XXIV

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La suave respiración de la castaña chocando contra su mano fue la caricia más gentil al despertar. Abriendo lentamente los ojos percibió a la dormida mujer con el torso sobre la cama y el resto del cuerpo en el suelo. Sus manos sostenían la suya cerca de su rostro, mientras su espalda subía y bajaba suavemente. Con esa misma suavidad Kento extendió su mano libre hasta Nara apartando el cabello de su rostro.

Ver sus rasgos tan relajados lo hizo sonreír. Era complicado verla relajada durante el día con los niños y no era hasta altas horas de la noche que podía contemplar su serenidad al dormir. Lamentablemente, era por unos cuantos minutos porque él caía rendido del sueño junto a ella tan pronto ella se dormía. Es por ello que esa mañana se dedicó a acariciar su rostro con delicadeza; desde sus mejillas y mentón hasta sus cejas y labios. En estos últimos se detuvo unos segundos. Eran tan suaves, tibios y rosados que no podía apartar su vista de ellos. No fue hasta que ella se removió en su sitio que él apartó su mano con rapidez. Espero pensando que ella había despertado, pero solamente se acomodó más cerca de su cuerpo.

—No hay forma de que alguna vez yo te lastime —dijo para sí mismo acariciando la sedosa cabellera castaña. —Ni siquiera si es para ayudarte con tu técnica. No puedo herirte, dulzura —suspiró.

La puerta de la habitación fue abierta con cuidado captando la atención del rubio. Esperó ver a Yūji o a Sukuna, pues ellos siempre entraban sin tocar, pero en su lugar se encontró con Inumaki cargando una bandeja y detrás de él iban Sukuna y Yūji cargando jugos... Eso explicaba el porqué no había tocado.

—Hojuelas de bonito —susurró acercándose a la cama.

—Buenos días.

—Maki-san lo preparó y nosotros ayudamos —dijo Yūji orgulloso.

—¿Mei Mei está aquí?

Inumaki asintió dejando a bandeja sobre la mesa de noche con sumo cuidado.

—Dijo que ella no le cocina a nadie —rió Sukuna dándole el vaso con jugo a Kento quién le agradeció.

—¿Lleva mucho tiempo dormida? —Preguntó refiriéndose a Nara.

—Sí, Salmón-san le dijo que durmiera y se durmió —explicó Yūji dejando e vaso para Nara sobre la mesa de noche.

Kento giró hacia el mencionado con los ojos entrecerrados y el joven tragó duro.

—Atún con mayonesa —dijo para luego salir corriendo de la habitación.

—Maki-san le dijo que lo hiciera —susurró Sukuna acercándose a Nara, a continuación acarició su cabello.

—¿Estaba mal?

—No durmió y lloró muchisísimo.

—¿Por qué?

Ambos menores se miraron y luego lo señalaron.

—¿Por...? ¿Por mí?

—Estabas malito y se asustó muchísimo.

El rubio vio a la castaña con cariño y justo en ese momento Megumi y Satoru entraron a la habitación enojados.

—Mei-san dijo que no molestaran a mamá y a papá —gruñó el peliblanco con las manos en las caderas. Al notar su pose el pelinegro se cruzó de brazos y frunció el entrecejo.

—No los estamos molestando.

—Les trajimos juguito.

—Fuera —ordenó Megumi señalando la puerta.

—Pero...

—Fuera —dijo esta vez Satoru.

—Pero papá ya está despierto.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora