XXXIII

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—No sabemos cuánto tiempo más sean niños —bufó Jogo. —Si no actuamos rápido, no tendremos con qué amenazarla para que se quede de nuestro lado.

El pelinegro se tomó el puente de la nariz y soltó aire.

—Ustedes, maldiciones, no entienden nada de las emociones y sentimientos humanos. ¿Cómo pretenden que acelere las cosas? Ella ni siquiera puede verme bien a la cara. No voy a decirle, de un día para otro, el plan porque se va a negar.

—Las cosas van a ser un poco más complicadas de lo que pensábamos —suspiró Mahito, sentado en la isla de la cocina, balanceando sus pies. —Le interesa mucho el rubio.

—Tendrá que ser por la fuerza —dijo Jogo encogiéndose de hombros. A esto Geto frunció el ceño y lo vio con incredulidad.

—¿Qué...? ¿Sabes qué? Olvídalo. ¿Qué podría esperar de un engendro del demonio? —Bufó levantándose de la silla. —¿No ha salido de la habitación?

—No, creo que hablaba con alguien.

La filosa mirada de Geto se posó en Mahito y este se encogió de hombros.

—¿Con quién?

—Por lógica, supongo que con el Ken.

En el segundo piso de la residencia, Nara se encontraba sentada en la cama con Megumi acurrucado contra ella. Con su mano izquierda acariciaba la cabellera negra del pequeño, mientras que la derecha sostenía el celular contra su oreja. Movía los pies suavemente intentando calmar su ansiedad, pero no resultaba.

—Físicamente es él y tiene sus memorias, pero sé que no es él realmente.

—Tal vez te sientes así porque creías que él estaba muerto.

—No, Kento, no es eso —suspiró. —No se siente como él. No sé cómo explicarte.

—No tienes que hacerlo, dulzura. Ya le dije a Mei Mei y a Shoko, incluso Yağa y el director Gakuganji lo saben. Todos estamos investigando cómo... —una puerta, del lado de Nanami, fue abierta y de inmediato se escuchó la voz de Maki.

—¿Cómo es que Nana está con un muerto-no-muerto y ustedes están aquí como si nada? —Preguntó en un grito.

Nara rió suavemente al imaginar la expresión de espanto de Nanami y el enojo de Maki.

La joven le arrebató el celular a Kento y se lo llevó a la oreja.

—Nana, te vamos a sacar de allí —dijo, pero antes de que ella le respondiera, Panda tomó el celular.

—¿Dónde estás? Te buscamos en un...

—¿Mostaza? —Gritó Toge al tomar el celular.

—Estoy bien, chicos, calma —rió suavemente. —Pronto estaré con ustedes. ¿Pueden pasarle el celular a Kento?

—¿Comiste?

—¿Cómo está Megumi?

—¿Hojuelas de bonito?

Nara escuchó forcejeos y luego una interferencia. Tras unos segundos escuchó la respiración de Kento y la puerta ser cerrada con fuerza.

—¿Guapo?

—Aquí estoy —suspiró dejándose caer en la cama. —Ni siquiera escuché cuando llegaron.

—Son sigilosos —sonrió. —¿Los niños están bien?

—Sí, están con Mei Mei en la sala. Les hice desayuno y están viendo, creo que, Nemo.

—¿Qué cocinaste? —Preguntó viendo cómo Megumi se movía en la cama.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora