XVII

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—La oficina es para trabajar, no para ver a tu mujer —dijo Tanaka con voz melosa colocando la cabeza en el hombro de Nanami.

El rubio se sobresaltó bloqueando su celular en el proceso. Se acomodó en la silla viendo cómo Tanaka tomaba asiento junto a él.

—Estaba viendo la hora.

—No, no lo hacías —rió abriendo su bento.—Ver a tu esposa no es un pecado, Nanami.

—Entonces no le hagas sentir que lo es —bufó Baji sentándose frente a ellos. —Este trabajo me está matando.

—Bienvenido a la vida adulta —dijeron los mayores al unísono.

—Maldita sea la vida adulta —gruñó para después tomar un bocado de su comida. —¿Qué pasaba con tu esposa?

—Por todos los cielos, Baji. Traga y después habla —gruñó Tanaka.

—No le pasa nada a mi esposa —respondió el rubio para luego cruzarse de brazos.

—La estaba viendo como si llevara años sin verla.

—Hombre, solo ha pasado medio día.

—No la estaba viendo.

En un movimiento rápido Baji tomó el celular de Nanami y solo con deslizar su dedo lo desbloqueó viendo la imagen de fondo. El color rojo intenso tomó control de las mejillas del pelinegro y él cubrió su rostro. Con fuerza Nanami le arrebató el celular con la mitad del cuerpo sobre la mesa.

—¿Estaba en tanga o algo así? —Preguntó Tanaka ante la reacción de Baji.

—Es muy atractiva —dijo con las manos en el rostro lleno de vergüenza. —Si no la hubiese conocido pensaría que es bonita y ya, pero su personalidad es tan imponente y...

—Estás hablando de mi esposa —gruñó el rubio guardando el celular en su bolsillo.

Un revuelo en la oficina alertó a los caballeros que comían tranquilamente en el comedor. Baji recién había llevado ramen a su boca cuando escuchó la voz de un niño, pensó que estaba loco y por eso olió el ramen para asegurarse de que no tuviese alcohol. Tanaka frunció el ceño al ver como Baji se encogía de hombros y volvía a comer, en definitiva era un chico raro.

Un fuerte taconeo logró que los caballeros llevaran la vista a la puerta que daba acceso al salón comedor. El sonido aumentaba. Lo que significaba que la dama llegaría en cuestión de tiempo. Tres... Dos... Uno y ahí estaba.

Vistiendo un jean de tiro alto, una camisa de botones con manga larga color azul, unos lentes de sol negros y tacones negros que combinaban a la perfección, la castaña abrió la puerta del comedor con toda la seguridad del mundo. Al ingresar capturó algunos suspiros, mientras se subía los lentes al cabello. Con la mirada buscaba a su rubio y al encontrarlo sonrió.

Nanami vio toda la escena perplejo. Era increíble la presencia que tenía Nara, la forma en la que robaba suspiros, creaba mariposas en los estómagos de todos y sonrojaba hasta al más tonto. Verla caminar en su dirección hizo que su corazón se acelerara, pero el que tomara su mandíbula y dejara un beso en sus labios casi logra que se le saliera del pecho.

—Buenas tardes —sonrió y Kento balbuceó.

—Buenas tardes —dijo Baji con una sonrisa.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó viendo el reloj en su muñeca. —Aún es temprano.

Tanaka rodó los ojos golpeando a Nanami bajo la mesa.

—Vaya, que tesoro de esposo —bufó Baji.

—Yūji tuvo un pequeño accidente y, aprovechando que venía a la cuidad, traje los pedidos.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora