XXXV

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—Papá, Sukuna está chillando por mami.

El rubio giró llevando su vista hacia abajo, allí Yūji sostenía su pantalón con una manita colgándose de él.

—¿Le puedes dar un abrazo por mí? Tengo que terminar el desayuno.

—Pero yo extraño a mami y no me dan abrazo.

—Aguarda un momento y te doy uno. ¿Está bien?

El pelirosa asintió viendo como Kento movía su mano con rapidez sin poder ver qué hacía. Se colocó de puntitas intentando ver cuándo Nanami lo alejó suavemente con la pierna.

—No, no, allá. Te puedes quemar —dijo sacando la olla de la estufa. Seguido se acercó a los platos y vertió avena en cada uno. —Todos a la mesa —dijo en voz alta dejando la olla en el fregadero.

A continuación, se quitó el delantal secando el sudor de su frente con él. Se estiró dejándolo en el perchero para luego bajar a la altura de Yūji con los brazos abiertos. El pequeño saltó a sus brazos rodeándole el cuello con sus bracitos, mientras reposaba su mejilla en el hombro del mayor.

—Extraño a mami.

—Lo sé —dijo acariciando su espalda. —Yo también lo hago.

—¿Cuándo va a volver?

—Pronto —dijo viendo cómo Nobara y Satoru iban hacia la mesa agarrados de la mano. —¿Dónde está Sukuna?

—En la bañera.

Nanami se levantó de golpe con Yūji en brazos. A base de zancadas llegó al baño más rápido que de costumbre y allí abrió la puerta de forma abrupta. Al no escuchar agua, el alma volvió a su cuerpo. Se acercó a la bañera y corrió la cortina viendo al pequeño hecho un ovillo en la esquina.

—Sukuna —lo llamó colocándose de cuclillas para dejar a Yūji en el suelo. —Pronto va a volver, no te preocupes.

—No quiero que vuelva —sollozó abrazando sus piernas. Esas palabras sacaron a Nanami de sitio.

—¿Perdón?

—Papá la agarró del cuello —soltó entre hipidos y lágrimas.

El rubio quedó atónito ante lo que dijo el pequeño. ¿A qué se refería con eso? ¿Acaso era una de sus memorias como pasaba con Gojō?

Sin decir una palabra, entró a la bañera sentándose junto a Sukuna con las piernas fuera. De inmediato, Yūji también entró sentándose junto a Nanami quién lo acercó pasando un brazo tras de él.

—Mira... —suspiró sin saber qué decir.

¿Qué haría Nara en ese momento?

Entre todas las posibles respuestas más cuerdas y precisas una perfecta para niños brillo más.

—Hay una temporada en la cuál los niños tienen varias pesadillas bobas que parecen reales, pero no lo son.

—¿Temporada?

—Sí. Es de unos días, aproximadamente, pero no tienes que preocuparte. Nada de eso pasó.

—Sí —dijo Yūji posando su cabecita en el pecho de Nanami. —Yo soñé que papá se sacaba el corazón frente al papá de Megumi.

Nanami giró la cabeza hacia Yūji con los ojos bien abiertos.

—¿Qué? ¿Cuándo?

—Ayer —se encogió de hombros. —Pero es mentirita. Papá no se puede sacar el corazón así —rió.

El rubio tragó duro y asintió.

—¿Por qué no me lo habías dicho, Yūji?

—Porque cuando me levanté tú estabas chillando bien triste. Te abracé y dejaste de chillar —explicó metiendo el dedo índice con fuerza en el ombligo de Nanami. Esté se encogió en sus sitio y apartó la mano del menor. Él junto con Sukuna reían a carcajadas de su reacción.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora