Ya había pasado cerca de media hora desde que se cumplió el tiempo estipulado para el encuentro. Río jamás se retrasaba.
Después de recorrer durante toda la mañana los callejones indicados con el frío azotando sus cuerpos, Leon y los demás se encontraron en el punto fijado –en el medio de la calle, sobre la tapa metálica oxidada de un alcantarillado–, pero no existían rastros del lambda. Los minutos comenzaron a pasar mientras todos se miraban las caras comenzando a preocuparse. Eso era malo.
Sin perder más minutos vitales se regresaron apresurados a la posada. Si el muchacho no estaba en peligro se encontrarían de todas formas, pero la intuición de Leon le decía a gritos que fuera a buscar a su omega. Y su intuición casi nunca se equivocaba.
Adam, el alfa de cabello castaño y diminutas pecas en su rostro que se quedó cuidando de la chica, se puso de pie rápidamente al verlos ingresar a todos a la habitación con cara de pánico y ansiedad. La muchacha no había despertado aún, pero Leon no tenía la cordura en esos momentos para pensar en ser caballeroso, y de manera brusca sin preocuparse de causarle algún daño a la pantera, la removió intentando que abriera los ojos.
Varios intentos fallidos después y feromonas molestas que se escapaban por debajo de la puerta, la chica al fin dejó ver sus pupilas amarillas rasgadas típicas de un felino. Movía los ojos en todas direcciones de manera frenética por el miedo que sentía al estar en un lugar desconocido y con un montón de hombres intimidantes que despedían feromonas potentes.
Leon se apoyó en la pared sin alejarse mucho del borde de la cama. Pensó en sentarse de manera cómoda sobre el pequeño velador cuadrado de madera, pero recordó que en su pieza ese mismo mueble era comido por termitas, de seguro este se rompería bajo su peso si cuenta con el mismo destino.
Dando un sonoro suspiro para calmarse inició conversación con la víctima del prófugo.
— Escucha. Sé que estás asustada, pero no te haremos daño —la pobre omega se encontraba hecha un ovillo al rincón de la cama, tratando de alejarse lo más posible mientras sus ojos pasaban rápido de un sujeto a otro en alerta, dispuesta a dejarse las garras si necesitaba huir aunque fuera por la ventana—. Mis hombres te encontraron en un callejón. Estuviste a punto de ser comida por el lobo.
Si no fuera porque las caras de todos los presentes se veían como en un funeral, y porque recordaba en trozos algo de lo ocurrido, esa frase le habría causado risa.
Obligando a su cuerpo a relajarse pero sin dejar su estado de alerta les asintió con su cabeza dando a entender que estaba dispuesta a cooperar con ellos.
— Necesitamos tu ayuda —los ojos rasgados penetrantes del alfa que la miraba lograron que un escalofrío recorriera su espina y congelara su cuerpo. ¿Qué podrían necesitar de ella todos esos tipos que lucían peligrosos?—. Ese lobo que te perseguía se llevó en compensación a alguien importante para nosotros. Eres la única testigo, ayúdanos a encontrarlo.
Quiso negarse de inmediato, pero se sentía intimidada y muy presionada. ¿Qué si ella se negaba y ellos la asesinaban por tomarlo a mal? ¿Y si luego iban tras su familia? ¿De qué serviría el que le salvaran la vida una vez entonces? Asustada aceptó moviendo la cabeza muchas veces de manera afirmativa mientras veía a los otros relajar un poco los hombros.
La escoltaron hasta el primer piso, donde le sirvieron alimento caliente para templar su cuerpo, pero el nudo en su estómago le hacía imposible pasar más de dos cucharadas de comida. Y el plato quedó ahí sobre la mesa, perdiendo el poco calor que desprendía hasta volverse tan frío como la temperatura ambiental lo permitía.
La humanoide de pelaje azabache fue llevada hasta la calle para buscar pistas, se sentía como una prisionera a punto de ser ejecutada, solo le faltaban las esposas. Se turnaron para ir con ella a los distintos lugares y recorrieron lo más que pudieron todos los sectores sospechosos, e incluso unos pocos más alejados. Lejos de perder la esperanza lo que estaban perdiendo era la compostura, iban a matar a ese lobo cuando lo encontraran.
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DRAGONES (Borrador)
FantasiRío trabajó durante casi toda su vida bajo las órdenes de la mafia creando así una personalidad un poco retorcida. El peor error que pudo cometer un día dejándose llevar por la avaricia fue robarle a su propio jefe, con quien saldó la deuda cuando l...