— ¿Debo estar asustado? —dijo Liam de repente.
Todos se encontraban aguardando en la larga mesa del comedor mientras en un silencio aterrador miraban a Río, quien no había soltado ni una palabra desde que llegaron y se sentó ahí, con su mentón apoyado en sus manos entrelazadas mirando al infinito. Los padres de Ian se habían marchado hace mucho tiempo, sin recibir nada más que un cordial saludo por parte de todos. Río no tuvo tiempo de sentirse triste por ellos.
— ¿Por qué lo dices? —preguntó devuelta sin mirarlo directamente.
— Estás muy callado —comenzó a explicarse incómodo mientras se frotaba la nunca nervioso—. No es normal en ti. Pensé que estarías más enojado.
— Oh, no me malinterpreten, estoy realmente furioso —la voz gélida con la que dijo esa última frase caló en las espinas de todos los presentes, arraigando un extraño terror en lo profundo de sus cerebros que no podían explicar—. Pero no puedo perder la calma —. Retomó luego de unos segundos—, eso haría que mis pensamientos fueran un caos y nos pondría a todos en aprietos.
Mihail, quien estaba sentado en silencio a la cabeza del lugar, cerró sus ojos e hizo un imperceptible movimiento afirmativo alabando el gran juicio y temple de su nuevo hijo.
— ¿Qué piensas hacer ahora? —dijo el patriarca llamando la atención de todos.
— Partiré mañana a primera hora —respondió escueto—. Este mes de batallas han sido terribles para nosotros—. Paseó su vista por sus hombres al comenzar su discurso—, algunos de ustedes terminaron muy lastimados, otros incluso perdieron su vida—. Muchos desviaron su mirada al piso al recordar a sus compañeros caídos mencionados, algunos ni siquiera habían podido llorar sus muertes desde que todo ocurrió—, es por eso que esta noche quiero que descansen, y que me acompañe el que lo desee. Incluso si nadie viene iré solo. No abandonaré a Leon, así lo traiga vivo o muerto—. Nunca pensó que decir la última palabra le costaría tanto que pasara por su garganta.
Sin mencionar nada más se levantó con cuidado de su asiento y comenzó a caminar hacia su habitación bajo la mirada de todo el mundo.
El pasillo del ala que daba a sus aposentos se le hizo extrañamente largo, eterno, y en un intento por calmarse apoyó su mano en la pared, rasgando con sus uñas todo a su paso. El sonido producido era molesto, y un minuto después sus dedos comenzaron a doler, pero no era tanto como la sensación angustiante de su pecho.
— Liv —soltó tan pronto entró a su habitación y la puerta se cerró tras su espalda. La majestuosa ave revoloteó por la habitación sin emitir sonido para luego posarse en el brazo que Río había alzado para él. Era impresionante ver como ese polluelo que luchaba contra la muerte ahora había crecido muy rápido de manera anormal. Su plumaje naranja brillaba como el atardecer y sus tres resquicios de cola ahora medían casi un metro cada una—. Te necesitaré como nunca, amigo. Espero que no te molestes conmigo.
El pelirrojo inclinó su cabeza, casi reverenciando al ave, quien contrario a lo que él esperaba replicó su acción, graznando por lo bajo, apoyando su pequeño cráneo en la frente de su dueño como una gran muestra de afecto y confianza.
Río soltó un suspiro agradecido, luego acarició de manera delicada su hermoso cuerpo y bajó su brazo esperando que su amigo emprendiera el vuelo para posarse en otro lugar.
Se tendió en la cama, esa que nunca le había parecido tan amplia desde que comenzó a compartir sus noches, y tomando la almohada que Leon solía utilizar la abrazó hundiendo su nariz en ella, soltando un par de lágrimas ahogadas que se encargó de borrar de inmediato.
Siempre que se disponía a dejar de pensar y los engranajes en su cabeza dejaban de trabajar el sueño lo azotaba, pero cada vez que cerraba los ojos imágenes perturbadoras de lo que podría encontrarse le quitaban las ganas de dormir. ¿Qué tal si su gran dragón estaba herido? ¿Y si realmente Logan tenía razón? ¿Sería capaz de soportar algo como eso? ¿Por qué a pesar de saber que su pareja se encontraba viva la incertidumbre no lo abandonaba?

ESTÁS LEYENDO
DRAGONES (Borrador)
FantasíaRío trabajó durante casi toda su vida bajo las órdenes de la mafia creando así una personalidad un poco retorcida. El peor error que pudo cometer un día dejándose llevar por la avaricia fue robarle a su propio jefe, con quien saldó la deuda cuando l...