XV

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Era la una y doce minutos de la madrugada cuando el celular de Nara comenzó a sonar sacándola de su sueño en un instante. Aturdida y aún con los ojos casi cerrados buscaba el celular entre las sábanas con rapidez. Si no lo apagaba pronto iba a despertar a los niños y no podía permitirse eso. Movió una de las sábanas encontrándo el celular bajo la misma. De inmediato descolgó la llamada llevándose el celular a la oreja.

—¿Diga? —Preguntó soltando un bostezo, mientras veía a los niños continuar sus sueño.

—¿Nara?

La castaña frunció el ceño levantándose de la cama.

—Sí. ¿Quién me habla?

—Oh, bonita, soy tu vecina, la señora Yamada.

La joven arrastró los pies hasta el pasillo pensando quién rayos era esa señora Yamada. Luego de unos segundos, en lo que su cerebro despertaba un poco, recordó que era su vecina en la casa de Satoru.

—Oh, sí. Disculpe aún sigo en el sueño. ¿Qué ocurre?

—Bonita, la alarma de tu casa se activó. La policía está aquí y necesita que uno de ustedes se presente.

—¿Cómo dice? ¿Entraron a la casa? —Preguntó sintiendo como el sueño abandonaba su cuerpo.

—Según lo que dicen los policías no hay señales de robo, pero necesitan que ustedes vengan.

—Voy para allá en un momento. Muchas gracias por llamar.

—De nada, bonita.

Tras colgar la llamada Nara volvió a la habitación buscando un pantalón cómodo, una camisa cualquiera y una sudadera. Con todo el cuidado del mundo, para no despertar a los niños, se vistió con rapidez y peinó su cabello. Antes de salir de la habitación, besó a cada pequeño notando que Yūji no estaba. Rodó los ojos al recordar que el pequeño tenía cierta preferencia en dormir con él que con ella.

Fue de su habitación al baño en un brinco. Se lavó el rostro para despertar, se cepilló los dientes y luego salió tan rápido como entró.

Con su celular en mano y de puntitas ingresó a la habitación frente a la suya viendo a Nanami dormir plácidamente boca abajo con Yūji a su lado sosteniendo la nariz del rubio. Con una sonrisa Nara abrió la cámara de su celular tomando una imagen con la luz que entraba el pasillo. Al ver que se podía apreciar la imagen sonrió acercándose a Nanami. Se sentía terrible por tener que despertarlo, pero al menos debía decirle que iba a estar fuera por una hora al menos y que necesitaba el auto.

Dos toques. Solo dos toques en el hombro y un “Kento” fueron suficientes para que él girara hacia Nara luchando por abrir sus ojos.

—¿Mm?

—Voy a salir un momento, necesito tu auto.

El rubio restregó sus ojos para poder ver a Nara con claridad. Al hacerlo frunció levemente el ceño.

—¿A dónde vas? —Preguntó con voz ronca haciendo reír a Nara justo como lo hizo en la oficina con Baji.

—Intentaron robar en la casa de Satoru y me llamaron.

—Voy contigo —dijo sentándose, seguido se estiró.

—No, no, necesito que te quedes con los niños.

—No voy a dejarte ir sola hasta...

—Kento —se quejó dejando caer la cabeza hacia atrás. —Levantar a los niños, subirlos al auto y luego lograr que se queden en él es mucho trabajo. Es más fácil si solo voy yo.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora