los soldados tan pronto se dio la orden de salir.
No tuvo tiempo de pensar en que nunca en su vida se había subido a un animal para cabalgarlo, ya sea aquí o en el otro mundo, solo siguió lo que su mente pensaba era correcto de hacer mientras agitaba las riendas con brusquedad para hacer avanzar al cuadrúpedo y desplegaba a la pequeña tropa bajo su mandato. Por supuesto, ellos no eran los únicos en el plan de defensa, sería prácticamente imposible si no contaran con la ayuda de otras familias para tal cantidad de habitantes.
Las revueltas se desataron de improviso en distintos lados causando destrozos y daños a la población, cabía la posibilidad de abarcar más lugares si se dividían en cada sector, sin embargo, no se atrevería a separarlos por grupos pequeños cuando en esos momentos sus posibilidades de ganar más rápido se debían a la superioridad numérica. Solo se dividieron a la mitad y así abarcar con más rapidez todo el territorio en conflicto designado para ellos.
— ¡Zack! Quedas a cargo de esta zona —le gritó Río al compañero a su lado. El beta no podía creer lo que le pedía su amigo, había prometido hace solo unos instantes protegerlo y quedarse a su lado, y lo primero que hacían era separarse. Tenía muchas quejas sobre eso, sin embargo, sabía que no tenían tiempo para una disputa y rebatir su orden, cada segundo contaba.
Río continuó avanzando junto a catorce hombres más, la zona norte de la ciudad sería suya hasta que pararan la revuelta y pudieran reagruparse con el resto.
Un extraño olor apestaba el ambiente causando que su sensible sentido del olfato se entorpeciera un poco, y por el rabillo de su ojo notó como algunos de sus hombres frotaban sus narices tratando de quitar la molesta sensación que les producía.
Muchos civiles corrían despavoridos por las calles obstaculizando su paso, tratando de ocultarse y encerrarse en la poca seguridad que les entregaban sus hogares en esos instantes.
El panorama no era esperanzador.
Antes de salir pensó que máximo podrían enfrentarse a unas cinco bestias por lado, lamentablemente, lo que aguardaba por ellos no era ni de cerca lo que calculó.
Bastantes personas ya habían perecido entre garras y fauces de más de veinte bestias que tenían sus pelajes pegoteados. Mucha sangre bañaba los suelos de la ciudad y el olor metálico causaba pánico entre las tropas que no estaban preparadas para ver una masacre. En especial si algunos cuerpos no estaban enteros.
Desenfundando una espada dio la orden de avance, y golpeando con fuerza los flancos de los caballos se lanzaron al ataque con rapidez con un grito de guerra.
Por su mente cruzó un segundo el rostro amable de Leon, de seguro se decepcionaría mucho, porque ese sujeto siempre pensaba en capturar a las criaturas pensando en que tendrían salvación antes que tomar el camino despiadado, no como él, quien tenía como primer instinto eliminar cualquier cosa que fuera un peligro para él y los suyos. Apretó los dientes con fuerza mientras frenaba un par de zarpas que se dirigían directo a su rostro al luchar cuerpo a cuerpo luego de bajarse del cuadrúpedo que lo transportó. Se arrepentiría mucho después de eso, haría a Leon pagar con su cuerpo cuando todo eso terminara.
— ¡Captúrenlos con vida! —fue lo único que les gritó mientras con habilidad se posaba tras su adversario y con un certero golpe lo dejaba fuera de combate. Su acción fue recreada con la mayor similitud posible por sus compañeros, que aprendieron bien de él luego de horas y horas de brutal entrenamiento.
No mucho después salieron victoriosos, no ilesos, y una bestia terminó muerta, pero era mejor que perder a todas.
De los bolsos pequeños de combate que cargaban los caballos sacaron gruesas cadenas y amarraron a las bestias de pies y manos para evitar su escape, dejándolos ahí en el suelo dormidos y doblados para entorpecer sus movimientos en caso de que recobraran la consciencia.
ESTÁS LEYENDO
DRAGONES (Borrador)
FantasíaRío trabajó durante casi toda su vida bajo las órdenes de la mafia creando así una personalidad un poco retorcida. El peor error que pudo cometer un día dejándose llevar por la avaricia fue robarle a su propio jefe, con quien saldó la deuda cuando l...