XLII

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—¿Y luego que le dijo ella?

—Que su hijo era más hombre que él.

Kento jadeó sorprendido, mientras masajeaba el cuero cabelludo de Nara. Ambos habían decidido aprovechar cada segundo que tenían a solas y por ello se encontraban tomando una ducha juntos. Antes de que el rubio lavara el cabello de la castaña, ella le había rasurado la barba de unos días con sumo cuidado, mientras le contaba el chisme de un drama que veía.

—Cierra ojos —dijo Kento inclinando la cabeza de Nara hacia atrás y de inmediato ella lo hizo.

Tan pronto el agua comenzó a correr por su cabello, los dedos de Kento se movían con lentitud en el mismo retirando la espuma. Ya cuando no brotaba más, le colocó acondicionador y luego a sí mismo. Fue entonces el momento de hacerse peinados extraños entre risitas y mimos. Dejando que el agua tibia recorriera sus cuerpos, ambos cantaban de manera desafinada haciendo reír al otro. Y fue entonces que sintieron la verdadera calma y felicidad.

—¿Se te antoja algo? —Preguntó Nara saliendo de la ducha con una toalla alrededor de su cuerpo.

—¿Algo cómo qué? —Respondió Kento con otra pregunta colocando una toalla alrededor de su cintura.

—Sushi.

—¿Quieres sushi?

Nara asintió, mientras abría la puerta del baño. Tan pronto salió con Kento tras ella, un coro de jadeos los asustó.

—¡Nana-san!

—¿Cómo rayos entraron? —Preguntó Nara espantada sosteniendo la toalla. Al notar que Nobara estaba ahí, empujó a Kento nuevamente al baño. —Tápate.

—Nosotros preocupados y ella tomando un baño caliente con el otro —bufó Satoru cruzándose de brazos.

—¿Preocupados por qué? En la mañana les respondí los cuarenta y siete mensajes que enviaron por el grupo —bufó Nara dirigiéndose al cuarto que compartía con Kento, mientras Satoru y Megumi la seguían. Por su parte, Yūji y Nobara tomaron asiento en la sala.

—¿Es cierto que te vas? —Preguntó Megumi viendo cómo la castaña buscaba ropa en la cómoda.

Nara detuvo sus movimientos y luego miró de mala manera a Satoru.

—Él debía saberlo. Es su derecho como hijo.

—Ustedes no son mis padres —bufó Megumi cruzándose de brazos.

Los mayores permanecieron en silencio viéndose el uno al otro y después sonrieron.

—Entonces cuando quieras algo de Navidad, le pides a Yaga a ver si te regala algo.

—Y cuando no puedas dormir en la noche te subes a la cama del director Gakuganji.

—Cierren la boca —dijo avergonzado viendo hacia otro lado.

Nara sonrió, mientras Satoru se retiraba las gafas de sol. De inmediato, los ojos color cielo de Satoru se enfocaron en Nara y ella se encogió en su sitio fingiendo temor, pero luego arregló su postura y bufó.

—Puedes ser el hechicero más fuerte, pero a mí, tú me tienes miedo —dijo la castaña buscando ropa para Kento. —Y que mirarme a mí de esa forma —bufó. —Quítate de mi camino antes de que te deje sin piernas.

—Tenemos que hablar, Nara.

—Por supuesto que sí —dijo empujándolo fuera de la habitación junto con Megumi. —Pero antes debo vestirme. Guapo...

—¿Qué? —Respondieron Kento y Satoru al unísono.

—Tú no, baboso —gruñó Nara dándole un golpe a Satoru en la cabeza, quién rió y salió corriendo hacia la sala. —Ve a la sala Megs.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora