XXXVIII

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—¡Nara! —Exclamó Kento sintiendo su corazón encogerse.

La mencionada llevo su vista abajo viendo la mano de la maldición. Mahito recién había tocado su pecho.

—Está bien —murmuró soltando un pesado suspiro y luego una sonrisa.

Horas antes

—Entonces la princesa se levantó porque el príncipe la besó —le explicó Nobara a Junpei, mientras le pintaba las uñas.

—¿Pero ella quería que la besara?

—Ella estaba durmiendo.

—¿Y si ella quería seguir durmiendo?

Nobara levantó las cejas y dejó caer el mentón. Al tener otra perspectiva de la historia, la pequeña se levantó del suelo a toda prisa para después correr en busca del rubio.

—Papá —gritó buscándolo por la cocina. —¡Papá! ¿La princesa quería mimir para siempre? —Preguntó en un grito, mientras lo buscaba. —¡Papá!

—En el patio —respondió al llamado con una sonrisa.

Balanceándose suavemente en el columpio de terraza, que recién habían adquirido, Kento disfrutaba de la paz de la mañana con Nara en sus brazos. Eso hasta que escuchó los gritos de Nobara y luego sus pisadas a toda prisa en su dirección.

—Caballero-san dice que la princesa quería dormir más —dijo escalando la pierna de Nanami hasta llegar a su regazo e interponerse entre él y Nara. —Mami, muévete, esto es importante.

Nara rió suavemente arreglando su postura quedando así sentada junto a Kento.

—Mi descanso en el pecho de Kento es bastante importante.

—Duerme en las tetas de otra persona —dijo restándole importancia haciendo reír a la castaña.

—Son senos, Nobara y yo no tengo —suspiró.

—Los de mami son tuyos. ¿No?

Cómo el rostro de Kento paso de pálido a rojo en cuestión de segundos hizo reír a Nara fuertemente.

—¿Qué querías preguntar de la princesa?

—No, no, responde la pregunta —dijo Nara levantando las cejas.

—Nara, no.

—Ah... ¿No son tuyos entonces? —Dijo llevándose las manos al rostro, pero antes de que pudiera bajarlas al pecho, Nanami sostuvo sus manos.

—Deja de hacer esas cosas —gruñó para después ver a Nobara. —Dime, linda.

—Es que caballero-san dice que la princesa quería dormir más, pero entonces el príncipe la despertó y ya no puede dormir para siempre. El príncipe tenía que preguntarle primero, porque ella quería dormir más.

Nanami suspiró, ya era el cuarto cuento de hadas que él o Yūta le “arruinaban” a Nobara. El primero fue la Bella y la bestia. “Se enamoró de un perro, Nobara. De acá arriba ella no está muy bien”.

—¡Junpei!

—No tiene nada de malo enseñarle el consentimiento —dijo el joven desde el interior de la casa.

—Es una bebé todavía.

—Exactamente por eso es mejor enseñarle ahora.

Nara sonrió y asintió ante las palabras del pelinegro.

—El príncipe fue un cochino por besar a una persona dormida —dijo Nara a Nobara y ella asintió. —Y el de Blancanieves fue peor —murmuró.

—Entonces ya no quiero un príncipe.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora