XL

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Las nubes grises hacían de la mañana una oscura y fría. Las gotas de lluvia chocaban contra la ventana y ese peculiar aroma los motivaba a permanecer en la cama. Acurrucados los unos con los otros disfrutaron del clima y el ambiente frío que se sentía. Tanto así que ninguno de los niños había despertado dándoles oportunidad a los adultos de disfrutar maravillosas horas de sueño sin interrupciones.

El calor que emanaba el cuerpo de Nara era tan acogedor que Megumi se acurrucó en su costado con la cabeza en su pecho y Satoru se abrazó a su abdomen disfrutando del calor. Por su parte, Yūji se acurrucó en el brazo de Kento disfrutando él solito de la temperatura del rubio. Nobara, como la rebelde que era, se coló entre la pareja disfrutando de la calidez de ambos permaneciendo así en un profundo y cómodo sueño.

Cuando ya su pecho no podía soportar más el peso de la cabecita de Megumi, Nara llevó su mano derecha a esta. Acarició suavemente las hebras negras, pero frunció ligeramente el ceño al sentir demasiado cabello en esa pequeña cabecita. Lentamente abrió los ojos enfocando la vista. Al ver un poco más claro miró hacia abajo topandose con una cabeza tamaño promedio de un adolecente.

El grito que soltó fue suficiente como para despertar a todos de un brinco. La castaña se pegó con la cabecera de la cama en la parte de atrás de la cabeza y Kento recibió un cabezazo de Yūji en el mentón. Por su parte, Satoru cayó de espaldas al suelo y Nobara aún no despertaba del todo.

—¿Qué rayos pasó? —Preguntó Kento viendo a los adolecentes con espanto.

—¿Dónde están mis niños?

Satoru se levantó del suelo rascándose la nuca y luego bostezó.

—No tengo idea de qué hicimos en esa salida anoche, pero no recuerdo ni mierdas.

—Nara-san —llamó Junpei desde la puerta. —¿Está...?

—¿Junpei? —Preguntó Yūji entre extrañado y feliz.

—¿Y los niños? —Preguntó el mencionado confundiendo a todos.

—¿De que niños hablan? —Preguntó Megumi tallando sus ojos.

Nara hizo un puchero y sintió sus ojos cristalizarse. Sin mediar alguna palabra, atrajo a Megumi a su cuerpo dándole un fuerte abrazo.

—Mi amorsote, te extrañé tanto.

—Ay, Nana, déjame —gruñó intentando zafarse de su agarre. —Me viste ayer.

—No, no te veo hace meses —dijo dejando besos en sus mejillas.

—¿De qué rayos estás hablando, Nana? —Preguntó Satoru.

—Callen y dejen dormir —gruñó Nobara acurrucándose contra Kento.

—Estás abrazando a Nanamin —dijo Yūji arqueando una ceja y de inmediato Nobara gritó y se separó de él.

—¿Qué demonios está pasando aquí?

—Es una larga historia —suspiró Kento con una sonrisa.

—¿Qué es eso en tu cuello? —Preguntó Megumi a Nara y ella rió.

—Esa es otra larga historia.

( • • • )


Fueron necesarias tres rebanadas de pastel para que cada uno guardara silencio y dejara de interrumpir a Nara. Lamentablemente, toda esa azúcar logro que Satoru fuera aún más molesto que su versión chiquita. No dejaba de hacer preguntas y era válido, pero algunas eran tan ridículas que molestaban incluso a Yūji. Este estaba sumamente metido en el relato de Nara y Kento como para tolerar interrupciones bobas de Satoru. Inclusive, el mismo Megumi le pidió que por favor se callara para poder escuchar la situación y Nobara lo apoyó.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora