II

3.1K 434 114
                                    

—Entonces... De la nada aparecieron estos cuatro pequeños que, aseguras, son Gojō y sus estudiantes. Tu teoría es que Gojō convirtió a los demás, y a sí mismo, en bebés para fastidiar tu existencia.

Nara asintió mordisqueando su pulgar. Sonaba bastante ridícula la idea, pero era lo que tenía hasta el momento. Y es que, ¿Qué otra cosa pudo haber pasado? La única persona que podría hacer una cosa tan estúpida era Gojō. Sus estudiantes lo seguirían porque no les quedaría de otra, pero estaba segura de que el peliblanco fue quién tuvo esa idea.

—Me voy.

—No, Nanami, espera —pidió Nara metiéndose en su camino.

—No sabemos si son ellos de verdad.

—Responden a sus nombres y nada más míralos —los señaló dormidos en su cama. —Son versiones adorables y miniaturas de ellos.

Nanami suspiró quitándose sus lentes. Estaba cansado, sumamente agotado. El día había sido bastante largo para él y el cansancio ya lo estaba presionando demasiado. Cuando escuchó su celular a esa hora de la madrugada, lo ignoró, pero luego de dos llamadas más se estiró hasta alcanzarlo. Pensaba en darle una paliza a Gojō en la tarde, mas se sorprendió al notar que las llamadas perdidas no eran del peliblanco, sino de su asistente.

Que Nara lo llamara a esa o a cualquier hora era bastante raro. Si había intercambiado unas treinta palabras con ella era mucho. Él andaba muy ocupado y Nara... Bueno era asistente de Gojō. ¿Qué otra explicación podría dar?

Tras llamarla ella le pidió que fuera a su habitación así sin más. Confundido y un poco fuera de sitio, salió de la cama para buscar ropa para salir. Una vez vestido con su típico traje, salió de su apartamento con la mente en blanco. No sabía que ocurría, porqué Nara lo llamó a él o qué debía esperar. De las pocas cosas que pasaron por su cabeza agotada, jamás se imaginó que Nara tendría cuatro niños en su habitación.

—Es imposible. Ningún hechicero o maldición es capaz de hacer algo como eso.

—El de cabello blanco me pellizcó cuando pregunté si estaba soñando y me llamó Nana.

—Es Gojō —el rubio suspiró dejando caer los hombros. —En todo caso. ¿Qué pretendes hacer con ellos? Deberíamos avisarle a...

—Ni se te ocurra mencionar a los viejos.

—Son tus superiores y ellos harán algo.

—Sí, asesinar a Yūji —susurró. —No sé si aún tiene a Sukuna dentro, pero no puedo darme el lujo de que el viejo ese lo encuentre así de pequeño e indefenso.

—No asesinaría a un bebé.

—No estoy dispuesta a correr el riesgo.

—¿Y entonces?

Nara giró hacia los niños en su cama. No había ningún pensamiento negativo en su mente, más bien preocupación. ¿Sería capaz de cuidar de cuatro niños por sí sola? Como mucho tenían de tres a cinco años, una edad un poco complicada porque empiezan a descubrir el mundo. Y no es que no pudiese con ellos, porque de por sí siempre actuaban como niños, el problema era que no tenía a dónde ir.

—No me digas que estás pensando...

—Creo que puedo cuidar de ellos, pero no sé dónde.

Nanami terminó su camino a la puerta de la habitación. Estaba decidido a notificar a los superiores, como se supone que hiciera, pero luego de salir de la habitación escuchó a Nara gritando en susurros.

—Sabes que no toleran a Gojō. ¡Enviarán a Gojō a un orfanato y asesinarán a Yūji! ¿Acaso no tienes sentimientos?

El rubio siguió su camino por el pasillo dejando atrás a Nara y sus palabras a lo que ella cerró la puerta con cuidado luego de entrar a su habitación. Si Nanami estaba planeando decirle a los viejos, ella no podía hacer nada. Pensó en salir corriendo con los pequeños, pero no era factible. Como mucho podría cargar a uno y levantar a los otros tres para que corrieran tras de ella, pero eran niños. Harían demasiado ruido y todos terminarían levantándose.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora