XVIII

2.1K 246 86
                                    

—¡Más alto! ¡Más alto! —Exclamó Satoru moviendo sus piernas.

—Si te empuja más alto vas a salir volando, Satoru —dijo la castaña desde la caja de arena sin despegar la vista de su tarea. Con cuidado levantó el cubo de arena hasta que vio que su torre quedó perfecta. —¡Sí salió! —Exclamó con una sonrisa y Nobara chocó los cinco con ella.

—¡Nana, mira! —Exclamó Yūji señalando a una señora paseando varios cachorros.

—Se ven muy bonitos —dijo Megumi levantándose de la arena para verlos mejor.

—Cuidado con el castillo —dijo Nobara alejando los pies del pelinegro.

—¿Podemos ir con ella?

—No, Yūji, no la conocemos.

—Pero tiene perritos.

—Eso no importa.

—Porfis, porfis, porfis —pidió Yūji uniendo sus manos en súplica y luego Megumi se le sumó.

—No iremos donde una extraña solo por sus perritos —dijo la castaña colocando más arena en el cubo. —Vayan a jugar con el balón.

—Nana —se quejó Yūji dejando caer los hombros y la cabeza hacia atrás. —Yo quiero ir con los perritos.

—Dije que no Yūji.

—Nana —llamó Sukuna corriendo hacia ella. Al girar notó al pequeño con las rodillas sangrado y las manitas raspadas. De inmediato se levantó del suelo corriendo al encuentro con el menor, Nanami dejó de empujar a Satoru para también acercarse al pelirosa.

—Cariño, ¿Qué pasó? —Preguntó bajando a su altura.

—Me empujaron allá —señaló a la distancia a un grupo de niños jugando con un balón.

Nara apretó la mandíbula, eso sí que no iba a permitirlo.

—Vamos a limpiar eso —dijo Kento llegando a ellos con una botella de agua.

El pequeño Sukuna se alejó mirando hacia el suelo.

—Quiero llorar, Nana —susurró el pequeño con la voz rota quebrando en mil pedazos el corazón de Nara y el de Kento.

—Está, bien —susurró ella acercándolo suavemente. —Está bien si quieres llorar. ¿Necesitas un abrazo?

El pelirosa asintió dejando que las lágrimas rodaran por sus mejillas y su pequeño cuerpo saltara a causa del llanto. Con cuidado de no lastimarlo, Nara lo tomó en brazos abrazándolo con fuerza. Tomó la botella que le ofrecía Kento y él suspiró viendo a los niños a la distancia.

—Iré a hablar con sus padres.

—No, ve si puedes llevar a Yūji y a Megs con los cachorros.

—¿Yo? Yo no puedo ir donde la señora para que me deje ver a los perritos. Eso es algo que harías tú.

—Tengo que ocuparme de mi cachorro —dijo acomodando a Sukuna en sus brazos. —Megs, Yūji, vayan con Kento, los va a llevar con los cachorros.

Los pequeños exclamaron felices y se acercaron a Nanami tomándolo de las manos. A ellos se les sumó Satoru y Nobara, por presión de grupo, se agregó también. En la banca del parque solo estaba Nara con Sukuna en su regazo viendo a los menores caminar con Nanami hacia la señora. Ella intentaba mantener la mente fría, porque de no ser así iba a romperle la nariz al mocoso que había empujado a Sukuna.

—¿Me permites limpiar la herida?

—No quiero que duela —dijo secando sus lágrimas.

—Es solo agua. No tiene nada más y te aseguro que no va a dolerte.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora